La invasión a Mali y los tambores de guerra
Una bestia negra, Al Qaeda, aunque devaluada, es esgrimida una vez más para explicar una intrusión militar.
Mali es uno de los países más pobres del planeta. Sus fronteras geográficas, como muchos otros países africanos, se explican por el formateo de los imperios coloniales. En este caso, de Francia, que desde 1830 y durante todo el siglo XIX desparramó sus ejércitos y sus legionarios extranjeros por Argelia, Marruecos, Sudán, Mali, Costa de Marfil, Senegal, Guinea, Mauritania, Gabón, Congo, Níger o Chad. En 1960, con la Europa recuperada y con un Charles de Gaulle que tenía una visión más astuta de los dominios ultramarinos, Mali tuvo una independencia formal. De Gaulle, que pasó a la historia como el líder de la recuperación del orgullo francés y como un valiente resistente, también fue quien diseñó cómo aprovechar los recursos de esa extensísima región de África para los intereses del Estado galo y de las grandes empresas francesas.
La actual invasión del Ejército francés a Mali fue hecha por el recientemente asumido presidente socialista François Hollande. La decisión no contó con debates en la OTAN, ni en la Unión Europea ni en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Eso sí, de inmediato, las tropas francesas contaron con la participación de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos de (Norte)América. Como si se tratara de un desafío militar que Francia no pudiera resolver sola.
Con sus 15 millones de habitantes, el promedio de ingresos en Mali no supera los 100 dólares mensuales pero con una distribución tan regresiva que es difícil saber cuánto perciben en realidad los trabajadores. Exportador de algodón como sostén de la balanza comercial, por la caída de los precios internacionales, en la última década Mali se fue sumergiendo aun más. Sin embargo, es el tercer mayor productor de oro del continente africano y los precios de ese metal precioso en el mercado internacional crecieron a niveles desconocidos: en los últimos diez años trepó de 400 a 1800 dólares la onza. La minería en la mayoría de los países africanos, al igual que en los latinoamericanos, está en manos de las multinacionales que se las ingenian para que los gobiernos les cobren unos impuestos casi inexistentes. Mali también tiene uranio. Es un país mediterráneo, sin salida al mar, y sólo la región oeste, donde está su capital, Bamako, tiene irrigación y agricultura. El resto, hacia el norte y el este, es puro Sahara. Desierto. Pobreza.
Estos días, los vehículos que atraviesan el desierto no son los del mítico París-Dakar, sino los del París-Tombuctú. Y no están piloteados por deportistas sino por los soldados altamente entrenados. Tombuctú tiene 35 mil habitantes, está enclavada cerca del río Níger y no hay siquiera un monte donde preparar una emboscada. Fue captada, desde hace diez meses, por el Movimiento de Liberación Nacional de Azawad. Este pequeño grupo de beduinos se alzó en armas, o alguien los financió para que se armaran, y tras un golpe militar en Mali, un presidente socialista francés dijo "Allons, enfants de la Patrie" y mandó una punta de lanza. Pero también se sumó Nigeria, ex colonia británica, el país más poblado de África, con 150 millones de habitantes, al menos la mitad musulmanes, que desplegó tropas al norte de Mali. Aunque cabe aclarar que Nigeria está al sur de Mali y no tiene fronteras directas con esa ex colonia francesa.
AL QAEDA, SIEMPRE AL QAEDA. En Nigeria, los políticos y militares locales que responden a las grandes potencias, afirman que el gran problema es que "los terroristas" que operan en su país "son entrenados y financiados en Mali". Una bestia negra, Al Qaeda, aunque devaluada, es esgrimida una vez más para explicar una intrusión militar. La explicación de las invasiones son los grupos jihadistas islámicos que, según las fuentes neocoloniales, resultan una amenaza para el norte y el centro de África. Argumentos similares se escuchan para entender la invasión a Afganistán por parte de Estados Unidos y la OTAN, que lleva ya 12 años. Debe recordarse que la invasión fue decidida por George Bush inmediatamente después del ataque a las Torres Gemelas, con la justificación de que el Osama Ben Laden, líder de Al Qaeda y mentor del atentado, se había escondido en las cuevas afganas con apoyo del movimiento Talibán. Ben Laden fue asesinado por las tropas especiales norteamericanas, aunque el destino de su cadáver es un misterio que pone en duda toda la versión. Lo concreto es que lo habrían matado en suelo pakistaní, por supuesto en una operación encubierta y sin pedir permiso por la incursión a las autoridades de ese país, tradicional aliado norteamericano. Cabe recordar que en noviembre de 2011, unos pocos meses antes de esa incursión, fuerzas militares norteamericanas produjeron la muerte de 25 soldados pakistaníes "por error". Ya estaban tensas las relaciones entre Islamabad y Washington, porque el creciente poderío de China e India llevó a Pakistán a rever su alineamiento automático con Estados Unidos. Pakistán, desde entonces, empezó a limitar su rol de aliado estratégico de la OTAN en la ocupación de Afganistán. Concretamente, la extensísima frontera norte de este país es con Afganistán y para los invasores estadounidenses el territorio pakistaní sirvió de retaguardia y base operativa. Lo es aún, pero en una medida menor.
Bush nunca pudo encontrar a Ben Laden en suelo afgano, pero decidió que sus tropas quedaran en el país para sostener al gobierno de Hamid Karzai, que había ascendido al poder después del derrocamiento de los talibanes por parte de las fuerzas invasoras. El compromiso del sucesor en la Casa Blanca, Barack Obama, es retirarse en 2014 de Afganistán. Promesas en un mundo que bate tambores de guerra cada día con mayor intensidad.
Hablar de Afganistán requiere tener presente que la visión geopolítica norteamericana es contar con bases continentales cerca de las naciones que pueden escapar a la órbita de Washington. India despegó y es una potencia en ascenso, y está al lado de Pakistán. De hecho, la división de esos dos países más Bangladesh (llamada Pakistán oriental al principio) es el fruto de las maniobras británicas cuando concedieron la independencia, en agosto de 1947, tras las grandes luchas que tuvieron al Mahatma Gandhi al frente. Gandhi no fue partidario de esas divisiones políticas y territoriales, que acrecentaron la violencia interior alentada por los agentes ingleses. Gandhi fue asesinado. Mañana, miércoles 30 de enero, se cumplirán 65 años de ese crimen. Como siempre, el criminal fue "un fanático", pero casualmente resultó muy útil a los intereses británicos y norteamericanos. Para tomar dimensión de la importancia estratégica de esa región, el movimiento independentista indio contó con el apoyo de la Unión Soviética, que colaboró en la creación de un parque de armamento nuclear indio. A su vez, Pakistán contó con Estados Unidos para desarrollar sus propias bombas atómicas.
CHINA, UNA VEZ MÁS. Volviendo al escenario de los jihadistas islámicos africanos, no debe dejarse de lado la creciente influencia de China en ese continente. Ningún análisis respecto de cualquier país africano puede dejar de lado que China y África multiplicaron su comercio exterior entre 2000 y 2012: a principios del nuevo milenio el intercambio llegaba a 11.000 millones de dólares y el año pasado trepó a 160.000 millones. Las inversiones directas de China pasaron de 500 millones doce años atrás a 15.000 millones de dólares. También es un dato inquietante para los aliados de la OTAN que en 2012 China se convirtió en el primer socio comercial de África, superando a Estados Unidos y a Europa. En minerales, los chinos buscan los yacimientos de, entre otros, cromita (por el titanio), oro, diamantes y cobalto. También invierten en la exploración y explotación de gas y petróleo, así como en diferentes productos agropecuarios. A su vez, el crecimiento, lento pero real, del consumo en África, les permite a los chinos colocar creciente cantidad de productos industriales así como negociar con los Estados la realización de grandes obras de infraestructura, llámese puertos, ferrocarriles, transporte de combustibles o carreteras. Nigeria, que vende a China crecientes cantidades de minerales, productos agrícolas, petróleo y gas, es el destino de importación más importante de los productos chinos: ahí va el 40% de las exportaciones chinas al continente africano. Barack Obama, basado en los informes de perspectivas 2030 del Consejo Nacional de Seguridad de su país, aseguró que Nigeria es una de las potencias del futuro. Tiene los principales recursos del continente en gas y petróleo con una ventaja: la Shell fue históricamente la que se benefició de esos yacimientos, por ser una multinacional de origen británico-holandesa en un territorio sometido al imperio británico. En la actualidad, bajo el mandato del presidente electo Goodluck Jonathan, las relaciones internacionales de Nigeria parecen salir de los marcos tradicionales de sometimiento colonial disfrazado –vía corrupción– de gobiernos con fachada democrática. China, la segunda economía del mundo, avanza en su expansión y su poderío mundial sin usar barcos de guerra ni tropas de asalto. Por ahora, avanzan con su crecimiento económico de costos más bajos que sus competidores del hemisferio norte, con una política centralizada en un Estado fuerte, con financiamiento a largo plazo y con agresividad comercial. Si a todas esas ventajas comparativas se suma que sus presupuestos en defensa son bastante menores que los de los Estados Unidos y sus aliados europeos, se puede entender un poco más el complejo mapa de África, un continente que tiene cada vez más peso en la escena del poder mundial. -
La actual invasión del Ejército francés a Mali fue hecha por el recientemente asumido presidente socialista François Hollande. La decisión no contó con debates en la OTAN, ni en la Unión Europea ni en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Eso sí, de inmediato, las tropas francesas contaron con la participación de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos de (Norte)América. Como si se tratara de un desafío militar que Francia no pudiera resolver sola.
Con sus 15 millones de habitantes, el promedio de ingresos en Mali no supera los 100 dólares mensuales pero con una distribución tan regresiva que es difícil saber cuánto perciben en realidad los trabajadores. Exportador de algodón como sostén de la balanza comercial, por la caída de los precios internacionales, en la última década Mali se fue sumergiendo aun más. Sin embargo, es el tercer mayor productor de oro del continente africano y los precios de ese metal precioso en el mercado internacional crecieron a niveles desconocidos: en los últimos diez años trepó de 400 a 1800 dólares la onza. La minería en la mayoría de los países africanos, al igual que en los latinoamericanos, está en manos de las multinacionales que se las ingenian para que los gobiernos les cobren unos impuestos casi inexistentes. Mali también tiene uranio. Es un país mediterráneo, sin salida al mar, y sólo la región oeste, donde está su capital, Bamako, tiene irrigación y agricultura. El resto, hacia el norte y el este, es puro Sahara. Desierto. Pobreza.
Estos días, los vehículos que atraviesan el desierto no son los del mítico París-Dakar, sino los del París-Tombuctú. Y no están piloteados por deportistas sino por los soldados altamente entrenados. Tombuctú tiene 35 mil habitantes, está enclavada cerca del río Níger y no hay siquiera un monte donde preparar una emboscada. Fue captada, desde hace diez meses, por el Movimiento de Liberación Nacional de Azawad. Este pequeño grupo de beduinos se alzó en armas, o alguien los financió para que se armaran, y tras un golpe militar en Mali, un presidente socialista francés dijo "Allons, enfants de la Patrie" y mandó una punta de lanza. Pero también se sumó Nigeria, ex colonia británica, el país más poblado de África, con 150 millones de habitantes, al menos la mitad musulmanes, que desplegó tropas al norte de Mali. Aunque cabe aclarar que Nigeria está al sur de Mali y no tiene fronteras directas con esa ex colonia francesa.
AL QAEDA, SIEMPRE AL QAEDA. En Nigeria, los políticos y militares locales que responden a las grandes potencias, afirman que el gran problema es que "los terroristas" que operan en su país "son entrenados y financiados en Mali". Una bestia negra, Al Qaeda, aunque devaluada, es esgrimida una vez más para explicar una intrusión militar. La explicación de las invasiones son los grupos jihadistas islámicos que, según las fuentes neocoloniales, resultan una amenaza para el norte y el centro de África. Argumentos similares se escuchan para entender la invasión a Afganistán por parte de Estados Unidos y la OTAN, que lleva ya 12 años. Debe recordarse que la invasión fue decidida por George Bush inmediatamente después del ataque a las Torres Gemelas, con la justificación de que el Osama Ben Laden, líder de Al Qaeda y mentor del atentado, se había escondido en las cuevas afganas con apoyo del movimiento Talibán. Ben Laden fue asesinado por las tropas especiales norteamericanas, aunque el destino de su cadáver es un misterio que pone en duda toda la versión. Lo concreto es que lo habrían matado en suelo pakistaní, por supuesto en una operación encubierta y sin pedir permiso por la incursión a las autoridades de ese país, tradicional aliado norteamericano. Cabe recordar que en noviembre de 2011, unos pocos meses antes de esa incursión, fuerzas militares norteamericanas produjeron la muerte de 25 soldados pakistaníes "por error". Ya estaban tensas las relaciones entre Islamabad y Washington, porque el creciente poderío de China e India llevó a Pakistán a rever su alineamiento automático con Estados Unidos. Pakistán, desde entonces, empezó a limitar su rol de aliado estratégico de la OTAN en la ocupación de Afganistán. Concretamente, la extensísima frontera norte de este país es con Afganistán y para los invasores estadounidenses el territorio pakistaní sirvió de retaguardia y base operativa. Lo es aún, pero en una medida menor.
Bush nunca pudo encontrar a Ben Laden en suelo afgano, pero decidió que sus tropas quedaran en el país para sostener al gobierno de Hamid Karzai, que había ascendido al poder después del derrocamiento de los talibanes por parte de las fuerzas invasoras. El compromiso del sucesor en la Casa Blanca, Barack Obama, es retirarse en 2014 de Afganistán. Promesas en un mundo que bate tambores de guerra cada día con mayor intensidad.
Hablar de Afganistán requiere tener presente que la visión geopolítica norteamericana es contar con bases continentales cerca de las naciones que pueden escapar a la órbita de Washington. India despegó y es una potencia en ascenso, y está al lado de Pakistán. De hecho, la división de esos dos países más Bangladesh (llamada Pakistán oriental al principio) es el fruto de las maniobras británicas cuando concedieron la independencia, en agosto de 1947, tras las grandes luchas que tuvieron al Mahatma Gandhi al frente. Gandhi no fue partidario de esas divisiones políticas y territoriales, que acrecentaron la violencia interior alentada por los agentes ingleses. Gandhi fue asesinado. Mañana, miércoles 30 de enero, se cumplirán 65 años de ese crimen. Como siempre, el criminal fue "un fanático", pero casualmente resultó muy útil a los intereses británicos y norteamericanos. Para tomar dimensión de la importancia estratégica de esa región, el movimiento independentista indio contó con el apoyo de la Unión Soviética, que colaboró en la creación de un parque de armamento nuclear indio. A su vez, Pakistán contó con Estados Unidos para desarrollar sus propias bombas atómicas.
CHINA, UNA VEZ MÁS. Volviendo al escenario de los jihadistas islámicos africanos, no debe dejarse de lado la creciente influencia de China en ese continente. Ningún análisis respecto de cualquier país africano puede dejar de lado que China y África multiplicaron su comercio exterior entre 2000 y 2012: a principios del nuevo milenio el intercambio llegaba a 11.000 millones de dólares y el año pasado trepó a 160.000 millones. Las inversiones directas de China pasaron de 500 millones doce años atrás a 15.000 millones de dólares. También es un dato inquietante para los aliados de la OTAN que en 2012 China se convirtió en el primer socio comercial de África, superando a Estados Unidos y a Europa. En minerales, los chinos buscan los yacimientos de, entre otros, cromita (por el titanio), oro, diamantes y cobalto. También invierten en la exploración y explotación de gas y petróleo, así como en diferentes productos agropecuarios. A su vez, el crecimiento, lento pero real, del consumo en África, les permite a los chinos colocar creciente cantidad de productos industriales así como negociar con los Estados la realización de grandes obras de infraestructura, llámese puertos, ferrocarriles, transporte de combustibles o carreteras. Nigeria, que vende a China crecientes cantidades de minerales, productos agrícolas, petróleo y gas, es el destino de importación más importante de los productos chinos: ahí va el 40% de las exportaciones chinas al continente africano. Barack Obama, basado en los informes de perspectivas 2030 del Consejo Nacional de Seguridad de su país, aseguró que Nigeria es una de las potencias del futuro. Tiene los principales recursos del continente en gas y petróleo con una ventaja: la Shell fue históricamente la que se benefició de esos yacimientos, por ser una multinacional de origen británico-holandesa en un territorio sometido al imperio británico. En la actualidad, bajo el mandato del presidente electo Goodluck Jonathan, las relaciones internacionales de Nigeria parecen salir de los marcos tradicionales de sometimiento colonial disfrazado –vía corrupción– de gobiernos con fachada democrática. China, la segunda economía del mundo, avanza en su expansión y su poderío mundial sin usar barcos de guerra ni tropas de asalto. Por ahora, avanzan con su crecimiento económico de costos más bajos que sus competidores del hemisferio norte, con una política centralizada en un Estado fuerte, con financiamiento a largo plazo y con agresividad comercial. Si a todas esas ventajas comparativas se suma que sus presupuestos en defensa son bastante menores que los de los Estados Unidos y sus aliados europeos, se puede entender un poco más el complejo mapa de África, un continente que tiene cada vez más peso en la escena del poder mundial. -
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