El Watergate que no fue
“¿Quién puede ser el hijo de puta que
puede creer que esto me benefició?”, Malena Galmarini de Massa, sin
filtro, después de que se supiera que el prefecto ladrón era un conocido
de la familia.
Con el infeliz episodio del prefecto que
entró en el country Isla del Sol y se llevó la caja fuerte de su casa en
un carrito ante las cámaras de TV del municipio de Tigre, Sergio Massa
comprobó que por fuera de la amabilidad conveniente de Clarín y La
Nación, su figura quedó asociada a un incómodo interrogante, cuando
faltan pocos días para las PASO. De mínima, puede decirse que tuvo un
comportamiento infantil, que manejó mal la situación. De máxima, que
subestimó la inteligencia de un electorado que detesta las
manipulaciones, porque ahora se sabe que el presunto ladrón que –en su
versión– habría introducido el maléfico Sergio Berni en su domicilio es,
en realidad, un viejo conocido suyo, de su mujer, de su jefe de campaña
y un habitué del barrio amurallado donde vive.
Desde que Horacio Verbitsky informó que 15 días atrás Massa, el
hombre de la seguridad en VHS, evitó hacer público que fue víctima de un
robo para no quedar abochornado ante los votantes, el comité de campaña
del tigrense ensayó una estrategia de control de daños que, lejos de
ser efectiva, lo hundió en una desopilante comedia de enredos donde el
candidato, hay que decirlo, se llevó la peor parte: la duda.
El lunes, su comité lo obligó a dar una conferencia de prensa, en
compañía de su familia, para decir que el robo no era un robo, sino algo
mucho más grave: "Se equivocaron si creyeron que nos íbamos a asustar."
¿Quiénes? Habló concretamente de un acto de intimidación del gobierno
nacional. Su suegra, Marcela Durrieu, fue más lejos todavía: acusó al
ladrón furtivo de ser un "oficial de inteligencia" a las órdenes de la
Secretaría de Seguridad. Sí, el prefecto Alcides Díaz Gorgonia, el mismo
que llegó en su propio auto a dar el golpe, disparó contra una cámara,
dejó una vaina servida en la escena del crimen, se llevó luego el arma a
su domicilio, se dejó ver con una campera de Prefectura y hasta tomó
mate con los custodios del country, vendría a ser un espía. Como el
agente 86.
El dramatismo olió a impostura, en realidad. A mise en scène generada
para comunicar que no se trató de un hecho policial, sino de una
operación de espionaje motorizada por el gobierno para hurgar en las
intimidades del candidato opositor y arrebatarle dos pendrives. La idea,
evidentemente, fue instalar a Massa como víctima de un Watergate
criollo. En síntesis, montar una operación mediática para contrarrestar
los efectos del papelón revelado por Verbitsky y además dañar al
kirchnerismo y sacar algún rédito de eso, en la última curva antes del
desafío electoral. Una fuga hacia adelante, con final predecible.
Porque la estrategia estaba destinada a fracasar desde el comienzo.
Massa no supo explicar por qué razón, si fue el gran perjudicado por una
operación urdida en los sótanos de la Casa Rosada, dejó pasar dos
semanas para denunciarlo públicamente. Su versión de que el fiscal Jorge
Magaz se lo pidió suena a cuento. ¿Qué candidato desaprovecharía poner a
sus adversarios bajo un manto de sospecha ante un suceso tan grave, de
tanta trascendencia? Menos que menos, Massa. Tampoco sonó convincente
Durrieu cuando intentó presentar a Díaz Gorgonia como el ejecutor de la
sigilosa maniobra: basta ver sus movimientos torpes, casi chaplinescos,
en las imágenes difundidas por el propio municipio, para advertir que
nunca hubiera pasado el filtro para ser integrante de la Orquesta Roja. Y
menos creíble resultó la historia, cuando el propio Massa se mostró
dolido, hablando de querer proteger a sus hijos, desde el propio living
de su casa, exponiendo sus retratos a tiro de cámara en todos los
canales de noticias.
Pero para comprender en su real dimensión la fallida jugada de su
equipo de campaña, hay que repasar la primera plana de Clarín y La
Nación y sus coberturas del día martes. Clarín tituló: "Termina
complicando al gobierno el robo en la casa de Massa". La Nación, en un
tono menos tajante: "Massa insinuó que el robo fue un intento de
intimidación." Los dos, sin embargo, trabajaron en sintonía buscando
reforzar la idea desplegada en el descargo massista del día anterior y
tratando de dejar mal parado al gobierno en el escándalo. Ricardo Roa,
en su melodramática columna "Del editor al lector" de Clarín, titulada
"Culpable de haber sido robado", quiso ir en ayuda de su candidato, pero
no lo ayudó demasiado recordando la denuncia contra el radical Enrique
Olivera, a quien un dirigente kirchnerista atribuyó cuentas en el
exterior por 2 millones de dólares nunca comprobadas, cinco días antes
de las elecciones de 2005. En aquel momento, el jefe de Gabinete, de
quien dependía el denunciante, era Alberto Fernández. El mismo que, esta
vez, estaba junto a Massa en su conferencia de prensa.
Ayer, Joaquín Morales Solá y Eduardo van der Kooy salieron a sostener
al candidato de sus empresas. El primero se preguntó: "¿Estaba acaso el
prefecto haciendo inteligencia dentro del barrio donde vive Massa? Si
se convierte a la víctima en culpable estamos ante una perversión de la
lógica. Un intendente que es lo que es Massa no tiene poder sobre
ninguna fuerza de seguridad." Y el segundo, agregó: "El asalto en la
casa del intendente de Tigre desplazó de la campaña los temas de
corrupción. Los argumentos de Massa parecen más creíbles ante la
historia de oscuridades de los funcionarios cristinistas."
Todo tomado con alfileres, y con mucho prejuicio, alrededor de la
dependencia orgánica de Díaz Gorgonia y de la Prefectura Naval del
Ministerio de Seguridad. Como si fuera un desconocido para el massismo.
Eso que ocultaron o minimizaron, precisamente, vuelve difícil de creer
lo que Massa dijo sobre el supuesto robo. Tan inverosímil resultó que
terminó cediendo: "No voy a hablar más, quieren meterme en el barro."
¿Cómo? ¿Es víctima de un Watergate y elige callarse? ¿O, finalmente,
algo salió mal y conviene que el tema no se agrande?
Las crónicas internas de los dos diarios hegemónicos, para peor,
siguieron omitiendo información relevante que el secretario Berni había
ofrecido a todos los periodistas la noche del lunes, en otra conferencia
de prensa, replicando la fantástica teoría del Watergate K.
Berni distribuyó una carpeta donde consta que Juan José Álvarez,
actual jefe de campaña de Massa y ex integrante de la SIDE en la época
de la dictadura, conoce al menos desde 2002 –cuando se desempeñaba como
secretario de Seguridad Interior del gobierno de Eduardo Duhalde–, al
prefecto Díaz Gorgonia, por entonces Ayudante de Primera.
Que los domicilios fiscales de las hijas de Díaz Gorgonia coinciden
con los locales de Rever Pass, de Avenida Cazón 1534, en Tigre, donde se
publicita con grandes carteles la oferta política del Frente Renovador,
locales en cuyo piso superior se realizarían reuniones de este espacio
político, lo cual fue refrendado por vecinos de la zona, y todo a pocos
pasos de la municipalidad.
Que María Martínez, empleada doméstica de la familia Massa, fue
despedida –suspendida en sus tareas, admitió Sergio Massa– el 20 de
julio, día del robo, sin mayores explicaciones. Se afirma que la mujer
sería pareja de Díaz Gorgonia, algo que fue desmentido por ella, aunque
reconoció que el prefecto visitaba la casa con frecuencia.
La declaración testimonial del prefecto principal Roberto Andrés
García, jefe de la Delegación Tigre, que presta servicios adicionales en
el country Isla del Sol, desde 1998, es llamativa. Se le preguntó si
conocía a Díaz Gorgonia. Dijo que sí: "Que los días viernes
habitualmente concurría a Prefectura Tigre para participar de un
almuerzo de camaradería que se realiza en la misma. Durante estas
reuniones Díaz Gorgonia manifestó ser muy conocido de la señora esposa
del señor Sergio Tomás Massa y de este, y además colaboraba con este en
tareas comunitarias, concurriendo asiduamente al barrio Isla del Sol."
Otro testimonio bajo juramento es el de la cabo primero de Prefectura
Graciela Natalia Gacio, furriel de la División Operaciones de Tigre,
que dejó asentado en el expediente que mientras prestó adicionales en el
country, durante todo el año 2012, "el ayudante principal Díaz Gorgonia
ingresaba al mismo sin ningún tipo de inconvenientes (…) Que
generalmente cuando ingresaba se detenía y bajaba de su auto e ingresaba
a la portería y saludaba al portero como así también al personal de
Prefectura con los que charlaba con frecuencia (…) Que luego se
observaba por las cámaras de seguridad que el vehículo conducido por
Díaz Gorgonia se dirigía hacia el lote de la casa del intendente Sergio
Massa. Que todos en el lugar tenían conocimiento de que el ayudante
principal era muy allegado a la familia de Massa (…) Que lo vio entrar
en varias oportunidades, siendo su frecuencia una o dos veces por semana
(…) Que los motivos por los cuales ingresaba el mencionado era por la
familiaridad que existía entre la familia Massa y el ayudante Díaz
Gorgonio (…) Que tiene conocimiento de que este tiene un local de ropa
femenina en la Avenida Cazón, lindante local por medio con la
municipalidad de Tigre."
El ayudante de tercera Andrés Marvezy dijo que se sorprendió con la
detención de Díaz Gorgonio "debido a que siempre se jactaba de ser
acreedor de una relación personal con Sergio Massa". El ayudante mayor
Carlos Schultze declaró en igual sentido: "Que en varias oportunidades
Díaz Gorgonio comentaba que era conocido del actual intendente de la
localidad de Tigre, y que una vez llegó tarde al relevo en la Sala de
Situación y se justificó de su tardanza manifestando que había
participado de una reunión con el mencionado intendente”. El ayudante de
primera Carlos Pasca brindó detalles de la familiaridad entre el ladrón
y sus víctimas: "Tenía una relación cordial con los vecinos del
country, entre los que se destacaba el señor Massa y su señora esposa, a
la que observó que el ayudante Díaz Gorgonio en varias oportunidades
saludaba con un beso en la mejilla (…) Que en varias ocasiones le
manifestó al declarante y a otros integrantes de la Prefectura que tenía
una estrecha relación de amistad con el señor Massa". Hugo Barrios,
otro prefecto, abundó sobre esa relación: "Tenía una relación cordial
con Sergio Massa, con Malena Galmarini, como así también con su empleada
de nombre María Ester Martínez (…) Que por comentario del propio Díaz
Gorgonio sabía que concurría al country a ver al intendente Massa y que
este lo ayudaba con dos locales de venta de ropas que tiene cerca de la
municipalidad." Lo mismo dijeron los prefectos Carlos Scifo y Oscar
Reuniga.
Es decir: Díaz Gorgonio era un viejo conocido de Massa y su entorno.
Esta es una certeza. La única. Para todo lo demás, las versiones que
circulan tanto en la Secretaría de Seguridad de la Nación como en el
Ministerio de Seguridad provincial son temerarias. Hablan de que todo el
episodio del robo fue pactado entre Massa y el prefecto, que se habría
tratado de una operación electoral que se iba a usar el jueves, a horas
de los comicios, pero que la publicación de Verbitsky dejó al desnudo.
Es verosímil. ¿Es probable? No se sabe, aunque el interrogante, por sí
solo, conspira contra el candidato.
A ver: si Massa fue robado, intentó evitar que esto se difundiera y
luego, tras la filtración informativa, montó una operación para zafar
del papelón ensuciando al gobierno con un Watergate de cabotaje y de
paso sacar algún rédito electoral, es grave.
Si, en cambio, armó un falso robo para victimizarse, perjudicar así
las chances electorales del oficialismo y engañar a los votantes con
premeditación y alevosía, es mucho, mucho peor.
Lo primero puede ser una mentira. Lo segundo no tiene nombre.
http://www.infonews.com/2013/08/08/politica-90726-el-watergate-que-no-fue-paso-2013.php
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