PIDIERON LA DETENCION DEL JEFE DE POLICIA DE SANTA FE POR SUPUESTAS VINCULACIONES CON EL NARCOTRAFICO
Cuando las sospechas apuntan a los uniformes
Investigadores de la Policía de Seguridad Aeroportuaria determinaron que el oficial habría brindado información a un jefe narco para evitar ser detenido. Escuchas telefónicas indican además que es él con quien hay que arreglar para vender droga.
Por Raúl Kollmann
En el marco de una investigación sobre narcotráfico digna de novela negra, se pidió la detención del jefe de la Policía de Santa Fe, comisario Hugo Tognoli, acusado de complicidad y de participar en el entramado de coimas con los narcos de esa provincia. Además, se reclamó el allanamiento de su despacho y su domicilio particular. Las evidencias contra el jefe policial surgieron a partir de la investigación de una red de trata de mujeres: en una escucha telefónica, el dueño de un prostíbulo le preguntó a un comisario mayor la forma de arreglar para vender cocaína; mediante un mensaje de texto, el comisario mayor Oscar Ledesma respondió que debía pagar “30.000 (por mes) directo con Tognoli”. En el expediente hay además otra prueba de máxima importancia: un jefe narco que estaba siendo investigado recibió la información de que lo estaban siguiendo autos desconocidos. El sospechoso logró escapar. Luego se supo que alguien había consultado en el Registro de la Propiedad Automotor por las patentes de los vehículos y le informaron que pertenecían a la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Esa consulta, que requiere de un código y una clave personal para ingresar, fue hecha –según consta en el expediente– a las 18.08 del 25 de noviembre de 2011 por el comisario Hugo Tognoli. Por ahora ni su detención ni los allanamientos se concretaron.
Kioscos
El expediente tiene ribetes escandalosos por algunas de las metodologías que utilizan los narcos en Rosario y otras ciudades de Santa Fe. La investigación detectó en principio numerosos kioscos de venta de drogas en villas de Rosario, que consistían en cuartitos de un metro por metro y medio. Una especie de casuchas con frente a un pasillo de la villa. Esos cuartitos, según la descripción que obra en la causa, son totalmente cerrados, con una sola puerta que se cierra desde afuera con un candado. En el frente hay una ventana tapiada, que deja apenas un orificio del tamaño de un cenicero, con dos barrotes cruzando la abertura. Por allí el comprador mete el dinero y adentro, por lo general, hay un chico de 14 o 15 años, al que encierran por 24 horas para hacer la transacción. Casi privado de la libertad, no le dan comida y tiene que hacer sus necesidades dentro de esa habitación. El expediente demuestra que afuera –en muchos casos– hay un policía en servicio de custodia. También se comprobó que en el departamento de un policía en actividad había cocaína con la que se proveía a varios kioscos. Según la investigación, en una cuadra a la redonda de una villa había seis kioscos.
En la causa hay además escuchas telefónicas en las que el supervisor de un kiosco le pregunta a un jefe narco cuánto debía pagarle a la dotación de un patrullero que se había presentado. La situación estaría vinculada con la guerra por el territorio que no sólo existe entre los narcos sino también dentro de la policía santafesina, por ver quién se queda con el negocio de las drogas en cada zona (ver nota aparte).
El Audi de Ojito
Un caso salió a la luz en los últimos días. Ignacio Actis Caporales, alias Ojito o Nacho, de 24 años, acusado de ser un jefe narco, manejaba su Audi por el sur de la ciudad de Rosario. El destino hizo que se cruzara con un patrullero del Comando Radioeléctrico –que reporta a otra vertiente de la policía santafesina– y se produjera un intenso tiroteo, tras lo cual el auto quedó varado. Pese a todo, Ojito logró escapar y sus dos acompañantes fueron detenidos.
Una insólita negociación se produjo luego con jefes de la comisaría 18ª, adonde fueron a parar los dos apresados y el Audi. Ojito quiso recuperar el vehículo. Para ello habrían acordado fraguar un procedimiento según el cual los tres narcos eran víctimas de un secuestro y fueron liberados por los policías. En las escuchas, Ojito habla de cambiar las patentes del Audi y falsear una venta.
La fiscal Liliana Bettiolo pidió ordenes de allanamientos, pero el juez Marcelo Bailaque no las otorgó.
El robo
En abril de este año, altos oficiales de la policía santafesina se enteraron de la existencia de La Cueva, un departamento de Ojito en Rosario. Allí habría dinero proveniente de la droga y, además, una cantidad importante de cocaína.
Sin embargo, la información no derivó en un allanamiento sino en un asalto al departamento. Las escuchas demuestran que los policías se llevaron el dinero y la cocaína, pero no mediante un procedimiento sino como consecuencia de un robo.
Ojito sospechó en ese momento que quien había “vendido el dato” era un individuo identificado como Leandro o El Pelado. Se produjo entonces un hecho asombroso: como producto de la interna uniformada, un móvil policial interceptó al mencionado Leandro, un día después del asalto. Lo subieron a un vehículo y lo llevaron a un galpón donde los integrantes del grupo narco de Ojito se hicieron cargo del presunto soplón. La escucha es escalofriante:
Celular A: Hola Nachito (Ojito).
Celular B: Sí, Chicho, ¿qué onda?
A: Estoy con la rubia, ¿vos qué onda?
B: Yo estoy acá en zona norte, en un galpón, con el Pelado.
A: ¿En serio?
B: Sí, tengo toda la remera llena de sangre mal, boludo.
A: ¿Le pegaron mal?
B: Sí, le pegamos mal, le pegamos mal.
A: Está bien boludo, me parece fantástico boludo.
B: Ahora nos vamos a tomar un champancito y después lo vamos a ir a tirar al río.
A: ¿Con quién vas a ir?
B: No, estamos acá. Somos las piernas justas y necesarias, boludo.
En la siguiente escucha, lo obligan al Pelado a que le pidiera perdón a Ojito. Lo cierto es que mientras esto ocurría, la banda de Ojito fue hasta el domicilio del padre del Pelado y le exigió 500.000 pesos. Los investigadores suponen que la banda policial que robó en La Cueva tenía que poner el dinero del rescate y por eso pidieron semejante cantidad. Finalmente el padre negoció la entrega de un auto y así liberaron al Pelado. Ojito sigue prófugo hasta hoy.
El prostíbulo
En una causa en la que se investigaba la trata de mujeres, se hizo una escucha telefónica al dueño de un prostíbulo. El sujeto quería proveerse de cocaína para vender en el local. Para ello se comunicó con el celular del comisario mayor Oscar Ledesma. “Oscar, pasame quién es el proveedor en Cañás y quién es el jefe”, le dijo, en referencia a quién es el narco y con qué jefe policial debe realizarse el arreglo. Desde el celular de Ledesma salió entonces el siguiente mensaje de texto: “El de Cañás es Ascaini y el de Villa Cañás 30.000 (pesos por mes) directo con Tognoli”. En esa época, Tognoli todavía no era el jefe de la policía santafesina sino el jefe de Drogas Peligrosas.
El vasco Carlos Ascaini al que se refiere el mensaje, es un hombre conocido en la zona, sospechado de narcotraficante. Con información sobre él, la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), que protagoniza investigaciones sobre narcos en Santa Fe, comenzó un seguimiento.
Por las escuchas realizadas en la causa, se determinó que oficiales policiales le avisaron a Ascaini que lo estaban siguiendo autos desconocidos. Cuando la PSA avanzaba hacia el allanamiento de una importante propiedad de Ascaini, en Cañás, se encontró en el lugar con un mate caliente sobre la mesa, pero El Vasco se había esfumado. Tampoco se encontraron rastros de la droga.
La investigación posterior y las escuchas que se estaban realizando a Ascaini determinaron que al Vasco le avisaron que los autos que lo venían siguiendo pertenecían a la PSA. Eso motivó una pesquisa para determinar quién había hecho la averiguación sobre la titularidad de esos vehículos. Según el informe del Registro de la Propiedad Automotor, la búsqueda de la información fue hecha por Hugo Tognoli, con su código de acceso personal y su clave.
Además, hay una escucha en la que Ascaini dice: “Trabajen tranquilos. Nadie se va a meter con ustedes. Cualquier problema con la gorra lo arreglo con un simple llamado”.
Este año Ascaini terminó detenido porque lo sorprendieron policías santafesinos con un kilo de cocaína. Quienes investigan a los narcos dicen que se trata de lo que llaman “blanqueo”: detener a alguien muy quemado, porque ya no sirve como distribuidor. El Vasco ya era demasiado conocido y resulta llamativo que lo detuvieran sólo con un kilo de cocaína, cuando manejaba cantidades mucho más importantes. Después de la detención, los vecinos apedrearon su casa. Demuestra lo quemado que estaba.
El texto del dueño del prostíbulo, las escuchas y la voz de alerta que le dieron a Ascaini tras la averiguación en el Registro, motivaron los pedidos de detención de Tognoli, planteado por la PSA, el allanamiento a su domicilio y a su despacho en la central de policía.
Filet de merluza
En varias de las escuchas, surge que los narcos santafesinos investigados llaman a la cocaína “filet de merluza”. El expediente demuestra como Ojito y El Vasco, con la complicidad policial, formaban una red poderosísima. Sólo Ojito tiene siete vehículos a su nombre, todos de alta gama: el Audi, un camioneta VW Amarok, una Chevrolet S10, una Kia Sorrento, un Citroën C4, una Chevrolet Zafira. Además está la relación con la miembros de la hinchada de Newell’s Old Boys. Del expediente surge que los distribuidores son referentes que provienen de ese grupo, aunque sus cómplices más inmediatos son Aquaman, Mono, Pablo, Charly, Chicho y Majul o Loco Bocco.
Las internas feroces no sólo se producen allí, donde los distintos grupos se enfrentaron a tiros, sino también dentro de la propia fuerza que los protege. La pelea entre Drogas Peligrosas y el Comando Radioeléctrico por el territorio es paralela a la otra guerra, directamente entre los narcos. Según lo que sostienen los medios santafesinos, sólo en lo que va del año, hubo 24 muertos en la batalla por la distribución del filet de merluza.
raulkollmann@hotmail.com
LA SAGA DE MUERTES TRAS LA COMPLICIDAD DE JEFES DE LA FUERZA Y TRAFICANTES
La oscura trama narco policial
La vinculación entre policías y narcos en Santa Fe quedó de manifiesto a principios de este año con el triple crimen de militantes sociales en Rosario. Luego vino una seguidilla de ajustes de cuentas, con decenas de muertos.
Por José Maggi
La complicidad policial con el narcotráfico en Santa Fe fue puesta en la tapa de los diarios el primer día de este año, cuando una banda armada liquidó a tres jóvenes militantes sociales en la zona sur rosarina, creyéndolos miembros de otra banda a cuyo jefe buscaban para vengarse. El triple crimen de Villa Moreno dejó al desnudo la complicidad de brigadas varias y hasta la propia comisaría del barrio. La lista de muertos creció en espiral desde entonces: el desvelo de quienes disputan la calle es el cobro de dinero para brindarle seguridad al que comercializa. Así, quien dice manejar el territorio es quien pretende ese dinero. Cuando no hay aceptación, hay tiros. Entre soldaditos, o entre jefes, que seguro arrojarán muertos del propio vecindario.
La protección tiene su precio, tal como parece tenerlo cuando es brindada por la propia fuerza policial. Y cuando es el propio jefe el sospechado, hay que explicar cómo es el funcionamiento operativo: Hugo Tognoli es el jefe provincial, pero operativamente su segundo, Cristian Sola, es quien maneja el tema Drogas, las Tropas de Operaciones Especiales y la lucha contra la trata de personas en el sur santafesino. Tognoli responde por el norte de la provincia.
El comisario Sola es un hombre con buena imagen en el gabinete socialista, y muchos lo miran como el reemplazante natural de Tognoli. Por eso, la desconfianza entre ambos y la interna que sostienen es indisimulable: cualquier hecho es mirado con lupa para ver a quién daña y a quién beneficia.
Las muertes ocurridas en los últimos tiempos en Rosario, directamente ligadas con la lucha entre dos bandas de narcos, impactaron fuerte en la agenda política. Por un lado, los investigadores apuntan a una reconocida familia del extremo sur rosarino, con al menos dos generaciones ligadas al negocio de sustancias ilegales. Y por el otro, a un empresario del rubro automotor, incluidos coches de alta gama del oeste rosarino, quien también diversificó inversiones en un boliche nocturno.
La banda del sur cobraba protección al empresario. En agosto, un operativo llevado adelante por la Gendarmería por comercio de autos robados terminó con la prisión de Esteban A., la mano derecha del empresario en cuestión, que se vio obligado a quedar durante 40 días “guardado” en territorio bonaerense.
El empresario volvió en septiembre. La realidad local había cambiado: con un crecimiento sostenido por un verdadero ejército que maneja el territorio, la banda del sur rosarino pretendió quedarse con todo el negocio. En buen romance, quisieron pasar de soldaditos a generales.
En cuanto volvió, el exiliado hizo tronar el escarmiento, tumbando una pieza fuerte de ese esquema. El primer episodio fue el sábado 8 de septiembre: el homicidio de Martín Paz, alias “el Fantasma”, tuvo lugar en 27 de Febrero y Entre Ríos, en el macrocentro rosarino. El asesinato a plena luz del día y con un cargador vaciado sobre el vehículo fue el primer capítulo.
La respuesta no se hizo esperar y llegó el sábado 15. Con las últimas horas del día, dos asesinatos: el de un hombre de 52 años a bordo de un Fiat 147, que en un primer momento se presentó como un desenlace violento al robo de una cartera ocurrido en zona oeste, y el del Gordo Santillán, acribillado a balazos en San Juan y Larrea, a bordo de un Peugeot 308 cabriolet. Las dos víctimas fueron señaladas por los investigadores consultados como “gente de Esteban A”. “Domingo ‘Chuky’ Vivas caminaba por Empalme Graneros, y no fue una cartera lo que le sacaron, sino una bolsa –apuntó una alta fuente de la investigación–. Ese fue el vuelto.”
El 18 de septiembre, el ministro de Seguridad, Raúl Lamberto, se animó a sincerar la situación. “Estamos ante una situación compleja porque hay bandas vinculadas con el narcotráfico que operan en nuestra provincia. Estas bandas tienen amplio poder de conducción, manejo de dinero y son muy violentas. Estas bandas están rompiendo la convivencia armónica de los vecinos rosarinos.” Fue la única mención pública. Hasta un jefe policial lo negó. El titular de la cartera de Seguridad no volvió sobre el tema.
La confirmación de la pelea entre bandas, generada en el ánimo de extender las fronteras del negocio y en la pretensión de dejar de ser “soldaditos” para convertirse en “generales” por parte de la familia del sur, podría leerse entre las noticias de los últimos días. El padre del Fantasma dijo que “Rosario era insegura”, después de lo que le pasó a su hijo, y adelantó que está pensando en irse a vivir al norte de Santa Fe. La cercanía del norte santafesino con Paraguay paga más que la tranquilidad de la siesta.
La semana sangrienta intentó ser presentada por estas horas como un problema hacia dentro de las mismas bandas, que dieron cuenta de sus hombres por deslices varios. Están sostenidas por la negación de la guerra de bandas. Con ese objetivo, en la semana posterior, el comisario Sola intentó aquietar los ánimos mostrando el secuestro de una avioneta que aterrizó en Clarke, a 65 kilómetros de Rosario, con 250 kilos de marihuana. “Hubo sólo un detenido y una camioneta Ford Ranger se dio a la fuga. ¿Dónde está la investigación de Inteligencia? Eso fue una entrega pactada para aquietar los ánimos. No es serio”, confió una altísima fuente consultada.
La tapa de los diarios pareció otra vez inquietar a quienes protegen el negocio: hasta que llegó la Policía de Seguridad Aeroportuaria, con el allanamiento de la propiedad de Ignacio Actis Caporale, alias Nacho u Ojitos, junto con los escalofriantes pormenores del caso. El 26 de septiembre se abrió la gran polémica sobre los allanamientos pedidos por la propia fuerza a espacios policiales (ver nota principal) y los que la propia fiscal Liliana Bettiolo desconoció en una entrevista con este diario. “Es fiscal subrogante y puede volver a ser secretaria en algún momento”, explicó una alta fuente judicial a este cronista, al momento de justificar su actitud.
En una causa anterior, que originó ésta, la misma fiscal había pedido al allanamiento del Comando Radioeléctrico rosarino en busca de dos de sus hombres, a los que finalmente detuvo y procesó.
Por su parte, el juez federal Marcelo Bailaque parece no estar convencido de la contundencia de las pruebas. Su postura se parece más al “exceso” de prudencia y al entramado palaciego de los tribunales federales.
En cuanto a Andrés Ascaini, acusado de narcotráfico, cabe una mención: en diciembre de 2011, Tognoli fue designado jefe de la policía provincial y meses después detenido el Vasco Ascaini por un flamante jefe de Drogas del sur: Alejandro Druetta. Tal vez envalentonado por la captura, fue por el segundo presunto narco más mentado del sur santafesino: Totola Orozco, quien fue detenido en Firmat sobre su vehículo, después de jactarse de que tenía todo arreglado con todos.
El operativo fue finalmente declarado nulo por la Justicia Federal, por las denuncias de que la policía había plantado drogas. Aquí también altas fuentes de Seguridad deslizan sus sospechas sobre los motivos de la anulación. Creen que para Orozco no fue gratis.
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