Por Agustín Rodríguez
El kirchnerismo no existe. Déjenme explicar esta afirmación tan atrevida, que a priori se parece más a un insulto contrera que a un elogio militante, siendo esta última mi intención. Cuando empezó a rodar allá por el año 2003 lo que en un principio fue una pequeña bola de nieve, creo que nadie imaginó (me incluyo sin lugar a dudas en esto) el tamaño que llegaría a tomar, llegando a ser la expresión más importante de la política argentina en la actualidad. Pero ¿de qué está compuesta esta bola que por momentos pareció tan pequeña y ahora se nos aparece tan grande, casi incontenible? ¿Fue una nevada repentina lo que la hizo crecer o una acumulación constante y casi imperceptible (hasta que no lo fue más, claro) de copos?
No creo estar a la altura de poder hacer un análisis sociológico/político/cultural para poder responder a estas preguntas (esto se los dejo a otros compañeros más capacitados en estas cuestiones). Lo que si creo poder hacer es contarles mi visión personal del asunto, no pretendo más ni menos que eso.
Muchos de nosotros nos empezamos a sentir identificados con este movimiento por cuestiones puntuales. En mi caso me fui acercando por el conflicto que desató la 125, y en este acercamiento encontré con el tiempo la más diversa variedad de personas, cada una atraída por algo distinto, de distintos lugares y con distintas historias, aunque con ganas también de conocer las motivaciones y las ideas de los demás. El que entró por la puerta “Ley de matrimonio igualitario” se encontró con el que entro por “Asignación universal por hijo”, y los 2 descubrieron y aprendieron cosas del otro que tal vez nunca hubiesen aprendido. Lo mismo con el que entro por “Protección a la industria nacional” y el que entró por “Derecho humanos”, el de “125” y el “Redistribución de la riqueza”, y así tantos otros. Conociéndonos empezamos a hacernos una imagen más clara de lo que se trataba todo esto, todo este movimiento; porque no era necesario suponer o imaginar, el otro nos mostraba lo que ya estaba ahí, lo que era y lo que es y lo que mañana cambiará y será otra cosa. Nos mostraba lo que se hizo y lo que falta por hacer también.
En esta bola de nieve que no para de crecer no todos los copos somos blancos. Ni somos todos azules, ni todos rojos. Somos un colage de gente de todos los colores. La cuestión con la gente es que tiene la costumbre (molesta para algunos, bellísima para otros) de no quedarse quieta, de mantenerse en movimiento constante, ya sea por incorporación de copos nuevos, como por transformación de los ya existentes (aunque probablemente sean las dos cosas que acontecen en simultaneo). Así, la alegría de conocer algo por primera vez conlleva el desafió de tratar de entenderlo, de aceptarlo y de hacerlo parte nuestra, aunque esa parte pueda ser nuestra parte contradictoria.
El kirchnerismo no existe. No existe como ideal estático, ni como receta infalible, ni como estatua de un pasado mejor que vuelve, ni como doctrina a seguir. Existe en Agustín, en Milagros, en Juan, en Pedro y en Luis. Existe en nosotros y así como nosotros cambiamos no es extraño que el conjunto cambie (parafraseado la canción). Están en esos cambios los sueños y las posibilidades, las sorpresas y las repeticiones, la alegría y el fracaso (tal vez el único fracaso verdadero sea no cambiar), y todo lo que nos espera en este lugar en el mundo en el que hemos decidido estar.
1 comentario:
Agu, te conocí de pichón!!!! Comparto tus acertadas palabras
Sole
Publicar un comentario