Leemos en Perfil un sincericidio del pasquín de Fontevecchia: los jóvenes incorporados al mercado del trabajo a partir del 2002, al parecer apoyan al gobierno y votarían mayoritariamente a Cristina.
La nota es realmente imperdible, apelando a economistas de FIEL (una de las usinas del neoliberalismo argentino, de las que salieran figuras señeras como López Murphy o Daniel Artana) con ideas como las de la "ilusión monetaria", para intentar encontrar una explicación al fenómeno de los elevados niveles de consumo que existen en esa franja de la población.
La verdad es que el intento suena bastante ridículo: si en la Argentina ha existido alguna vez algo parecido a lo que llaman "ilusión monetaria" fue durante la Convertibilidad ideada por Cavallo, con la ilusión de pensar que nuestra moneda era tan fuerte como el dólar norteamericano, y así lo sería por décadas; y ni hablar del desenfreno consumista que se vivía por entonces en algunos sectores sociales.
No hace falta que recordemos lo duro que fue el despertar del sueño.
Pero además de ciertas simplificaciones groseras y berretadas seudo sociológicas varias, lo que desvela al pasquín de Fontevecchia es el probable comportamiento político de esos jóvenes, y es lógico que así sea.
Si a los segmentos más politizados de la juventud -que descubrieron la política a partir del kirchnerismo, y se interesaron por participar en ella- se le suman estos otros (que serían algo así como "ni yanquis ni marxistas, hedonistas"), la base social (y electoral) de sustentación del gobierno crece, y el fantasma de un triunfo de Cristina en primera vuelta se les aparece en la redacción del diario, y no los deja dormir.
Mas todavía cuando advierten que -por una extraña razón que Fontevecchia y sus escribas no alcanzan a comprender- estos jóvenes son inmunes a las interminables sagas sobre los fondos de Santa Cruz, la estancia de Moyano, la piña de D'Elía, Patota Moreno, los terrenos del Calafate, el Mini Cooper de Florencia, o las carteras Louis Vuitton.
Peor aun: mientras se devanan los sesos tratando de entender como estos jóvenes no salen corriendo a afiliarse a la UCR, o a anotarse en cursos en el Instituto Hannah Arendt, comienzan a sospechar que, probablemente, los jóvenes hedonistas adhieran al kirchnerismo justamente por todas esas cosas.
Lo cual es falso ciertamente, pero es historia conocida en la Argentina: desde el tristemente célebre "Política y sociedad en una época de transición", con el cual Gino Germani trataba de explicar la adhesión de los sectores populares al naciente peronismo, los seudo intelectuales de lo que Jauretche llamaba "intelligentzia" vienen tratando de encontrarle el agujero al mate, pero buscándolo por abajo y no por donde está.
Y eso que todavía no se pusieron a analizar como terminarán votando los "pequeños y medianos productores agropecuarios" que se hartaron de la Mesa de Enlace y la vienen levantando con pala, o las amas de casa (todas, pero todas eh) que obtuvieron la jubilación en estos años.
Pero transmitámosle tranquilidad a Fontevecchia: por suerte para él, los pibes que cobran la Asignación Universal todavía no votan.
2 comentarios:
¿Y la juventud sana? La que le gusta respirar aire de campo,la que estudia de verdad -es decir en universidades privadas-,la que conoce países en serio porque viaja a Europa dos veces al año, la que todavía extraña a Monseñor Storni,la que organiza torneos de surf y colectas para los pobres....¿Esa juventud no vota? Se van a llevar una sorpresa. El populismo, padre de la inflación y la inseguridad, arruinó el país. Ya basta.
Por suerte quedan esos jóvenes, formados por el padre Grassi, para evitar que nuestra pobre país caiga en las garras del Maligno.
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