Entre cultos y patanes
06/12/12
Por Julio Escoto
Debió viajar al exterior por centésima vez mi viejo camarada Juan Ramón Martínez para contemplar a Honduras desde la afectiva distancia, excepto que hoy por razones de salud —que deseamos mejore pronto— escribe como más sensible, históricamente dolido de un drama que acompaña al país desde su nacimiento y que es la tragedia de sus peores hombres. Pues con marcadas excepciones la república ha sido gobernada por principiantes e improvisadores, incultos e indoctos y por veces patanes, haciendo falta en esa enorme oscuridad colectiva sabios mandatarios, ilustrados estadistas, nobles líderes que impongan a la ética sobre la conveniencia y la ambición.
E incluso por ratos, cuando se logró poner en la primera magistratura a profesionales e intelectuales de merecida fe, su familia y sus áulicos, como en los episodios de Bertrand y Pacán, les viciaron la intención. La estúpida frase de que el poder corrompe y el absoluto absolutamente —estúpida porque la inteligencia rechaza los criterios rígidos y deterministas— es aquí realidad diaria y palpable, a tal grado que debemos convenir en que el problema no es el componente persona sino el componente sistema. Y que mientras no se transforme a este el error persistirá.
Punto vital toca Juan Ramón en su artículo de no sé cuando y que es el de la escasa capacidad relacional (cultural, económica, sociopolítica, filosófica) de los agentes de la política catracha, pues son absolutos ignorantes (aquí sí la ignorancia absoluta ignorantiza absolutamente) de lo que acontece en el resto del orbe y por ende se dedican a ingeniar lo ingeniado y a inventar lo inventado; carecen de referentes.
Dilma Roussef advierte que quitarle dinero en Grecia a la gente (subsidios, pensiones) empeora la crisis estatal y que más bien debe proveerse al pueblo medios para empezar la recuperación. En Honduras la solución única que encuentra el gobierno al espantoso déficit fiscal que lo asalta es decretar más impuestos, es decir arrebatarle más dinero a la gente.
En el entero mundo es obvio que los Estados recuperan sus recursos naturales no renovables, mientras que en Honduras la clase política engaveta la ley de minería ––que procuraría inmensos fondos frescos al país–– y negocia unilateralmente el petróleo ya confirmado en vez de convocar a licitación pública internacional. Entrega a las mineras el oro a promedio de 132 dólares la onza en tanto estas lo venden en el mercado neoyorquino a 1,600 dólares; deja escapar trillones de toneladas cúbicas de agua y oxígeno a los mares y la atmósfera sin el menor esfuerzo por capitalizarlos en las bursas universales; fundamenta su acción financiera oficial en más y más gasto, en vez de ahorro, control y efectividad, así como privilegia, claudicante, a ciertos sectores de poder en perjuicio de otros... Pues, ¿escucharon alguna vez que los militares fueron a huelga porque no les pagan? ¿O que fiscalicen sus operaciones, ahora consideradas ––no importa qué mandrakada ejecuten–– secreto nacional...?
Con lo que uno tiende a sentenciar que el problema de los gobernantes no es la cultura sino la corrupción. Estos son comúnmente educados y saben lo que hace el planeta pero no resisten al soborno ni al enriquecimiento veloz, nomás ascienden al solio se les atrofia la glándula de la integridad. Y por lo mismo son fáciles sujetos de chantaje internacional ya que otros gobiernos confidencialmente mejor informados saben de los sitios donde esconden sus ladronadas y con ello les doblan el brazo de su política interior y exterior.
O sea que, en síntesis, el problema cúspide de este país es ético y de ninguna otra clasificación. Y es tragedia de pueblo, no de mandatarios, pues si no fuéramos todos tan cobardes y permisivos hace siglos que el entuerto se hubiera enderezado. Pero a lo mejor nos gusta así, uno no siempre comprende hasta qué punto llega la perversión humana.
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