sábado, 16 de marzo de 2013

Éramos pocos y cayó Francisco



La elección de Bergoglio como Papa fue más celebrada  por la oposición que por el gobierno.

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La elección de Jorge Bergoglio como Papa, se celebró más en el viejo Palacio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, en la Casa de Gobierno de La Plata y en el barrio de Boedo, que en la Rosada. La euforia de Elisa Carrió por la elección de su confesor,  el alborozo de Daniel Scioli y de Gabriela Michetti por el encumbramiento de un frecuente interlocutor y el regocijo de la hinchada de San Lorenzo por la entronización de un hombre que guarda como tesoro un pedazo de tablón del viejo Gasómetro, contrastaron con la felicitación protocolar de Cristina Fernández,  así como con la moderada reacción de los bloques oficialistas del Parlamento Nacional y la legislatura porteña.   
La oposición política local se manifestó unánimemente complacida: un Papa argentino y antikirchenrista, es una noticia soñada. Pero en el oficialismo hubo diferencias: Luis D'Elia cree que fue "colaboracionista" de la dictadura, el Chino Navarro le reconoce su lucha contra la pobreza, Emilio Pérsico  reivindicó su tarea en las villas miseria y el vicegobernador Gabriel Mariotto lo considera "un Papa peronista". 
Los dirigentes de Derechos Humanos tampoco coinciden: unos lo acusan de no haber protegido a dos jesuitas "villeros" apresados durante la dictadura y otros dicen que los defendió ante Videla y Massera. Estela de Carlotto considera que "pertenece a la Iglesia que oscureció el país"; Graciela Fernández Meijide lo desvincula de la dictadura y Adolfo Pérez Esquivel cree que "no fue cómplice, pero le faltó coraje para reclamar con mayor fuerza". Lo cierto es que no se ocupó de consolar a los familiares de las víctimas.         
De todos modos, a Francisco no le debe haber causado ninguna gracia, que el ex represor Luciano Benjamín Menéndez apareciera en sede judicial, junto a camaradas enjuiciados, con escarapelas papales. La alegría de los represores explica en parte la reticencia del oficialismo.    

CUENTAS VIEJAS. Las diferencias del peronismo con la Iglesia son añejas. Juan Domingo Perón impulsó una ley de divorcio y fue excomulgado. Aviones con la insignia de Cristo Vence bombardearon Plaza de Mayo en junio de 1955. El kirchnerismo coincide con los organismos de Derechos Humanos en su crítica a la actuación de la cúpula de la Iglesia en la última dictadura, que se mantuvo en silencio cómplice mientras se cometía un genocidio en sus narices. El nuncio apostólico, Pio Laghi, conocía en 1976 los planes militares antes que cayera Isabel. 
Cuando Néstor Kirchner entró a la Casa Rosada como un sobreviviente de "la generación diezmada" y proclamó que no dejaría sus convicciones en la puerta, llevaba esa carga en su mochila. 
PRIMEROS ESCARCEOS. Durante una ceremonia religiosa realizada en 2005, el entonces vicario castrense, monseñor Antonio Baseotto, desarrolló la teoría de los dos demonios que reparte responsabilidades entre la guerrilla y los militantes populares por un lado, y los represores militares por el otro, lo cual provocó el desagrado del presidente Kirchner.  Horrorizado por el reparto de profilácticos que el ministro de Salud, Ginés González García,  realizaba en escuelas y hospitales, Baseotto sumó otro desencuentro: "Quienes escandalizan a los pequeños, merecen que le cuelguen una piedra de molino al cuello y lo tiren al mar". Si bien utilizó palabras atribuidas a Jesús, cometió el pecado de mencionar la cuerda en la casa del ahorcado. Kirchner no se anduvo con chiquitas y le pidió al Papa que  removiera al obispo castrense, pero Juan Pablo II se negó. Como comandante en jefe de la Fuerzas Armadas, Kirchner echó al obispo y le suspendió el sueldo de unos 1500 dólares, lo cual generó un conflicto de jurisdicciones con el Vaticano. Baseotto renunció en 2006. 
Aunque Kirchner no lo explicitó, Bergoglio sospechaba que el presidente tenía una actitud pro legalización del aborto. Ex militante de la derecha peronista encuadrada en Guardia de Hierro, Bergoglio conocía el pensamiento que campeaba mayoritariamente  en la Tendencia Revolucionaria acerca del aborto. 
A poco de asumir, el santacruceño entrevistó al prelado para establecer una relación al menos cordial, pero en el primer tedeum en la catedral metropolitana, el arzobispo porteño irritó al presidente al criticar al gobierno por su "exhibicionismo y los anuncios estridentes". 
En 2005, Bergoglio mantuvo otra diferencia con el gobierno al acompañar ostensiblemente a los familiares de las víctimas de Cromañón, que reclamaban la cárcel para el jefe de Gobierno de la Ciudad, Aníbal Ibarra, mientras el gobierno nacional apoyaba al alcalde que fue finalmente removido.      
El santacruceño comenzó a rumiar en privado que Bergoglio era "el jefe espiritual de la oposición" y suspendió su participación en los tradicionales tedeum en la catedral metropolitana. El obispo confirmó meses después que los puentes estaban rotos: "No hay relación entre la Iglesia y el gobierno", dijo.  
Bergoglio impulsó desde el principio del kirchnerismo documentos episcopales con menciones de condena a la pobreza, lo cual parece un avance para una Iglesia que acalló la desigualdad bajo gobiernos que la agudizaban. Pero no hubo en cambio, reconocimientos claros de los avances sociales promovidos por el kirchnerismo desde 2003 a la fecha.  En esas declaraciones, el gobierno que más hizo por reducir la pobreza desde 1983, aparecía como el responsable.    
Kirchner mandó un misil público: "Nuestro Dios es de todos. Pero cuidado, porque el Diablo llega a todos, a los que usan pantalones y a los que usan sotanas". No se volvieron a ver.

LA ERA CRISTINA.  Cuando le tocó el turno a Cristina, se suponía que podrían limarse las diferencias. Hubo una primera reunión formal en el marco de la Conferencia Episcopal, que abrió el camino del diálogo. Pero cuando estalló el conflicto con el campo, Bergoglio se alineó con la oposición, ya que le pidió a Cristina "un gesto de grandeza", que no le pedía a los ruralistas. Para rematarla, se reunió con Julio Cobos, tras su célebre voto no positivo. No había vuelta atrás.  
La presidenta siguió entonces el camino de su predecesor al eludir los tedeum en la catedral metropolitana, pero las diferencias se ahondaron aún más cuando el kirchnerismo apuró la sanción de la ley de matrimonio igualitario y la de indentidad de género. La distensión no llegó siquiera cuando Cristina no apoyó los proyectos para despenalizar el aborto en el Congreso Nacional. Hace años la presidenta no ve al cardenal en la Argentina. Ahora lo verá  Papa en Roma.  
  
¿QUIÉN ES FRANCISCO? Con el nombre del cura de los pobres de Asís, el nuevo pontífice inicia su papado en medio de apreciaciones encontradas: aparece como un conservador en la Argentina y como un progresista en el Vaticano. No pocos observadores de Roma creen que será un renovador de la Iglesia, pero Bergoglio practicó como obispo una profunda ortodoxia doctrinaria. Para algunos dirigentes locales y familiares de las víctimas del terrorismo de Estado fue cómplice de la dictadura y para otros, como máximo,  desatendió a los perseguidos. Todos le atribuyen una profunda preocupación por la pobreza, pero enfrentó al gobierno que más hizo para reducirla. Para quienes habitan este costado del mundo, la clave que lo definirá será su caracterización política en el mundo terrenal, será su actitud frente a los procesos de cambio que vive América Latina. No se le exigirá que produzca transformaciones radicales, pero muchos ruegan a Dios que al menos no las frene.   -

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