The Daly News
Hace unas semanas, la calidad del aire en la embajada de los EEUU en Pekín registró 755 en una escala de 500. Una neblina espesa, asfixiante, envolvía toda la ciudad. No se podía ver de una torre de oficinas a otra; se cancelaron vuelos, se cerraron algunas autopistas, los niños en edad escolar se quedaron en casa, las admisiones en los hospitales aumentaron enormemente. Los problemas de la calidad del aire en China no se limitan a Pekín -un estudio de 2010 descubrió que la contaminación de aire condujo a 1,2 millones de muertes prematuras en todo el país- y el aire asesino es solo una de las preocupaciones ecológicas del país. La mitad de su superficie acuática está tan contaminada que no se puede tratar para hacerla potable, y la mitad de esta es tan mala que ni siquiera se puede utilizar para fines industriales. El setenta por ciento de los ríos y lagos del país reciben aguas residuales directas o toxinas industriales no tratadas. Las tasas de cáncer suben y el país ha estado perdiendo un área del tamaño de Connecticut cada año debido a la desertificación provocada por prácticas agrícolas insostenibles en ecosistemas de pradera.
En protesta, la población china ha empezado a tomar las calles en manifestaciones que cada vez más acaban en choques, a veces sangrientos con la policía antidisturbios.
Entre 1978 y 2008 la economía china se multiplicó por diez, dejando atrás al resto del mundo . (Como comparación: el PIB real de los EEUU se triplicó durante este periodo). El crecimiento ha llegado gracias a un considerable y notorio coste en aire y agua contaminados y otras "desventajas" -enfermedades pulmonares, cáncer, disturbios-. ¿Son estos los costes necesarios del desarrollo? Por supuesto que no. ¿Y entonces por qué los está pagando China? Como la mayor parte de las preguntas en el mundo real, no hay una respuesta simple, pero una de las partes más claras, más fuertes y más tristes de una respuesta completa es esta:
Relación teórica entre contaminación e ingresos
Estos economistas no están ni locos ni ciegos. Pueden ver el coste humano de la contaminación y de la degradación medioambiental. Pero tienen una teoría que les asegura que el problema es temporal y se arreglará por si solo: La Curva Medioambiental de Kuznets (CMK), que marca una supuesta relación entre contaminación e ingresos como una U invertida. Antes del desarrollo, dice esta teoría, los niveles de contaminación son bajos; luego aumenta la contaminación a medida que crecen tano la actividad económica como los ingresos; y finalmente, en algún punto de inflexión, la contaminación llega a su pico y empieza a disminuir con ingresos en aumento, a medida que una población más rica demanda y se puede permitir una mejor calidad medioambiental.
Esto, dicen los libros de texto estándar de economía, es "intuitivamente interesante". Y lo es -si tu intuición ha tomado forma gracias a la teoría económica tradicional-. Si el daño ecológico siempre se puede revertir y si la calidad medioambiental no es un regalo de Dios o un derecho humano básico sino una mercancía como cualquier otra, tiene sentido pensar que puedes comprar un mejor medioambiente cuando tienes más ingresos. La implicación: "El crecimiento es la clave para proteger al medioambiente, no su enemigo", como señala un artículo sobre la CMK.
Esta lógica lleva a una conclusión absurda (siempre un mal signo para una teoría): la razón por la que tenemos cambio climático es que los países más ricos que el planeta ha visto nunca no son lo suficientemente ricos como para permitirse el bien medioambiental conocido como "estabilidad climática". Tampoco se puede defender la CMK con una base empírica como buena ciencia. El New Palgrave Dictionary of Economics reconoce que la mayor parte de los estudios sobre la CMK "se han diseñado para que den como resultado vías de contaminación-ingresos con forma de U invertida, y tienen éxito por usar diversos supuestos y mecanismos" -un enfoque más consistente con la preservación de una fe que con una investigación científica.
La fe que está en juego son los dogmas del crecimiento infinito. Si la contaminación en algún punto no disminuye permanentemente a medida que aumentan los ingresos, deberíamos admitir que hay límites ecológicos a la actividad económica.
Aunque la U invertida de la CMK describe la relación entre algunos contaminantes clave y el crecimiento del PIB en la mayor parte de los países desarrollados, ese descubrimiento tiene errores conceptuales fatales. Los contaminantes "clave" no son todos los contaminantes, y contaminantes particulares no son el único y permanente marcador de degradación ecológica. Las políticas que controlan un tipo de contaminante (y que por tanto envían hacia abajo su CMK) pueden simplemente fomentar un cambio a procesos industriales que producen otro tipo de contaminantes -que no estén (todavía) regulados y ni siquiera hayan sido medidos de forma que no hay forma posible de trazar su historia en una CMK.
Otro tipo de cambio crea una CMK para un contaminante en un país porque el proceso manufacturero se desplaza a algún otro sitio. Ningún estudio de CMK ha excluido nunca definitivamente la posibilidad de este efecto "refugio de contaminación". Si exportar un proceso industrial sucio a un país con escasa o ninguna regulación es más barato que cumplir los estándares reguladores en su país, ¿por qué haría una empresa que busca su máximo beneficio otra cosa?
En el esfuerzo por cambiar la huella contaminadora de una economía a otro país, la CMK es una gran ayuda. Asegura a la nación receptora que el aire y el agua envenenados son una fase necesaria del desarrollo económico; que algún día también serán lo suficientemente ricos como para restaurar la calidad medioambiental que una vez tuvieron. Lo que no dice la CMK es que los ecosistemas pueden estar degradados más allá de cualquier esperanza de recuperación, como muchas civilizaciones anteriores aprendieron de la peor manera. No dice que vivimos en un planeta finito, y no hay garantías de que cuando queramos restaurar la calidad medioambiental de tu país, seas capaz de encontrar nuevos refugios de contaminación que quieran aceptar la huella de tu economía.
Así es en China. En 2005, Pan Yue, entonces viceministro de protección medioambiental lamentó la aceptación de la CMK en su país: "La suposición [era] que el crecimiento económico [que perseguimos] nos dará los recursos financieros para superar las crisis que envuelven al medio ambiente, las materias primas y el crecimiento de población" Si China puede o no revertir el daño y enviar fuera los servicios contaminantes que su medioambiente se le ha pedido proporcionar está por ver. Una cosa está clara: otras partes de la huella ecológica de ese país están siendo exportadas. China está comprando ahora tierras cultivables en África y arrendamientos agrícolas a largo plazo en Sudamérica porque su paisaje degradado no puede mantener la población humana que alberga.
La CMK todavía tiene sus defensores y sigue siendo tratada como un descubrimiento económico robusto -probablemente porque si la CMK no es verdad, una disciplina dedicada al crecimiento infinito tendrá que enfrentarse al hecho de que hay límites a lo que la naturaleza nos puede dar y a lo que puede absorber de nosotros. La evidencia y la lógica -y la calidad del aire en Pekín- dicen que sí, que hay límites. Es hora de que los economistas dejen de ver el mundo a través de la neblina distorsionada y venenosa de una teoría que no se puede mantener y empezar a ver el mundo tal como es. El destino de nuestra civilizacíon depende de ello.
Eric Zencey es miembro del Gund Institute for Ecological Economics en la Universidad de Vermont. Su obra más reciente es The Other Road to Serfdom and the Path to Sustainable Democracy, de la que procede este extracto.
Fuente: http://steadystate.org/chinas-infinite-growth-haze/
En protesta, la población china ha empezado a tomar las calles en manifestaciones que cada vez más acaban en choques, a veces sangrientos con la policía antidisturbios.
Entre 1978 y 2008 la economía china se multiplicó por diez, dejando atrás al resto del mundo . (Como comparación: el PIB real de los EEUU se triplicó durante este periodo). El crecimiento ha llegado gracias a un considerable y notorio coste en aire y agua contaminados y otras "desventajas" -enfermedades pulmonares, cáncer, disturbios-. ¿Son estos los costes necesarios del desarrollo? Por supuesto que no. ¿Y entonces por qué los está pagando China? Como la mayor parte de las preguntas en el mundo real, no hay una respuesta simple, pero una de las partes más claras, más fuertes y más tristes de una respuesta completa es esta:
Relación teórica entre contaminación e ingresos
Estos economistas no están ni locos ni ciegos. Pueden ver el coste humano de la contaminación y de la degradación medioambiental. Pero tienen una teoría que les asegura que el problema es temporal y se arreglará por si solo: La Curva Medioambiental de Kuznets (CMK), que marca una supuesta relación entre contaminación e ingresos como una U invertida. Antes del desarrollo, dice esta teoría, los niveles de contaminación son bajos; luego aumenta la contaminación a medida que crecen tano la actividad económica como los ingresos; y finalmente, en algún punto de inflexión, la contaminación llega a su pico y empieza a disminuir con ingresos en aumento, a medida que una población más rica demanda y se puede permitir una mejor calidad medioambiental.
Esto, dicen los libros de texto estándar de economía, es "intuitivamente interesante". Y lo es -si tu intuición ha tomado forma gracias a la teoría económica tradicional-. Si el daño ecológico siempre se puede revertir y si la calidad medioambiental no es un regalo de Dios o un derecho humano básico sino una mercancía como cualquier otra, tiene sentido pensar que puedes comprar un mejor medioambiente cuando tienes más ingresos. La implicación: "El crecimiento es la clave para proteger al medioambiente, no su enemigo", como señala un artículo sobre la CMK.
Esta lógica lleva a una conclusión absurda (siempre un mal signo para una teoría): la razón por la que tenemos cambio climático es que los países más ricos que el planeta ha visto nunca no son lo suficientemente ricos como para permitirse el bien medioambiental conocido como "estabilidad climática". Tampoco se puede defender la CMK con una base empírica como buena ciencia. El New Palgrave Dictionary of Economics reconoce que la mayor parte de los estudios sobre la CMK "se han diseñado para que den como resultado vías de contaminación-ingresos con forma de U invertida, y tienen éxito por usar diversos supuestos y mecanismos" -un enfoque más consistente con la preservación de una fe que con una investigación científica.
La fe que está en juego son los dogmas del crecimiento infinito. Si la contaminación en algún punto no disminuye permanentemente a medida que aumentan los ingresos, deberíamos admitir que hay límites ecológicos a la actividad económica.
Aunque la U invertida de la CMK describe la relación entre algunos contaminantes clave y el crecimiento del PIB en la mayor parte de los países desarrollados, ese descubrimiento tiene errores conceptuales fatales. Los contaminantes "clave" no son todos los contaminantes, y contaminantes particulares no son el único y permanente marcador de degradación ecológica. Las políticas que controlan un tipo de contaminante (y que por tanto envían hacia abajo su CMK) pueden simplemente fomentar un cambio a procesos industriales que producen otro tipo de contaminantes -que no estén (todavía) regulados y ni siquiera hayan sido medidos de forma que no hay forma posible de trazar su historia en una CMK.
Otro tipo de cambio crea una CMK para un contaminante en un país porque el proceso manufacturero se desplaza a algún otro sitio. Ningún estudio de CMK ha excluido nunca definitivamente la posibilidad de este efecto "refugio de contaminación". Si exportar un proceso industrial sucio a un país con escasa o ninguna regulación es más barato que cumplir los estándares reguladores en su país, ¿por qué haría una empresa que busca su máximo beneficio otra cosa?
En el esfuerzo por cambiar la huella contaminadora de una economía a otro país, la CMK es una gran ayuda. Asegura a la nación receptora que el aire y el agua envenenados son una fase necesaria del desarrollo económico; que algún día también serán lo suficientemente ricos como para restaurar la calidad medioambiental que una vez tuvieron. Lo que no dice la CMK es que los ecosistemas pueden estar degradados más allá de cualquier esperanza de recuperación, como muchas civilizaciones anteriores aprendieron de la peor manera. No dice que vivimos en un planeta finito, y no hay garantías de que cuando queramos restaurar la calidad medioambiental de tu país, seas capaz de encontrar nuevos refugios de contaminación que quieran aceptar la huella de tu economía.
Así es en China. En 2005, Pan Yue, entonces viceministro de protección medioambiental lamentó la aceptación de la CMK en su país: "La suposición [era] que el crecimiento económico [que perseguimos] nos dará los recursos financieros para superar las crisis que envuelven al medio ambiente, las materias primas y el crecimiento de población" Si China puede o no revertir el daño y enviar fuera los servicios contaminantes que su medioambiente se le ha pedido proporcionar está por ver. Una cosa está clara: otras partes de la huella ecológica de ese país están siendo exportadas. China está comprando ahora tierras cultivables en África y arrendamientos agrícolas a largo plazo en Sudamérica porque su paisaje degradado no puede mantener la población humana que alberga.
La CMK todavía tiene sus defensores y sigue siendo tratada como un descubrimiento económico robusto -probablemente porque si la CMK no es verdad, una disciplina dedicada al crecimiento infinito tendrá que enfrentarse al hecho de que hay límites a lo que la naturaleza nos puede dar y a lo que puede absorber de nosotros. La evidencia y la lógica -y la calidad del aire en Pekín- dicen que sí, que hay límites. Es hora de que los economistas dejen de ver el mundo a través de la neblina distorsionada y venenosa de una teoría que no se puede mantener y empezar a ver el mundo tal como es. El destino de nuestra civilizacíon depende de ello.
Eric Zencey es miembro del Gund Institute for Ecological Economics en la Universidad de Vermont. Su obra más reciente es The Other Road to Serfdom and the Path to Sustainable Democracy, de la que procede este extracto.
Fuente: http://steadystate.org/chinas-infinite-growth-haze/
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