jueves, 10 de marzo de 2011

Pareto y el miedo de los anticuarios

El hecho de que una muchacha estudiante de Derecho de La Plata sea presidenta de la Nación y, además, ose plantarse de frente a las viejas élites y decirles que el Estado no responde a las corporaciones es un hecho subversivo de un alcance inmenso. Significa que en la Argentina todo sigue siendo posible.
 
Por qué el peronismo y su mejor interpretación actual, el kirchnerismo, encuentran tanta reacción, tanta resistencia, tanto odio por parte de los pensadores y los voceros de lo estatuido? ¿Por qué los intelectuales orgánicos de los grupos económicos  –ya se admitan liberales conservadores, o crean ser liberales progresistas o american liberals– salen con los “tapones de punta” contra lo “emergente”, las juventudes, las generaciones en ascenso? Sencillo. Porque nadie como ellos ha podido cuestionar en términos concretos, reales y desde la acción, los privilegios a los que se aferran los dueños del poder de turno en la Argentina.

Nadie –ni siquiera la izquierda marx(c)iana que con su parafernalia discursiva se ofrece como la única y verdadera clase revolucionaria– ha logrado generar mayor movilidad social y mayor circulación –acecho, acceso y decadencia– dentro de las élites gobernantes.

Unas semanas atrás, el director del diario Perfil, Jorge Fonteve-cchia, –a quien le guardo afecto ya que trabajé en la primera experiencia de su diario en 1998 y con quien, considero, desde esquinas ideológicas diferentes compartimos una honestidad intelectual que no nos libra de equivocaciones ni garantiza razón, pero al menos nos permite la convicción de lo que sostenemos– escribió una nota sobre los cambios generacionales y citó al filósofo político italiano Vilfredo Pareto, cofundador junto con Gaetano Mosca de la teoría de las élites.

La columna aplicaba Pareto a un tema menor como la forma en que hacemos periodismo en la Argentina; un debate en el que abundan hipocresías de todos lados, mezquindades, malas intenciones, aprietes publicitarios, presiones en las imprentas, en los métodos de distribución, desigualdades en las pautas públicas –pero también en las privadas– mentiras ideológicas, líneas editoriales, susceptibilidades personales. La nota intentaba reducir las cuestiones ideológicas a favor de la “verdadera razón del debate”: la ambición mezquina y mefistofélica de las nuevas generaciones.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Convengamos que la foto que pusieron de Cristina no es la ideal para mostrarla como heróica combatiente conra las demoníacas elites que supieron manejar nuestro país. Sale bastante cajetilla en esa foto.