Hoy hace un mes que nos quedamos sin Néstor, ese “flaco como cualquiera” como diría Feinmann, que vino desde el sur y dio vuelta todo y a todos.
La pena sigue estando, para que negarlo; pero el vacío es todos los días un poco más chiquito: se llena con cada pibe que se suma con ganas a la apasionante aventura de militar, con cada jubilado dignificado, con cada laburante que salió del pozo en estos años, y los que seguirán saliendo si se persevera en el rumbo.
Se llena con cada argentino que -aún en silencio- reconoce en Néstor al mejor presidente que tuvo la Argentina , desde Perón para acá.
Cosa rara esta muerte, que en esa Plaza llena hermanó por horas y horas, al dolor con la esperanza, los dos tan genuinos como indivisibles.
Vivimos un mes intenso desde su partida, acompañando a Cristina, su compañera de la vida, de los sueños y de la militancia; asistiendo al mismo tiempo al triste espectáculo de la degradación de la política; esa, justo ésa que el flaco Néstor vino a rescatar en el 2003 del abismo del “que se vayan todos”.
La vemos a ella firme, cumpliendo -en medio del dolor que seguramente la embarga, y de a ratos parece quebrarla- la altísima responsabilidad que el voto popular le ha conferido, honrando cada día desde la Rosada -ésa, justo ésa en la que Néstor prometió no dejar las convicciones en la puerta- el sacrificio del flaco, y dando razón a la esperanza nuestra.
Sola y acompañada al mismo tiempo por millones, frente a los embates del poder real de la Argentina , que no supo ni siquiera guardar las formas -ésas, justo ésas que nos endilgan a nosotros no respetar- del luto para empezar a mostrar los dientes, esgrimiendo su eterno pliego de condiciones, ese dibujo de un país para pocos, que son ellos.
Y a Néstor lo recordamos con pena y alegría, por raro que parezca, porque no hay mayor alegría que dar gracias, y si algo supo ganarse el flaco, fueron esas “gracias” multiplicadas por miles en la Plaza , y en todas las plazas de la Argentina.
Lo recordamos militando, poniéndole el cuerpo a este proyecto que, desde hace siete años, nos devolvió a los argentinos la dignidad y la esperanza, porque queremos cumplir con lo que el pueblo en la Plaza -ésa, justo esa, que escenificó grandes triunfos y derrotas populares de nuestra historia- asumió como consigna.
A él, a Néstor, le vamos a dar eternamente las gracias, y no hay mejor manera de hacerlo que militando; para darle a ella, a Cristina, la fuerza que se necesita para no dar ni un paso atrás en la defensa de lo conquistado, y en la construcción de lo que falta.
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