La sartén por el mango
Ante el vaciamiento efectuado por los dueños de Alé Alé, sus trabajadores decidieron mantener abierto el local y ganar en partes iguales. La experiencia se repite en otros locales con doscientos trabajadores. El apoyo del Bauen y de los vecinos.
Tomaron el destino de sus vidas en sus propias manos. Ante el panorama desolador que enfrentaron a fin del año pasado, los empleados del restaurante Alé Alé decidieron no rendirse. Y hacer lo que siempre habían hecho: trabajar. Los planes de la patronal eran vaciar la empresa y no pagar nada. Pero se encontraron con la inesperada resistencia de los cuarenta trabajadores que ocuparon el establecimiento y empezaron a gestionarlo por su cuenta. En vez de volverse a sus casas derrotados, lograron mantener sus fuentes de trabajo. Se constituyeron como cooperativa, al igual que los trabajadores de otras tres casas de comida de la misma firma, La Soleada, Mangiata y Don Battaglia. Todos escapando de la situación que vivieron en La Zaranda, un restaurante del mismo grupo que dejó a todos sus trabajadores en la calle, sin un peso de indemnización. Ahora, con el apoyo de la cooperativa del Bauen Hotel y de la Federación de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (FACTA), pelean contra una orden de desalojo impartida por la Justicia y para que su sueño se haga realidad, es decir, nada más y nada menos que seguir trabajando en condiciones dignas.
Andrés Toledo es mozo y fue elegido por sus compañeros como presidente de la cooperativa que constituyeron. Pese a su cargo, sigue trabajando. Se organizan en asamblea y decidieron que todos ganarían en partes iguales. Fue un proceso acelerado, que tuvo su comienzo cuando la plata empezó a faltar. “A principio de 2012 se empezaron a atrasar con los sueldos. Todo el año pasado estuvimos así, nos pagaban con dos o tres meses de atraso, siempre pagándonos de a puchos, por semana. Nos obligaban a firmar recibos de sueldo: si no, la obra social no nos atiende”, recuerda sentado a una mesa del amplio salón del restaurante, ubicado en la esquina de Estado de Israel y Jufré, en el porteño barrio de Villa Crespo.
Son las 15.30 pasadas en un día de semana: acaba de terminar el turno del mediodía y los trabajadores posan para el fotógrafo de Veintitrés con la alegría de estar sosteniendo a sus familias con su trabajo sin patrón. Toledo rememora que “en diciembre de 2012 el personal de administración dejó de venir, al igual que los supervisores. Al socio gerente ya no se le veía la cara”. Se refiere a Sergio José Lipovich, gerente de Alé Alé SRL, la firma a cargo de los cinco restaurantes mencionados, además de Los Chanchitos, otro establecimiento cuyos empleados atraviesan la zozobra de no saber qué ocurrirá con sus puestos. Este empresario de 66 años está domiciliado en la Recoleta. Es dueño de varias constructoras e inmobiliarias. Además, junto a varios familiares suyos, es socio de la firma Jatropha de Poman SA, empresa radicada en Catamarca dedicada a la explotación agropecuaria.
Más allá de los negocios de Lipovich, los trabajadores se encontraron en los primeros días de enero con una situación límite. “Apareció uno de los supervisores diciendo que la casa cerraba, no sabía cuándo podía ser, si en una semana o quince días. Ese fue el detonante de la desesperación de todos los compañeros. Empezamos a rebuscarnos, no sabíamos para dónde correr”, relata Toledo, que cuenta cómo llegaron a la idea de gestionar ellos mismos el restaurante. “Le hicimos un paro para que aparezcan y dieran una explicación. No aparecieron, no daban noticias ni informal ni formalmente. Llamamos a los noticieros y explicamos nuestro problema. Nos llamó el presidente del Bauen y de FACTA, Federico Tonarelli, que nos ofreció ayuda. Nos pusimos en contacto. Hicimos una reunión con los muchachos y nos explicó de qué iba la cooperativa. Nos decidimos a tomar la empresa y gestionarla nosotros mismos, con el asesoramiento de los compañeros que están en lucha hace más tiempo y la tienen más clara que nosotros”. El plan fue sencillo: “Lo importante era mantener el local abierto, no perder la clientela. Sin los clientes, esto no resulta”. Ahora, deben pelear contra la orden de desalojo que emitió el juez Martín Alejandro Christello, del Juzgado Civil 103. “Somos 40 empleados, esto es el sustento de 40 familias. Estamos dispuestos a arreglar con los locadores para pagarles el alquiler, pero ellos prefieren hacer un edificio”, cuenta Toledo. “El restaurante es rentable, alcanza para pagar los alquileres, los sueldos, los impuestos. Se trabaja muy bien. Acá no es que no se trabaja. Los dueños hicieron un vaciamiento, a través de una distribuidora llamada Oja, que cobraba sobreprecios, comprando los insumos mucho más caros”, explica.
Pese al optimismo de los trabajadores, la situación no es sencilla. A los 40 empleados de Alé Alé SRL se les suman los trabajadores de los otros tres establecimientos tomados. En total, son 200 personas en esta situación. Una de las complicaciones es el tema de la jubilación. “En los últimos siete años no nos pagaron aportes jubilatorios, es un robo absoluto”, explica Toledo. Es el caso de Rubén Roberto Gómez, a quien le faltan dos años para jubilarse. Es el cuidacoches del lugar y sabe que si se queda en la calle, no tendrá adónde ir a trabajar. “Tenemos que seguir adelante, espero que ese señor Lipovich piense en nosotros que le trabajamos tanto tiempo”, reclama. En ese espíritu siguen trabajando. Según remarca Toledo, “de eso se trata la cooperativa, de tirar todos para el mismo lado, de trabajar con compañerismo, con respeto y disciplina”. Llevar a buen puerto este emprendimiento es un desafío. “Lo primero que se dijeron los dueños fue ‘estos negros duran 10 días, se van a matar entre ellos’. Nosotros vamos a demostrar que el restaurante siempre trabajó en base a nuestro esfuerzo. Acá no venía Lipovich ni a sartenear, hacer la parrilla, lavar copas, hacerse cargo del pelotero, cuidar los coches o atender las mesas o la caja. Éramos nosotros. Es más, ahora vamos a trabajar mejor, porque está a cargo nuestro”, destaca el referente, que detalla que “los clientes notan el cambio, nos felicitan, ven un ambiente laboral muy bueno que es distinto a lo que pasaba anteriormente que era una bola de nervios ya que no cobrábamos”. Además, ahora “la mercadería es mejor”. Y se alegra por el “apoyo del barrio”. Es que muchos vecinos les dijeron que “si hay desalojo van estar acá apoyándonos”. Ante este temor, hacen guardia todas las noches. “Esto lo vamos a defender con uñas y dientes; es nuestro único sustento”, advierte. Y propone un acuerdo con los dueños del inmueble: “No somos usurpadores. El grupo económico Alé Alé SRL nos dejó en banda, queremos llegar a un acuerdo entre la cooperativa y los locadores, los dos somos víctimas, a ellos les deben nueve meses de alquiler. Un desalojo violento no es la solución. Los cuatro restaurantes estamos unidos, en cuanto quieran hacer un desalojo, metemos más de 500 personas, con el apoyo de las cooperativas”.
En palabras de Luis Gerez, otro de los mozos que se suma a la charla, “vamos a hacer siempre lo correcto, hacia un futuro, ojalá tengamos suerte, tenemos mucho apoyo, espero por todos nuestros compañeros que esto tenga final feliz, es decir que podamos todos conservar las fuentes de trabajo”. Y elogia el método que tienen para tomar decisiones: la asamblea. Según explica, “si algún compañero piensa que otro actúa de una manera que no es correcta, hacemos asamblea y se charla. Así obra la cooperativa”
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