miércoles, 24 de abril de 2013

EDUARDO AMADEO. SU CURRICULUM.


Eduardo Amadeo, representante del Americas Society y otros

 intereses de EEUU.


Amadeo fue otros de los que estuvo desde el principio hasta el fin, involucrado en el gran golpe del 2001. Este acomodaticio personaje de bajo perfil, que como buen Pejotista siempre esta a las órdenes del Jefe de  turno, también tiene lustre de banquero. En la década del ’80 fue presidente del Banco de la  Provincia de Buenos Aires. Luego fue diputado nacional, secretario de Desarrollo Social, y secretario de la Lucha contra el Narcotráfico durante la era Menem-Duhalde.
Pero el principal acervo en el currículum de Amadeo no son estos cargos domésticos, sino su carácter de ser el único argentino miembro del Americas Society. Una sociedad norteamericana de altísimo vuelo, que tiene como distinguidos miembros nada menos que a los banqueros David Rockefeller, del JP Morgan – Chase, y a William Rhodes, del Citibank.
Tambien es director de “The American Society of the River Plate”, una organización argentina fundada en 1905, conformada por norteamericanos y argentinos “amigos del quehacer de los Estados Unidos”, que tiene como objetivo fortalecer los lazos amistosos entre Argentina y Estados Unidos. Sus socios son la embajada de los Estados Unidos -por ello la organización está presidida por el embajador norteamericano- y otras organizaciones norteamericanas, siendo sus sponsors las principales empresas norteamericanas, Coca Cola a la cabeza. Uno se pregunta si puede ser representante del pueblo argentino, quién evidencia ser representante de los intereses norteamericanos.
El tremendo poderío de estas relaciones norteamericanas cultivadas por Amadeo, se puso de manifiesto cuando se enfrentó en 1999 con el jefe de la DEA en Buenos Aires, el argentino-norteamericano Abel Reinoso. Este se había tomado en serio su función de luchar contra el narcotráfico, y se quejaba de los mínimos decomisos de drogas que se practicaban en Argentina. Estas declaraciones molestaron sobremanera a Amadeo. Y a continuación Reinoso fue removido de sus funciones de manera fulminante, y se fue de Buenos Aires sin siquiera despedirse de las autoridades.
Por esas razones Amadeo fue el anfitrión que recibió en marzo del 2001, en los álgidos momentos en que se decidía en el gobierno de De la Rua la incorporación o no de Cavallo al gobierno, a la más alta cúpula de los grandes bancos extranjeros. La encabezaba el “emblemático” David Rockefeller, del JP Morgan Chase, secundado por David Muldord, del Credit Suisse – First Boston; Willian Rhodes del Citibank; y Robert Mac Namara, ex secretario del Tesoro norteamericano. Evidentemente la incorporación de Cavallo al gobierno era un paso decisivo para el éxito del gran golpe. Y por eso esos superbanqueros se vieron obligados a apersonarse personalmente en Buenos Aires, para asegurarse que ese objetivo se concretara.
Junto con Amadeo, los otros dos anfitriones de esos superbanqueros, fueron los banqueros Carlos y José Rhom, dueños del hoy liquidado Banco General de Negocios. En él tenían nada menos que como socios a los superbanqueros Rockefeller y Muldford. Sin embargo, confiados en la impunidad que les brindaba estas relaciones, los hermanos Rhom se pasaron de rosca con las maniobras de fuga de divisas de fines del 2001, previas y posteriores a la instalación del corralito. Por eso uno termino encarcelado, y el otro prófugo de la Justicia. No obstante la derogación de la ley de subversión económica -que como se verá a continuación, logró el mismo Amadeo- sumado a la eterna benevolencia de la justicia argentina con los grandes delincuentes de guante blanco, hizo que los hermanos Rhom estén hoy en libertad y disfrutando de los afortunados negocios que realizaron en esa época.
La designación de Cavallo fue recibida ´”eufóricamente” por los superbanqueros norteamericanos de visita en Argentina. El diario Ambito Financiero presentaba incluso a Cavallo como un ahijado dilecto de la Americas Society, que lo había mantenido en los últimos cuatro años, desde que abandonó el ministerio de Economía en 1996. Muchísimo mas poderosa que la Fundación Mediterránea, que lo había lanzado al estrellato nacional. Tras una larga entrevista con el flamante ministro en el hotel Hyatt, donde “se trató entre otras cosas el endeudamiento argentino”, los notables  superbanqueros extranjeros declararon haber tenido una “sintonía muy profunda” con el  entonces flamante ministro. El gran golpe contra Argentina y sus ahorristas estaba en marcha.
Tras la ejecución del gran golpe y la instauración del célebre “corralito”, el país entró en el caos total. El que no amainó hasta la aparición de Eduardo Duhalde como presidente de la Nación, a principios del 2002. Y detrás de Duhalde reapareció Amadeo. Primero como vocero presidencial. Luego como vicejefe de Gabinete. Y posteriormente como embajador en Estados Unidos, su país dilecto. Según el mismo narra en su en su libro “La salida del abismo – Memoria política de la negociación entre Duhalde y el FMI”, fue a lo largo del 2002 el negociador en las sombras con los banqueros, el FMI, y el Tesoro de los Estados Unidos.
Y la verdad que llevó a cabo una magistral tarea… a favor de los banqueros de Estados Unidos. Los mismos que había agasajado a principios del 2001, cuando vinieron a asegurarse de que asumiera Cavallo, el gran artífice del gran golpe. Y Amadeo, junto con Prat Gay, puede decirse que fueron los grandes artífices del encubrimiento del gran golpe.
Para que Argentina entablara de inmediato negociaciones con el FMI, Amadeo lo embocó a Duhalde, con el cuento de que el FMI iba a aportar 20.000 millones de dólares frescos para el salvataje de Argentina. Esa promesa, como la zanahoria del burro, nunca se concretó. Pero sirvió para que, una a una, Argentina fuera cumpliendo con las precondicionalidades impuestas por el FMI y los banqueros, para que estos pudieran dar definitivamente por cerrado el gran golpe del 2001.
Comenzó con el pago de mil palos verdes al sindicato del JP Morgan – Chase por el saldo del seguro de liquides, con el cuento que el default declarado era de la República y no del Banco Central; pese que este había sido el gran perjudicado por ese seguro que en gran parte nunca se cumplió. Luego siguió con la eximición del default a los  Prestamos Garantizados, con los que se había rematado la maniobra. A continuación vino la imposición de que Argentina implementara un salvataje integral a los bancos, único sector que resultó beneficiado con esa medida; pese haber sido los causantes de la enorme crisis.
Trascartón vino la imposición de la derogación  de la ley de subversión económica, que atrapaba legalmente a los banqueros por el vaciamiento del sistema financiero que habían perpetrado. Dicha ley tenía a los banqueros contra las cuerdas de la justicia, dado que no podían explicar que habían hecho de las reservas. Sobre este tópico es obscena la narración que hace Amadeo en una extensa parte de su libro, de los esfuerzos titánicos que realizó para lograr que el Congreso consintiera con esa medida. Para la que mantuvo continuos cabildeos con los banqueros imputados atrapados penalmente por esa ley, y con las autoridades del FMI y Estados Unidos.
Amadeo, tal como él mismo lo confiesa, obró de  consuno con esos tres sectores, como si fuera el más leal y entusiasta cómplice de ellos. Esas solas paginas de su libro descalifican de por vida a Amadeo para ocupar una banca en el Congreso argentino, para la que ahora lo candidatea UNION-PRO. Finalmente Amadeo culminó su faena recomendando e imponiendo a Prat Gay como presidente del Banco Central. Y luego se tomó un reparador descanso como embajador en los Estados Unidos. Tuvo así una descollante actuación en la faena de completar, encubrir, borrar rastros, y asegurar la impunidad del gran golpe perpetrado en el 2001, por lo que se puede colegir a quienes realmente sirvió y sirve este conspicuo candidato socio del Americas Society.
El que elimina la verdad, esconde una deformidad, que tarde o temprano hace su efecto, dice un aserto inglés. Y esto viene a cuento, porque la impunidad e indemnidad a favor de los banqueros que se consagró como salida de la terrible crisis del 2001, dejó, por la enorme desconfianza que introdujo, que no se reparó con el paño sanador de la verdad, un sistema financiero insignificante respecto las necesidades productivas del país.
El mismo hoy se manifiesta impotente como palanca para salir de esta nueva crisis financiera, que asola ahora todo el planeta. La que también tuvo como artífices a los artífices de la crisis argentina del 2001. Lo que hicieron con Argentina, se lo hicieron después al mundo. Y así en forma agravada, Argentina se encuentra hoy doblemente renga para enfrentar la actual situación.

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