domingo, 28 de octubre de 2012


Los efectos de la Santafesina

Año 5. Edición número 232. Domingo 28 de octubre de 2012

La crisis policial sitúa en una posición incómoda al gobernador Antonio Bonfatti. Un nuevo jefe con prontuario.
El jefe de la Bonaerense, Pedro Klodczyk, fue un símbolo de la corrupción policial. El 3 de noviembre de 2000 agonizaba por una afección pulmonar en el Instituto Médico Platense. Ese lunes murió en compañía de su abogado, el doctor Alejandro Casal. Sus últimas palabras fueron: “Viste, Alejandro, al final estos hijos de puta no me pudieron meter preso”. Dicho esto, cayó en el sopor eterno.
Doce años más tarde, el comisario general de la Policía de Santa Fe, Hugo Tognoli, tuvo el dudoso mérito de ser el primer jefe en funciones de una fuerza de seguridad que terminó tras las rejas. La difusión periodística de una pesquisa sobre su presunto vínculo con una red de protección a narcos y proxenetas precipitó su destino.
El caso incluye algunas extravagancias. Entre ellas, una escucha telefónica en la cual un alto oficial –el comisario mayor Oscar Ledesma– le indicaba a la madama de un lupanar de Villa Cañás que para allí distribuir cocaína debía abonar “30 mil pesos a Tognoli”. Tampoco favoreció su prestigio la constancia de haber utilizado su propio código y clave para identificar en el Registro de Propiedad Automotor a los móviles de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) que seguían al traficante Carlos Ascaini, al que Tognoli encubría.
Ahora, tanto testigos como subordinados coinciden en describir lo diligente de su trato con los malvivientes abonados a sus favores. Tognoli, al parecer, no recurría a intermediarios para comunicarse con ellos. Y hasta se encargaba de cobrar en persona los servicios prestados. Un solitario que estaba a la vez en los dos lados del mostrador. Así era su estilo. ¿Un estilo desplegado a espaldas de la fuerza? Ésa, al menos, es la increíble lectura del Poder Ejecutivo provincial.
El pie izquierdo. El gobernador socialista de la provincia, Antonio Bonfatti, se enteró del asunto en la mañana del 19 octubre a través del diario Página/12.
Al rato, su ministro de Seguridad, Raúl Lamberto, llamó por teléfono a Tognoli, quien lo atendió en su despacho. Dicen que, al concluir la conversación, el jefe policial le deslizó a un colaborador: “Se acabó. Ya no puedo manejar ni un autito chocador”. Minutos después, fue recibido en el Ministerio por Lamberto, quien le sugirió dar un paso al costado.
–Es en resguardo de su persona y de la institución –fueron sus exactas palabras.
El comisario lucía desencajado, y su respuesta fue:
–Ya escribí la renuncia.
El resto, un frío apretón de manos, antes de entregarse a unweekend en la clandestinidad.
Quizás, en tales circunstancias, haya visto por televisión la jura de su reemplazante, el comisario Cristián Sola.
Éste había sido hasta entonces el subjefe de la fuerza y también su más acérrimo rival. La convivencia de ambos estaba cifrada en un vidrioso equilibrio: Tognoli manejaba la estructura policial asentada en el norte de la provinvia. Sola tenía el control de Drogas Peligrosas, de las Tropas de Operaciones Especiales (TOE) y de la División de Trata de Personas en el sur de Santa Fe. Aquella división territorial fue motivo de una feroz interna entre ambas líneas policiales.
Son curiosas las vueltas de la política. La crisis policial no tardó en hacer rodar la cabeza del viceministro de Seguridad provincial, Marcos Escajadillo. En cambio, Sola continúa en funciones.
Lamberto fue convocado el jueves en la Legislatura para que explique por qué el gobernador Bonfatti designó a Tognoli en diciembre de 2011. El ministro, en ese cónclave a puertas cerradas, no se apartó del libreto oficial. Justificó dicho nombramiento por los antecedentes de Tognoli. “Tenía un currículum intachable e impecable. Era el mejor. No había ninguna razón para no designarlo”, dijo. Luego ensayó una defensa no menos ardorosa del sucesor Sola. Valoró entonces sus condiciones para comandar una fuerza de 18.000 efectivo: “Sola es el jefe más formado y capacitado que tenemos en Santa Fe. Necesitamos jefes fuertes y con mando para imponer disciplina”. Pero, en este punto, hizo una revelación descarnada: tanto Sola como el nuevo subjefe, José Luis Romitti, son actualmente investigados en Asuntos Internos por enriquecimiento ilícito. Un comienzo con el pie izquierdo.
El color de la sangre. En la primera madrugada de 2012, más de 50 tiros sacudieron al barrio rosarino de Villa Moreno. En la canchita de la Asociación Oroño, tres cuerpos yacían sobre charcos de sangre. Jeremías Trasante, Claudio Suárez y Adrián Rodríguez militaban en el Frente Popular Darío Santillán (FPDS). Pero no fueron asesinados por ello sino por error.
Con tal certeza se topó de modo tardío el tipo con chaleco antibala y ametralladora FMK3 que huyó de allí junto a otros cuatro sicarios. Era Sergio El Quemado Rodríguez, un alto dignatario de la hinchada de Newell’s que controlaba en ese arrabal la venta de droga. En realidad, sus balas eran para los soldados de su archienemigo, Ezequiel El Negro Villalba, al que buscaba con fines de venganza.
Dos sábados después, El Quemado fue detenido en la localidad entrerriana de Santa Elena. Entonces, el comisario Tognoli se prestó a la requisitoria periodística. “Acá hay una guerra mafiosa”, fueron sus exactas palabras. Desde entonces, dicho conflicto bélico se cobró otros 24 cadáveres. Y también –ya se sabe–, la captura del propio Tognoli.
Su vinculación con el narcotráfico desde luego generó una agria polémica entre Bonfatti y el Gobierno Nacional. “Me enteré por el diario”, repetía una y otra vez el mandatario santafesino. Era su reproche por no haber sido informado por el Ministerio de Seguridad de la Nación. Es que la investigación sobre Tognoli era articulada por la PSA, la cual justamente depende de la cartera encabezada por Nilda Garré. Su respuesta al gobernador fue: “Es muy sorprendente que Bonfatti asigne a terceros la responsabilidad por nombramientos que realizó él mismo”.
Tal esgrima inicial fue prolongada, durante la mañana del viernes, por un cruce en Santa Fe entre el Frente Amplio Progresista (FAP) y el kirchnerismo.
Siete legisladores nacionales del Frente para la Victoria (FpV), acompañados por el presidente del Partido Justicialista, José Luis Freyre, abandonaron una reunión con Bonfatti, porque el mandatario vedó presencia de la prensa. El encuentro era para analizar la crisis policial. “¿Qué hay que esconder? La situación es grave como para reunirse a escondidas, y no vamos a ser cómplices de eso”, dijo el presidente del bloque del PJ en Diputados, Agustín Rossi. En tanto, desde el FAP acusaron un plan de desestabilización”.
Al salir del encuentro, el ministro Lamberto, dijo: “Si a partir de ahora esta fuerza sigue funcionando en base al sistema de cajas de recaudación, la de Santa Fe es una policía sin futuro”.
En tanto, una nueva investigación sobre la relación entre policías y narcos se desarrolla en una fiscalía de Rosario. El origen: el secuestro de un avión con 500 kilos de marihuana. Uno de los detenidos, Gustavo Ramos, fue llevado a la Alcaidía de Rosario. Ahora se le abrió otra causa por salir en las noches de su lugar de detención para vender estupefacientes por cuenta de la policía provincial. También ahora fue descabezada la Brigada Rosario de la Dirección de Control de Adicciones, ya que su jefe, el comisario Oscar Romero, está acusado de robar armamento policial con fines de venta.
Tognoli no está solo.

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