martes, 30 de noviembre de 2010

EL LIBRO AZUL, 64 AÑOS DESPUÉS

El escandalete desatado en torno a la revelación de secretos diplomáticos de los Estados Unidos por el sitio WikiLeaks puede provocar (y de hecho ha sucedido) todo tipo de reacciones, menos sorpresa.

Que los gobiernos monten aparatos de espionaje para obtener información sobre otros gobiernos es tan viejo como la diplomacia misma, y si esos gobiernos tienen arraigadas prácticas imperialistas como es el caso del norteamericano, con mayor razón aun.

Lo que sí sorprende es la chapucería de la diplomacia yanqui, que pareciera conducida por Mauricio Macri y su inefable Ciro James, o por Maxwell Smart, el superagente 86: ¿para qué preocuparse por la salud mental de Cristina, teniéndola a mano a Carrió como objeto de estudio?. Incluso hasta podrían haber usado la carta que mandó a la embajada de EEUU, para hacerle un test grafológico.

Todo eso siempre, claro está que uno crea que esto obedece a filtraciones accidentales, o al poder del periodismo independiente para dar a conocer aquello que los gobiernos desean mantener oculto.

Aquí por ejemplo se aportan datos interesantes que permiten poner en duda que las cosas hayan sido realmente así.

Pero lo interesante del caso es ver como ha reflejado el periodismo hegemónico de la Argentina las referencias que en los documentos revelados se hacen a nuestro país, y en especial al Gobierno.

Para muestra, vean las tapas que hoy le dedican al asunto los hermanitos mellizos de la allanada Papel Prensa.

Acá vemos Clarín: 

Y acá La Nación:

Una mezcla de la tradicional cipayería intelectual de pensar al país según como nos ven afuera ("en el mundo se nos cagan de risa", diría Lanata), con un nulo concepto del honor nacional (justo a días del recuerdo de la Vuelta de Obligado) y una desesperado intento de esmerilar, a cualquier precio, la imagen de Cristina y de su gobierno; mientras las encuestas que ellos mismos encargan les dicen unívocamente que, si las elecciones fueran hoy, ganaría cómodamente en primera vuelta. 

Claro que el combo de la situación (espionaje yanqui, interferencia en nuestra política, periodismo dispuesto a replicar sandeces) tampoco es nuevo en la historia argentina.

El 11 de febrero de 1946 (a menos de dos semanas para las eleciones presidenciales argentinas de ese año) se publicaba en Washington un documento titulado "Consulta entre las repúblicas americanas respecto de la situación argentina", que pasaría a la historia como el "Libro Azul", por el color de las tapas en que estaba impreso.

Su autor era nada menos que el tristemente célebre Spruille Braden, ex embajador de Estados Unidos en la Argentina hasta pocos meses antes, que para entonces ocupaba un importante cargo en el Departamento de Estado, del cual se valdría para dedicarse en persona a redactar y difundir el documento.

¿Y qué era el "Libro Azul"?

Nos lo cuenta José María Rosa en su "Historia Argentina": "un alegato contra el nazismo en la Argentina, que tocaba indirectamente a Perón...", con el deliberado propósito de influir en el electorado argentino, tarea a la que Braden se dedicara con fervor durante su estadía en el país, siendo virtualmente el líder de la denominada Unión Democrática.

Pero también nos aclara Rosa lo que contenía el "Libro...": "fuera de hechos ciertos y públicos, como el mantenimiento de la neutralidad de Castillo en adelante, ...lo demás eran informes de los servicios de inteligencia norteamericanos, construidos a base de decires, suposiciones, habladurias, "puede ser", "se asegura", "es público y notorio", informando que políticos y militares argentinos (entre los que incluía obviamente al propio Perón, pero también a no pocos opositores a su candidatura) ..."simpatizaban con los alemanes".

Como verán, siempre hubo Fontevecchias, Morales Solás y Nelsones Castros dispuestos a transmitir información confiable a la Embajada.

"En fin -señala Pepe Rosa- informaciones y deducciones del servicio norteamericano de informaciones que podrian impresionar al susceptible público norteamericano, pero tenían un valor contraproducente en la Argentina y provocarían desmentidos y rectificaciones...".

Para muestra de la seriedad del "Libro Azul", transcribimos el análisis que en él se hacía de los sucesos del 17 de octubre: "El ejemplo más espectacular de los métodos de fuerza empleados por la Secretaría de Trabajo se produjo el 17 de octubre de 1945, cuando la Confederación General del Trabajo, con ayuda de la policia, impuso en toda la nación la huelga general en apoyo de Perón. Los trabajadores se hallaron aterrorizados y se cerraron los negocios por intimidación a mano armada. Las fábricas fueron asaltadas mientras la policía protegía a los manifestantes. Los testimonios sobre ésto son abrumadores."

Al igual que con WikiLeaks y sus revelaciones, los disparates del Libro Azul fueron difundidos por los diarios argentinos, en especial La Prensa, decididamente embanderados en favor de la Unión Democrática, una especie de "Grupo A" de entonces, con los resultados por todos conocidos: Perón capitalizó con formidable astucia la torpeza de Braden en favor de su candidatura, y los resultados de la elección (felizmente) ya sabemos cuáles fueron.

Así que la moraleja de todo esto, para los diplomáticos del norte preocupados por la salud de la presi, y para los medios que aquí les proporcionan pescado podrido en abundancia para luego replicar sus disparates debería ser: "ten cuidado si repites los mismos métodos, porque podrías también repetir los mismos resultados".         

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