miércoles, 17 de julio de 2013

OBAMA Y LA MATRÍZ DE LA DISPOSICIÓN

Obama, los ladrones y los killers

El espionaje de Estados Unidos es la evidencia de que los organismos de inteligencia espían a todo el mundo.

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Bilal Berjawi llamó por teléfono a su esposa. Bilal estaba en Somalía, ella en Londres, a miles de kilómetros de distancia. Fue suficiente para que, gracias a los programas de espionaje telefónico, un rato después, un avión no tripulado –drone– de origen norteamericano terminara con los días de Bilal. Fue en junio de 2011 y el dispositivo de intercepción de llamadas estaba en Camp Lemmonier, Djibuti, donde está asentado el comando de fuerzas conjuntas del Ejército norteamericano para el Cuerno de África.
Nadie se hizo cargo de haber mandado el drone, nadie juzgó a Bilal. Las explicaciones oficiosas indicaban que Bilal era un jihadista que estaba en un campo de entrenamiento de Al Shabab, un movimiento musulmán somalí.
La historia fue publicada en la edición del pasado domingo 14 de julio en The Guardian, el mismo periódico londinense que entrevistó por primera vez a Edward Snowden cuando todavía estaba en Hong Kong. El periodista Ian Cobian, con flema británica y sin uso de adjetivos, relata la sucesión de crímenes a sangre fría que sucedieron a la muerte de Bilal. Primero Mohamed Sakr, un vecino suyo en Somalía. Unos meses después, un conocido de Bilal, de origen vietnamita y convertido al Islam, era detenido en Londres por Scotland Yard y entregado al FBI para ser juzgado, acusado de ser miembro de Al Shabab, y condenado a 40 años de cárcel. Un cuarto hombre fue arrestado en Somalía, sometido a interrogatorios en Djibuti y trasladado a una prisión en Estados Unidos.
Así, con un caso concreto, comienza una larga nota periodística (titulada "La lista de asesinatos secretos de Obama - La matriz de disposición") que luego desglosa sin concesiones la llamada guerra al terrorismo que Estados Unidos lleva a cabo desde que, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el Acta Patriótica se convirtió en el aporte más regresivo a las violaciones a las normas y pactos internacionales sobre el Derecho Penal Internacional.
Hace tres semanas, el diario parisino Le Monde afirmaba que Francia está tramitando la compra de drones a Estados Unidos por cifras multimillonarias. Para ver cómo funciona un drone se puede ver el documental Dirty wars (Guerras sucias) del periodista Jeremy Scahill, ganador de la edición 2013 del Sundance Films Festival. Scahill es parte del colectivo Democracy now y autor de Blackwater, un libro indispensable para entender las guerras del siglo XXI encaradas por Estados Unidos. En los últimos años, Scahill viajó por Yemen, Somalía, Sudán, Pakistán y Afganistán. En el terreno, entrevistó y registró con las cámaras las atrocidades cometidas por las tropas de ocupación estacionadas, por ataques comandos, por asesinatos realizados por drones o por la utilización de ejércitos privados contratados por empresas multinacionales con intereses en esos países. A propósito, Blackwater es el ejército privado más poderoso del planeta, está asentado en Carolina del Norte y ¡el 90% de sus ingresos provienen de contratos con el gobierno norteamericano!
Otra manera de enterarse de cómo actúa un drone es ver películas de Hollywood. Por ejemplo El legado de Bourne, donde el actor Jeremy Renner interpreta a un comando de la CIA que, además de tener el entrenamiento de elite, consume una serie de productos químicos que no pasarían el control de dopaje de algún deporte de alta competencia. Renner –al igual que Matt Damon en la saga de Bourne– decide no responder a los mandos naturales y no sólo le faltan los químicos sino que le mandan un drone para liquidarlo. En la película se puede ver a Edward Norton frente a una infinidad de pantallas que funcionan como un panóptico y que permiten dirigir al drone a destino. Desde ya, por ser Hollywood, el rubio Renner –al igual que el rubio Damon– se salva y se queda con la chica. Eso ayuda a que el espectador no tenga angustia, claro, y la taquilla marche bien.
Tal como estudió la inglesa Frances Stonor Saunders en La CIA y la guerra fría cultural, el cine es parte de la batalla ideológica.
Las películas de guerra no sólo naturalizan la dominación norteamericana sino que exhiben, de modo más que obsceno, las nuevas tecnologías de la guerra. Logran encandilar a millones de personas que se cautivan con los avances técnicos y desestiman la humillación humana. El libro de Stonor Saunders se centra en las últimas etapas de la Guerra Fría y en las contribuciones de diversas fundaciones a movimientos artísticos, culturales y sobre todo a medios de comunicación en los países del Este europeo que vivían las restricciones de la herencia stalinista. El paradigma de la libertad pegó muy fuerte en Polonia, Checoslovaquia, Alemania Oriental y otros países en los cuales los regímenes alineados con Moscú implosionaron por sus propios defectos. No hubo balas. Funcionó la otra parte del discurso imperial: la ideología del consumismo atada a la creencia de que la libertad del ser humano va atada al capitalismo de mercado, a creer en uno mismo, en su propia capacidad.
LA MATRIZ DE LA DISPOSICIÓN. Hasta fines de los '80 funcionaba la disputa entre los valores del comunismo soviético y los del imaginario liberal de la mano de la gran potencia de Occidente, los Estados Unidos. Y al imponerse Washington en esa contienda, buena parte del mundo creyó que ganaban esos valores. Paradójicamente, lo que se vive ahora es la evidencia de que los organismos de inteligencia espían, literalmente, a todo el mundo, incluyendo por supuesto a los propios ciudadanos norteamericanos. El derecho a defenderse en un juicio, la libertad de expresión y la inviolabilidad de la privacidad, tres pilares del éxito capitalista contra el sistema soviético, desaparecen violentamente de la escena. Algunos de los grandes medios británicos o de los Estados Unidos publican abundante información sobre Disposition Matrix, esa base de datos que funciona desde 2010 bajo la órbita de la Casa Blanca. La traducción de esa sofisticada máquina de matar podría ser Matriz de la Disposición. Cabe recordar que en los años de la última dictadura argentina, como eufemismo para asesinar a los detenidos desaparecidos –que no eran sometidos a juicio–, los grupos de tareas usaban dos palabras: disposición final. Esta matriz fisgonea en los correos electrónicos o llamadas, procesa información de supuestos enemigos terroristas y brinda un menú para asesinatos selectivos (disposición) sin juicio previo. Al frente de esto está John Brennan, asesor de Barack Obama. En Pakistán, ex aliado de Estados Unidos, sufrió 2300 víctimas fatales con el uso de drones.
La última fase de la Guerra Fría no fue comandada sólo por la Casa Blanca. A instancias del magnate David Rockefeller se creó la Comisión Trilateral en 1973. Al frente quedó uno de los estrategas más brillantes, el polaco nacionalizado estadounidense Zbigniew Brzezinski, quien en 1976 asumió al frente del Consejo de Seguridad Nacional nada menos que con el demócrata James Carter. A cuatro décadas de su fundación, la Trilateral existe, no pareciera tener un papel relevante, pero no dejó de sesionar periódicamente. Rockefeller y Brzezinski parecieran estar retirados, pero siguen teniendo, a sus avanzadas edades, equipos de analistas surgidos de las filas de los bancos, las universidades y la administración pública de los países centrales. No parece haber surgido otra matriz de pensamiento y de laboratorio para la toma de decisiones en Estados Unidos y sus aliados.
LA BOMBA ATÓMICA. Hace dos décadas, el sociólogo francés Armand Mattelart escribió La Comunicación - Mundo, cuya tesis central es que los grandes avances tecnológicos de la humanidad están indisolublemente ligados a las guerras. El nivel de sofisticación del siglo XX llegó a que los laboratorios tuvieran como banco de pruebas a los mismísimos escenarios de muerte. Los ensayos, las probetas fueron las mismas trincheras en la Primera Guerra o los campos nazis de exterminio en la Segunda. Al final de esa guerra, cuando ya estaba firmada la paz en el escenario principal que era Europa, Estados Unidos puso en marcha la más potente arma de destrucción indiscriminada y masiva. Dos bombas atómicas sacudieron a Japón para que el mundo supiera quién mandaba en Occidente. Lo que está sucediendo ahora, con las filtraciones que ponen de relieve la maquinaria secreta de exterminio pareciera también ser el costo que Estados Unidos está dispuesto a pagar para que todos y cada uno se sientan debidamente observados.
No es el propósito de estas líneas afirmar que los responsables de estos programas secretos –protegidos por el Acta Patriótica y otras leyes norteamericanas– quieren en realidad que se sepa y que las filtraciones son provocadas. Pero lo que sí es evidente es que hasta Barack Obama sale en defensa de esta política con la increíble excusa de que es la única manera de proteger a Estados Unidos y sus aliados de las amenazas terroristas. Todo indica que no hay reacción por parte de las vetustas Naciones Unidas ni de otros organismos multilaterales. Tampoco hubo una reacción en cadena de la prensa en los países que integran la Organización del Tratado del Atlántico Norte, paraguas de las bases norteamericanas en Europa y partícipe de las aventuras neocoloniales en marcha.
AMÉRICA LATINA. Si las denuncias de algunos mandatarios de este continente no se materializan en políticas de defensa y seguridad concertadas, con organismos aceitados que hagan valer doctrinas soberanas de defensa de las democracias latinoamericanas, está claro que el riesgo continental es mayúsculo. Los más o menos sutiles cambios de orientación en varios países del sur, así como la aparición de opciones políticas favorables a los tratados de libre comercio, tienen la característica de acercar distancias con Estados Unidos, de poner a disposición –de manera más cruda– de las multinacionales del Primer Mundo las materias primas, las redes de comercio, las finanzas y la investigación en ciencias básicas y el desarrollo de tecnologías de avanzada. De modo complementario, en esa dirección, los gobiernos no sólo abren sus puertas al librecambismo sino que también, como en el reciente caso de Colombia, firman convenios nada menos que con la OTAN. La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) había creado hace ya cuatro años una instancia de coordinación a través del Consejo de Defensa Suramericano. Sin embargo, carece de operatividad para promover debates y asistir a los mandatarios en la toma de decisiones. Y la lista de desafíos no parece menor, ya que la ofensiva norteamericana sobre la Matrix Disposition no deja indemne al patio trasero, tal como concibieron siempre los norteamericanos a América Latina.

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