domingo, 24 de marzo de 2013

EN 2005 PEREZ ESQUIVEL PEDIA AL ESPIRITU SANTO QUE BERGOGLIO NO FUERA PAPA

 Se equivocó la paloma
En 2005, Pérez Esquivel dijo que el “ambiguo” Bergoglio creía que el trabajo con los pobres era cosa de “comunistas, subversivos, terroristas” y rogó al Espíritu Santo que estuviera bien despierto en el cónclave y no se equivocara. Esta semana, alguien muy parecido a él se abrazó con el papa Francisco y consideró erróneas mis afirmaciones sobre Bergoglio. Un rapto de unanimidad sin espacio para argumentos o disidencias, como en el Mundial o Malvinas. La prensa mundial divulga lo que aquí es tabú.


 Por Horacio Verbitsky
El 15 de abril de 2005, los cardenales llegaban desde todo el mundo a Roma, convocados para elegir al sucesor de Juan Pablo II como obispo de Roma. En el canal América, los periodistas Rolando Graña, Román Lejtman y Facundo Pastor citaron para su programa, Informe central, a la Madre de Plaza de Mayo Marta Ocampo de Vázquez, al Premio Nobel de la Paz de 1980, Adolfo Pérez Esquivel, y a mí. Las imágenes son acompañadas por la leyenda “El Papable. El oscuro pasado de Jorge Bergoglio”. Aparecen los documentos de mi investigación, con la firma y el sello de Bergoglio, mientras yo explico lo mismo que vengo repitiendo desde entonces. Pérez Esquivel recuerda que muchos obispos tenían un doble discurso, que cuando estaba detenido los obispos le decían a su esposa que intercederían por él “y después hacían todo lo contrario”. La pregunta concreta es sobre el desempeño del cardenal argentino. Sin dudar, Pérez Esquivel responde que “la actitud de Bergoglio se inscribe dentro de todas estas políticas de pensar que todos aquellos que trabajaban socialmente con los sectores más pobres, más necesitados, eran comunistas, subversivos, terroristas”. Marta Vázquez niega que Bergoglio haya hecho algo por la libertad de los sacerdotes Orlando Yorio y Franz Jalics. “El quería que desaparecieran totalmente.” Los periodistas piden opiniones sobre la posible elección del ex jefe jesuita. Pérez Esquivel responde con seguridad: “Un papa tiene que tener definiciones muy claras, muy concretas. Bergoglio es un hombre inteligente, es un hombre capaz, pero es una persona ambigua. Espero que el Espíritu Santo ese día esté despierto, y no se equivoque”.
El 18 de abril, los 115 cardenales se encierran en la Capilla Sixtina. Los temores de Pérez Esquivel están cerca de concretarse. Según su autobiografía, El Jesuita, Bergoglio fue el principal competidor de Joseph Ratzinger, quien resultó electo cuando el argentino decidió “dar un paso al costado” y pedir a todos que votaran por el alemán. Pérez Esquivel puede respirar tranquilo. El Espíritu Santo se mantuvo despierto, y el cardenal ambiguo que consideraba comunistas, subversivos, terroristas a quienes hacían trabajo social, vuelve a Buenos Aires como Arzobispo y presidente de la Conferencia Episcopal, mientras Ratzinger comienza su pontificado como Benedicto XVI.

Ocho años no es nada

En 2010, la revista alemana Der Spiegel proclama “el papado fallido” de Benedicto XVI y anticipa su posible alejamiento y retiro a un monasterio, para hacer penitencia por su fracaso. Al mismo tiempo, en Buenos Aires, Bergoglio publica su libro de autoalabanzas, en respuesta a las acusaciones que yo documenté y que Pérez Esquivel le formuló en aquel programa. El 11 de febrero de este año, el anticipo se concreta. Ratzinger anuncia en latín desde San Pedro que carece de vigor tanto del cuerpo como del espíritu para ejercer su ministerio y que lo abandonará a partir del 28. El 12 de marzo los cardenales se encierran bajo los frescos bíblicos de Miguel Angel y al día siguiente la chimenea arroja el esperado humo blanco. Bergoglio se asoma a la ventana histórica y anuncia en un italiano campechano que ha elegido el nombre de Francisco, porque un cardenal amigo le pidió que no se olvidara de los pobres. Ahora que el Espíritu Santo se distrajo como él temía, ¿qué dirá Pérez Esquivel? Su primera declaración afirma que otros obispos colaboraron con la dictadura, pero no Bergoglio, que a lo sumo no fue demasiado enérgico en la defensa de los derechos humanos. El Papa lo invita a visitarlo. Alguien muy parecido a Pérez Esquivel se reúne con Francisco en el Vaticano, el jueves 21. Hablan de la pobreza y de los derechos humanos, que no se agotan en los juicios por los crímenes dictatoriales, y se despiden con un porteño abrazo. Al salir, con la cúpula de San Pedro a sus espaldas, el visitante recibe a los periodistas. Está radiante de satisfacción. “Quizá Bergoglio no acompañó en la lucha, pero sí hizo una diplomacia silenciosa. Creo que Verbitsky comete muchos errores con acusaciones de ese tipo”, dice. ¿Qué ha ocurrido? ¿Es posible que un impostor se haya hecho pasar por el Premio Nobel de la Paz y haya engañado a la seguridad vaticana, al Papa y a los periodistas y que imite tan bien la voz característica del fundador del Serpaj? Mientras se esclarece si era él o no, son útiles algunas precisiones. Los cargos los formularon las víctimas de los secuestros de mayo de 1976. Yo me limité a reproducir lo que los tres escribieron (Yorio en una carta dirigida en 1977 al superior general de la Compañía de Jesús a través de su asistente; Mignone en su libro Iglesia y dictadura, de 1986, y Jalics en su obra de 1994, Ejercicios de Contemplación. Introducción a la forma de vida contemplativa y a la invocación a Jesús). También publiqué la versión autoindulgente de Bergoglio y entrevisté a Yorio, a Jalics y a la viuda de Mignone, Angélica Sosa, de modo que mi presunto error no estaría en los hechos, sino en haberlos publicado. Entramos en el terreno del delito de opinión. Distinto es el caso de Alicia Oliveira, que siempre ha dicho lo mismo de su amigo, padrino de bautismo de uno de sus hijos, porque vio a Bergoglio ayudando a sacerdotes en riesgo, está convencida de que en todos los casos actuó del mismo modo y considera infame cualquier demostración en contrario. Para estar a tono con el momento, perdono todo lo que ha dicho, pero no puedo tomarlo como un aporte al debate. Ella ya sostuvo la misma polémica con Mignone y cuando escribí sobre el tema consigné con todo detalle la posición de cada uno, con el respeto que ambos me merecen, igual que Pérez Esquivel. Para salir de dudas, se incluye aquí el link a la entrevista de 2005 en la que Pérez Esquivel reza para que no sea electo ese hombre ambiguo que denuncia el trabajo social como subversivo y terrorista (http://youtu.be/Qu2iET8fc5s). No hay mucho más que decir.

Tras un manto de neblina

De tanto en tanto, la sociedad argentina es atacada por raptos de euforia en los que un tema central reclama la unanimidad de las voluntades y la exclusión de los disidentes, como si su mera existencia ofendiera la exaltada sensibilidad colectiva. Ese poder hipnótico parece capaz de abolir diferencias, historias personales e intereses sociales. El que no salta es un inglés, o un holandés, o un cuerpo extraño a la Nación y enemigo del pueblo.
Los hijos de dos queridos compañeros pasaron en mi casa la tarde del invierno de 1978 en que terminó el campeonato mundial de fútbol. Una oleada humana con banderas bloqueaba las calles y en gran parte de la ciudad no circulaba el transporte. El nene, de cuatro años, caminaba aferrado a mi mano. Desde abajo miraba con recelo ese espectáculo desconocido. La nena, de un año y medio, pidió una banderita, con la que montada sobre mis hombros se sumó a la algarabía. Cuando llegamos caminando a la casa donde vivían, estaba el televisor prendido y la abuela repetía pasos de comparsa con una vincha y una bandera.
–Ahora que llegaron voy a salir yo a festejar, para que en Europa vean que aquí no corren ríos de sangre –dijo.
Sólo atiné a responder:
–¿No corren?
El hechizo se disipó y reaparecieron los contornos de la realidad brutal: el altar en la ventana, consagrado al padre de los chicos, asesinado nueve meses antes por el Ejército, velas encendidas y la carta de la madre, con el cuento infantil que le permitieron dibujar en el campo de concentración del que jamás regresó.
El obispo José Miguel Medina defendió los miles de millones de dólares que costó organizar el torneo, por “haber reflotado la argentinidad”. Sobre todo le entusiasmaba el uso de los colores de la bandera, que hizo “brillar por su ausencia los símbolos extraños de cierto rojo y de ciertas estrellas”.(1) Los católicos liberales de la revista Criterio (que dirigía el sacerdote Rafael Braun Cantilo, amigo de la familia Zorreguieta y confesor de la princesa Máxima, y en cuyo consejo asesor participaban el crítico de arte de Clarín, Fermín Fèvre, y el ahora columnista de La Nación Natalio Botana) objetaron que las denuncias sobre los campos clandestinos de concentración eran parte “de una batalla sobre la opinión pública”. (2) Interpretaron los festejos como “una opinión colectiva respecto de la forma en que era tratada, y maltratada, la patria en el extranjero. Una suerte de razón pública expresó su hartazgo por la crítica grosera, interesada o de mala fe”.(3) El ex decano de la Facultad de Teología de Buenos Aires y luego obispo Carmelo Giaquinta reflexionó en forma implacable sobre su conducta de aquel día, cuando festejó en la calle con sus alumnos al grito de El que no salta es un holandés. “¿Posible? Yo, que en mi vida fui sólo dos veces a la cancha, que apenas entiendo una pizca de fútbol, gritando como un estúpido, haciéndome cómplice del silencio que con ese triunfo se tendía sobre todos los crímenes de lesa humanidad. Merecería un tribunal como el de Nüremberg. [...] La misma Comisión episcopal de Migraciones y Turismo, ¿cómo no fue más crítica de la situación y sacó, en cambio, una declaración de apoyo al Mundial? [...] No tuvo que haber olvidado jamás que el escenario del Mundial era esta Argentina que tenía la obligación de estar de luto”. (4)
No sólo en las calles se gozó la fiesta de todos. El 29 de junio, el nuncio apostólico Pio Laghi reunió al Episcopado con la Junta Militar, algunos generales de la represión y dirigentes políticos. –Es la resurrección de la clase media –comentó el cardenal Raúl Primatesta.
–Es que antes la calle era de otros –completó Videla. (5) Varias veces, Laghi usó esos contactos para interceder por algunos casos especiales, como el licenciado en Letras Carlos Grosso, profesor en la Universidad jesuita de El Salvador. Grosso fue secuestrado durante el campeonato mundial y su empleador, Franco Macrì, intercedió por él ante el nuncio. Luego de una consulta, Laghi respondió que Grosso sería liberado en cuanto se borraran las huellas de las torturas que había padecido. Así fue. (6)
Aquella locura colectiva se repitió en 1982 con el desembarco en las islas Malvinas, apenas dos días después del salvaje castigo a una manifestación por pan, paz y trabajo. Hasta los perseguidos por la dictadura festejaron y ofrecieron su colaboración para la empresa patriótica, sin importar que el Comandante-Presidente fuera el ex jefe del campo de concentración rosarino de la Quinta de Funes y que los oficiales jefes que condujeron a las tropas hubieran participado en la represión clandestina, entre ellos Alfredo Ignacio Astiz y Mohamed Alí Seineldín, sobre quienes los apologistas inventaron historias conmovedoras, como la resistencia clandestina de los inexistentes Lagartos o los rezos que detuvieron la tempestad y llevaron a bautizar el operativo bélico como Virgen del Rosario. Mientras aquí se celebraba un ficticio reencuentro de pueblo y Fuerzas Armadas, desde su exilio europeo Raimundo Ongaro hacía llegar advertencias sobre lo que estaba por ocurrir, que nadie tenía interés en escuchar. Quienes sentían en forma más aguda ese extravío eran los soldados que fueron expedidos a las Malvinas sin vestimenta ni equipamiento adecuados, cuando escuchaban por la radio las versiones triunfalistas sobre lo que estaban padeciendo e incluso el entusiasmo que se extendía a los partidos del nuevo campeonato mundial, que se jugó en los días de la batalla. Pero llegó la resaca, como llegará ahora, y lo que quedó de aquellas jornadas fue la foto de una solitaria Madre de Plaza de Mayo en medio de la muchedumbre con un cartel que decía: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”.
(1) AICA, Boletín 1128, 3 de agosto de 1978, p. 10.
(2) “Vivir el Mundial”, Criterio, N 1789, 8 de junio de 1978.
(3) “Un triunfo para la paz”, Criterio, N 1791, 13 de julio de 1978.
(4) Carmelo Giaquinta, “Un obispo se confiesa”, revista Umbrales, editada por los padres dahonianos, Nº 62, mayo de 1996.
(5) “La calle era de otros”, Extra, Nº 157, julio de 1978.
(6) Luis Majul, Los dueños de la Argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 1992, p. 139.


 http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-216484-2013-03-24.html


Papamanía



 Por Horacio Verbitsky
El campeonato mundial de fútbol y la invasión a las Malvinas ocurrieron durante la última dictadura, que los manipuló con su propaganda abrumadora. Hoy, en cambio, existen un gobierno legítimo y una oposición activa, funcionan el Congreso y la Justicia y la prensa es libre de publicar lo que le plazca. Pese a ello, la Papamanía de la última semana pertenece al mismo orden de cosas de aquellos episodios de hace tres décadas. Hasta se dispararon las ventas de remeras y bijouterie con cruces. Tanto el gobierno como la oposición coinciden en cortejar al nuevo obispo de Roma, de un modo tan desembozado que ayuda a entender por qué en otros períodos de la historia la Iglesia se sintió con derecho a intervenir en la vida política del país. Para unos será el líder espiritual que respalde las políticas de lucha contra la pobreza que lleva adelante; los otros se ilusionan con que fulmine al kirchnerismo con el mismo anatema que Perón lanzó en 1974 contra la tendencia revolucionaria. Son razonamientos tan ingenuos y prepolíticos como los de quienes imaginaban que el color de la piel de Obama cambiaria las políticas de Estados Unidos. Así avalan, aunque no se lo propongan, la concepción integrista de la religión, que debe manifestarse en todos los aspectos de la vida, tanto privada como pública. Cuando las olas del tsunami se retiren, llegará el momento de ver qué zonas fueron las más dañadas. Los grandes medios transmitieron en cadena durante varios días y no se cansaron de publicar semblanzas apologéticas del nuevo pontífice. En cambio, sólo se ocuparon de los antecedentes del ex jesuita para desacreditar a quienes los investigaron, con las mismas falsas acusaciones personales a las que recurrió el menemismo hace veinte años por las publicaciones sobre la corrupción en su gobierno. El torneo de adjetivos descalificatorios brinda un triste panorama del estado del arte aquí y ahora. También dejaron involuntarias constataciones de aquello mismo que intentaban negar. En Clarín, Sergio Rubin, amigo de Bergoglio y coautor de su autobiografía, entrevistó al presidente de la Comisión de Comunicación Social del Vaticano, monseñor Claudio Celli, quien se explayó sobre las virtudes de su nuevo jefe. Celli pasó muchos años en la Argentina, como secretario de Pío Laghi en la Nunciatura Apostólica. Allí recibió a las Abuelas de Plaza de Mayo, que le llevaron su reclamo por los nietos detenidos-desaparecidos. Les dijo que no se preocuparan, ya que se habían pagado cuatro mil pesos por cada uno, (1) lo cual demostraba que estaban con gente de muchos recursos. Así, “los chiquitos jamás padecerán las privaciones que impone la pobreza. Tienen el futuro asegurado”. (2) No es de asombrar. En aquella época Rubin actuaba como vocero paralelo de Primatesta y escribía en la revista Esquiú, donde se afirmó que las desapariciones eran simuladas en la arquidiócesis de París. (3) En cambio, la prensa internacional ahondó en el caso, con investigaciones propias. Para el New York Times, Francisco comenzó su papado con “ecos de la guerra sucia”, y reprodujo fragmentos de la carta de Orlando Yorio al Prepósito General jesuita, en la que pone en duda la honestidad de Bergoglio. En la revista Newyorker, Jon Lee Anderson escribe sobre “El Papa Francisco y la guerra sucia”, que “el Papa de los humildes, como le gustaría ser conocido, es un argentino de turbio pasado”. Después de contar su historia, concluye que “tiene mucho que aclarar sobre cómo pensaba, cuál fue su comportamiento y qué hizo durante la guerra sucia”. El sitio progresivo Salon.com se pregunta desde el título si el papa Francisco es un fraude y responde que su atractiva personalidad se ensombrece por su relación con la dictadura militar y por actitudes sobre la homosexualidad, que bordean el discurso del odio. La familia de Jalics le dijo al diario conservador alemán Frankfurter Allgemeine que Bergoglio era el superior contra el que Franz sentía impotencia e ira porque “había prestado falso testimonio sobre nosotros”. El hermano de Jalics dijo que Ferenc (que es el nombre húngaro de su bautismo) “estaba convencido de que Bergoglio los había delatado a él y a Yorio a la junta militar al indicar que en el Bajo Flores se escondían guerrilleros. Esa acusación la pronunció varias veces en el círculo familiar”. El hermano le escribió al nuncio apostólico y a Bergoglio: “He oído que usted y mi hermano habrían tenido diferencias de opinión en materia religiosa, social y política. Eso es normal. Pero no puedo imaginarme que como hijo de San Ignacio no vaya a intentarlo todo para liberarlo. Inténtelo una y otra vez”. Bergoglio le respondió en latín, el 15 de setiembre de 1976, que “las dificultades que su hermano y yo hemos tenido a lo largo de la vida religiosa no tienen nada que ver”, que lo amaba como a un hermano y que estaba haciendo gestiones para que fuera liberado. Según la periodista Marie Katarina Wagner, luego de un encuentro en el que Bergoglio le pidió disculpas, “Jalics quemó todos los documentos de la época”. El Washington Post tituló su nota “Por qué algunos argentinos son escépticos sobre el rol del papa Francisco en la guerra sucia”. En el diario italiano Il Manifesto, el profesor de Sociología Claudio Tognonatto constató que “de repente, no se puede decir, por ejemplo, que Bergoglio (que ya no es él, sino el papa Francisco), miente acerca de su pasado. Existen principios en la realidad que hay que respetar y por principio el papa no miente. Magia. Cuando un hecho histórico no nos gusta, lo eliminamos. Magia, solo magia porque por desgracia, los testimonios de las víctimas existen y también los documentos. No se trata de a favor o en contra, de hacer un discurso equilibrado, ecuánime, para describir una figura. Cada uno tiene un pasado, una biografía, y es responsable, ésta es la modernidad. Los hechos nos atan a lo real. Desgraciadamente los testimonios, las torturas y los desaparecidos son reales. Demasiado reales. Los militares pendientes de proceso por crímenes contra la humanidad, que se han presentado al tribunal con los colores del vaticano en el pecho para celebrar el nombramiento de su amigo, lo confirman. La realidad es una construcción social, pero la historia no está hecha de ficciones”. El hermano de Yorio, Rodolfo, le dijo a la revista alemana Spiegel: “Conozco gente a la que ayudó. Eso es lo que revela sus dos caras y su proximidad con el poder militar. Era un maestro de la ambigüedad. Cuando el Ejército mataba a alguien, Bergoglio se lo sacaba de encima, cuando se salvaba alguien, era él quien lo había salvado. Por eso hay gente que lo ve como un santo y otra que le teme”. En su blog, que escribe en París, Marie-Monique Robin (autora de Escuadrones de la Muerte y de El mundo según Monsanto), transcribió fragmentos de la última entrevista concedida por Yorio antes de su muerte: cuenta que Bergoglio los presionó para que renunciaran voluntariamente a la Compañía, porque no quería asumir la responsabilidad de darles la orden de hacerlo. Yorio firmó el pedido, pero nunca obtuvo respuesta, así como no consiguió un obispo que lo recibiera. Allí donde iban, les decían que había graves acusaciones secretas contra ellos y cuando preguntaban cuáles eran “nos decían que habláramos con el provincial de la Orden”. En Roma, adonde viajó luego de cinco meses de cautiverio y torturas, el secretario del General de los Jesuitas “me abrió los ojos”. Ese jesuita colombiano, el padre Cándido Gaviña, “me informó que yo había sido expulsado de la Compañía. También me contó que el embajador argentino en el Vaticano le informó que el gobierno decía que habíamos sido capturados por las Fuerzas Armadas porque nuestros superiores eclesiásticos habían informado al gobierno que al menos uno de nosotros era guerrillero. Gavigna le pidio que lo confirmara por escrito, y el embajador lo hizo”.
(1) María Isabel Chorobik de Mariani, testimonio ante la Cámara Federal de La Plata en el Juicio por la Verdad, 7 de abril de 1999.
(2) Historia de las Abuelas de Plaza de Mayo, pp. 3233.
(3) “Una misa inoportuna”, Esquiú, 26 de febrero de 1978.

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