El sospechoso olor de los perros de la calle
La consigna del ensayo es clara: probar, tensar la cuerda hasta donde llegue, registrar y constatar.
O lo que es lo mismo, ensayos peligrosos. De la jauría que no logra entender eso de aceptar a las mayorías, y menos cuando las mismas se expresan por encima de un color de gobierno, porque apuntan a un sacudón cultural, a un movimiento de coordenadas profundas respecto de los paradigmas con los cuales una sociedad dada, en un tiempo preciso, aspira a vivir.
Entonces llamemos a los hechos por su nombre, aunque quizá omita la virulencia de un texto anterior, de las últimas horas, para otro medio y en el cual me protegí con apelaciones precisas a Hipócrates, Mahoma, Francisco de Quevedo y Jonathan Swift, incuestionables de la cultura universal que, como muchos otros, no tuvieron falsos rubores a la hora de enarbolar la palabra "mierda"; y todo para afirmar que la misma siempre olió a ella misma, como a mierda huelen los tiempos de iras cruzadas, impuestos por gendarmes y prefectos, secuestradores de testigos claves para el esclarecimiento del crimen de Mariano Ferreyra, sojeros, ciertos dirigentes mafiososopolíticossindicalesempresarios –¡valga el extenso neologismo inventado!– y medios de comunicación de la facción corporativa, para ensayar lo que ensayaron, es decir, un neogolpe al estilo que prevén los manuales de tácticas y estrategias redactados al candil de la teórica guerra de baja intensidad, la construcción categórica de última generación de los mismos señores que por error, desinformación, o no se por qué carajos vinieron hace poco de Estados Unidos a dictar seminarios en nuestro Ministerio de Defensa.
La consigna de semejante ensayo es clara: probar, tensar la cuerda hasta donde llegue, registrar y constatar, para seguir avanzando en el trazado destituyente que la derecha vernácula y sus eternos amigos, aunque hace un tiempo silenciosos, firmaron con sangre de deshonor el día después del 54% en las urnas, hace casi un año.
Repasemos los hechos que huelen a mierda.
Los efectivos federales de seguridad que se escudaron detrás de un reclamo salarial –justo, reconoció inmediatamente el gobierno nacional–, para convocar a “camaradas de otras fuerzas”, vivar a Cristo, dialogar con militantes neonazis, como el tal Biondini, a quien se vio ayer en el amontonamiento del Edificio Centinela, y cerrar tratos de “producción periodística” con el Grupo Clarín.
El jefe de Camioneros Hugo Moyano apoyó la asonada de gendarmes y prefectos, y cuestionó la legitimidad del gobierno constitucional. "La gente quiere vivir en una democracia en serio", había dicho Moyano ante los micrófonos de radio Mitre, del Grupo Clarín, el mismo que fue saludado ayer por los efectivos de seguridad alzados, por haber sido Canal 13, conforme a las palabras de los gendarmes, el primero en apoyarlos.
En pleno levantamiento, los propios gendarmes anunciaron que habían recibido el apoyo de las 62 Organizaciones, entidad que encabeza el dirigente sindical de los trabajadores rurales Gerónimo “Momo” Venegas, socio funcional de la Sociedad Rural Argentina y de la llamada “mesa de enlace”, y entrañable aliado de Moyano. Así como se pudo observar a Biondini con un puñado de sus pistoleros que también circularon por las cercanías del Edificio Centinela matones y barras bravas del club Independiente, y cercanos al sindicato de camioneros.
Y hablando de mesas de enlace: los sojeros no se acuartelan pero se suben al carro de la desestabilización. Guardan el producto en silobolsas, especulan y apuestan a quitarle liquidez a las reservas nacionales de divisas. La pata económica más activa del conglomerado neogolpista y también socia directa de las empresas que conforman la corporación mediática, los empresarios sojeros concentrados, se subieron al escenario, con la esperanza de aportar lo suyo. “El ‘productor’ no está vendiendo porque no tiene la opción de dolarizar la ganancia. Prefieren mantener los granos como activo refugio, pese a la volatilidad del precio de la soja. Liquida cuando quiere comprar un auto, maquinaria o inmuebles (…). La menor liquidación (que provoca menores ingresos para las reservas públicas de divisas) fue relacionada con la especulación de parte de los exportadores, a la espera de mejores precios internacionales para sus ventas. Sin embargo, los granos se ubican actualmente en valores altos en términos históricos y la venta se mantiene acotada. Esto dejó en evidencia que quienes están acopiando son los productores, valiéndose de las silobolsas”, afirmaba ayer el diario Página 12.
El secuestro por casi 24 horas de Alfonso Severo, el testigo clave del caso Mariano Ferreyra, destempló a connotados políticos mafiosos del otrora poderoso Eduardo Duhalde, a dirigentes sindicales de la intimidad del camionero Hugo Moyano y a otros que mantienen estrechos vínculos con allegados al gobernador bonaerense Daniel Scioli y con la empresa Ferrobaires.
En forma simultánea, cadenas de mails y de intervenciones en las redes sociales convocaban a caceroleros, efectivos de las fuerzas de seguridad y a militares para que salgan a clamar por la caída del gobierno nacional.
Mientras el ministro de Justicia, Julio Alak, denunciaba “maniobras a favor del Grupo Clarín en el Consejo de la Magistratura”, para impedir que el 7 de diciembre entre en total vigencia la Ley de Servicios de Comunicación Audivisual, los medios de Héctor Magnetto y sus compañeros de ruta azuzaban a los uniformados que usaron sus demandas salariales para poner en escena un ensayo de neogolpe.
La agencia de la provincia de Buenos Aires, AgePeBa, afirmaba ayer lo siguiente: "diarios nacionales como Clarín y La Nación, así como otros medios de alcance regional, se encuentran enfocados en dar sustento y cobertura mediática favorables a un reclamo de prefectos y gendarmes (…). Pero además, en los medios opositores, se da espacio a la generalización de la protesta hacia las Fuerzas Armadas o la Policía Bonaerense, aunque por el momento no haya ninguna manifestación masiva que marche en ese sentido. ‘En la Bonaerense miran la protesta con atención’, se titulaba una nota firmada por Ramiro Sagasti en La Nación (…). Según el columnista y operador de los servicios Carlos Pagni, ‘se especulaba que el jefe de la Policía Bonaerense recibirá un pliego de condiciones salariales de sus subordinados’ (…). Otra nota aseguraba que ‘en la Bonaerense también se quejan (…). Por su parte, según el diario El Día, de La Plata, ‘policías bonaerenses llevaron la protesta al centro platense.” Allí dice: “los efectivos policiales bonaerenses, que desde el miércoles se concentran frente al Ministerio de Seguridad en nuestra ciudad para reclamar mejoras salariales y otras reivindicaciones laborales, entregaron ayer un petitorio al ministro Ricardo Casal y decidieron abrir un compás de espera hasta el martes próximo (...).”
La lista de medios enamorados de la sublevación uniformada podría continuar, pero para qué seguirla. Los perros de la calle huelen a mierda.
Entonces llamemos a los hechos por su nombre, aunque quizá omita la virulencia de un texto anterior, de las últimas horas, para otro medio y en el cual me protegí con apelaciones precisas a Hipócrates, Mahoma, Francisco de Quevedo y Jonathan Swift, incuestionables de la cultura universal que, como muchos otros, no tuvieron falsos rubores a la hora de enarbolar la palabra "mierda"; y todo para afirmar que la misma siempre olió a ella misma, como a mierda huelen los tiempos de iras cruzadas, impuestos por gendarmes y prefectos, secuestradores de testigos claves para el esclarecimiento del crimen de Mariano Ferreyra, sojeros, ciertos dirigentes mafiososopolíticossindicalesempresarios –¡valga el extenso neologismo inventado!– y medios de comunicación de la facción corporativa, para ensayar lo que ensayaron, es decir, un neogolpe al estilo que prevén los manuales de tácticas y estrategias redactados al candil de la teórica guerra de baja intensidad, la construcción categórica de última generación de los mismos señores que por error, desinformación, o no se por qué carajos vinieron hace poco de Estados Unidos a dictar seminarios en nuestro Ministerio de Defensa.
La consigna de semejante ensayo es clara: probar, tensar la cuerda hasta donde llegue, registrar y constatar, para seguir avanzando en el trazado destituyente que la derecha vernácula y sus eternos amigos, aunque hace un tiempo silenciosos, firmaron con sangre de deshonor el día después del 54% en las urnas, hace casi un año.
Repasemos los hechos que huelen a mierda.
Los efectivos federales de seguridad que se escudaron detrás de un reclamo salarial –justo, reconoció inmediatamente el gobierno nacional–, para convocar a “camaradas de otras fuerzas”, vivar a Cristo, dialogar con militantes neonazis, como el tal Biondini, a quien se vio ayer en el amontonamiento del Edificio Centinela, y cerrar tratos de “producción periodística” con el Grupo Clarín.
El jefe de Camioneros Hugo Moyano apoyó la asonada de gendarmes y prefectos, y cuestionó la legitimidad del gobierno constitucional. "La gente quiere vivir en una democracia en serio", había dicho Moyano ante los micrófonos de radio Mitre, del Grupo Clarín, el mismo que fue saludado ayer por los efectivos de seguridad alzados, por haber sido Canal 13, conforme a las palabras de los gendarmes, el primero en apoyarlos.
En pleno levantamiento, los propios gendarmes anunciaron que habían recibido el apoyo de las 62 Organizaciones, entidad que encabeza el dirigente sindical de los trabajadores rurales Gerónimo “Momo” Venegas, socio funcional de la Sociedad Rural Argentina y de la llamada “mesa de enlace”, y entrañable aliado de Moyano. Así como se pudo observar a Biondini con un puñado de sus pistoleros que también circularon por las cercanías del Edificio Centinela matones y barras bravas del club Independiente, y cercanos al sindicato de camioneros.
Y hablando de mesas de enlace: los sojeros no se acuartelan pero se suben al carro de la desestabilización. Guardan el producto en silobolsas, especulan y apuestan a quitarle liquidez a las reservas nacionales de divisas. La pata económica más activa del conglomerado neogolpista y también socia directa de las empresas que conforman la corporación mediática, los empresarios sojeros concentrados, se subieron al escenario, con la esperanza de aportar lo suyo. “El ‘productor’ no está vendiendo porque no tiene la opción de dolarizar la ganancia. Prefieren mantener los granos como activo refugio, pese a la volatilidad del precio de la soja. Liquida cuando quiere comprar un auto, maquinaria o inmuebles (…). La menor liquidación (que provoca menores ingresos para las reservas públicas de divisas) fue relacionada con la especulación de parte de los exportadores, a la espera de mejores precios internacionales para sus ventas. Sin embargo, los granos se ubican actualmente en valores altos en términos históricos y la venta se mantiene acotada. Esto dejó en evidencia que quienes están acopiando son los productores, valiéndose de las silobolsas”, afirmaba ayer el diario Página 12.
El secuestro por casi 24 horas de Alfonso Severo, el testigo clave del caso Mariano Ferreyra, destempló a connotados políticos mafiosos del otrora poderoso Eduardo Duhalde, a dirigentes sindicales de la intimidad del camionero Hugo Moyano y a otros que mantienen estrechos vínculos con allegados al gobernador bonaerense Daniel Scioli y con la empresa Ferrobaires.
En forma simultánea, cadenas de mails y de intervenciones en las redes sociales convocaban a caceroleros, efectivos de las fuerzas de seguridad y a militares para que salgan a clamar por la caída del gobierno nacional.
Mientras el ministro de Justicia, Julio Alak, denunciaba “maniobras a favor del Grupo Clarín en el Consejo de la Magistratura”, para impedir que el 7 de diciembre entre en total vigencia la Ley de Servicios de Comunicación Audivisual, los medios de Héctor Magnetto y sus compañeros de ruta azuzaban a los uniformados que usaron sus demandas salariales para poner en escena un ensayo de neogolpe.
La agencia de la provincia de Buenos Aires, AgePeBa, afirmaba ayer lo siguiente: "diarios nacionales como Clarín y La Nación, así como otros medios de alcance regional, se encuentran enfocados en dar sustento y cobertura mediática favorables a un reclamo de prefectos y gendarmes (…). Pero además, en los medios opositores, se da espacio a la generalización de la protesta hacia las Fuerzas Armadas o la Policía Bonaerense, aunque por el momento no haya ninguna manifestación masiva que marche en ese sentido. ‘En la Bonaerense miran la protesta con atención’, se titulaba una nota firmada por Ramiro Sagasti en La Nación (…). Según el columnista y operador de los servicios Carlos Pagni, ‘se especulaba que el jefe de la Policía Bonaerense recibirá un pliego de condiciones salariales de sus subordinados’ (…). Otra nota aseguraba que ‘en la Bonaerense también se quejan (…). Por su parte, según el diario El Día, de La Plata, ‘policías bonaerenses llevaron la protesta al centro platense.” Allí dice: “los efectivos policiales bonaerenses, que desde el miércoles se concentran frente al Ministerio de Seguridad en nuestra ciudad para reclamar mejoras salariales y otras reivindicaciones laborales, entregaron ayer un petitorio al ministro Ricardo Casal y decidieron abrir un compás de espera hasta el martes próximo (...).”
La lista de medios enamorados de la sublevación uniformada podría continuar, pero para qué seguirla. Los perros de la calle huelen a mierda.
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