sábado, 15 de septiembre de 2012

¿Por qué doblan las cacerolas?

Columnas numerosas han ganado la calle esta semana haciendo sonar sus cacerolas expresando su indignación. Para atender el reclamo debe primero identificárselo. Es evidente que la única medida gubernamental que saciaría las expectativas de la turba en su conjunto es la renuncia de la Presidenta. Aunque pueda haber otras que se festejen de a fracciones. El denominador común es el odio al kirchnerismo, las razones de ese odio son heterogéneas.

Los subsidios. La clase media y media alta es mayoría entre los afectos a la cacerola. Muchos de ellos trabajan largas horas para acceder a ese salario que cada vez se ve más recortado por el Impuesto a las Ganancias y por la inflación cuyo índice llega trastocado desde el Gobierno. Enfrente encuentran al pobre que identifican como negro, violento, vago y criminal recibiendo dinero de las arcas estatales que la misma clase media llenó. El Estado les impone una solidaridad de la que reniegan. El argumento es consistente aunque simplista y contradictorio si ahondamos. No subsidiar la indigencia deriva en desnutrición, muerte, odio, criminalidad, esclavitud, prostitución infantil. ¿A qué no estaría dispuesto si su hijo tiene hambre? Simplista es pensar que todos tenemos las mismas oportunidades y que los pobres no trabajan porque no quieren. Simplista es pensar que tienen un hijo que deberán alimentar sólo para cobrar $340. Pero no deben culpar al Gobierno sino al capitalismo que falla en abarcar al conjunto de una sociedad. El capitalismo deja de lado siempre a un porcentaje, y los subsidios son un parche inevitable. Los habitantes del extremo superior de la pirámide no invertirán sus pingües ahorros para dar trabajo a estos marginados, mucho menos si no se les garantiza pingües ganancias de la mano de salarios más bajos y menores impuestos. Es así como el capitalismo ha logrado que los más acomodados cuenten con la mejor herramienta de extorsión para lograr los subsidios que luego la clase media exigirá se le retiren a la chata base de la pirámide.

El Impuesto a las Ganancias. Aquel que recibe $5.000 de salario bruto no pagará impuesto a las ganancias pero sí $871 en concepto de impuesto al valor agregado (IVA). Aquel que recibe $10.000 de salario bruto pagará $371 en concepto de impuesto a las ganancias y $1.665 en concepto de impuesto al valor agregado (IVA). Aquel que recibe $20.000 de salario bruto pagará $3082 en concepto de impuesto a las ganancias y $2.838 en concepto de impuesto al valor agregado (IVA). Y el impuesto a las ganancias comienza a reducirse si la persona está casada y tiene hijos, el IVA no. El IVA es igual para todos, los que más cobran sólo pagan más porque tienen más dinero para gastar. El IVA incentiva el ahorro, la no inversión, aquel que guarda no lo paga, lo que evidentemente no es malo per se, pero no es bueno para la macroeconomía. Cuando se expresa el reclamo de abolir el impuesto a las ganancias, se hace lobby a favor de los mejores salarios. Yo apoyo un reclamo por la reducción del IVA y la profundización del impuesto a las ganancias de la mano con el blanqueo de todos los trabajadores.

La inflación. La estrategia ortodoxa para reducir la inflación es enfriar la economía, reducir el gasto público, que nadie compre nada de esa forma el comerciante se verá obligado a bajar los precios para vender. Simplismo extremista e inescrupuloso. No incluye en la fórmula los puestos de trabajo que se perderán. Incluso esas medidas presentarán un escenario mejor para lucrar con la especulación financiera que siempre será una mejor forma de hacer dinero que trabajando. Y después los vagos somos los pobres. La inflación se reducirá cuando el empresario (me refiero al productor, a las megaempresas, muchas veces monopólicas) comprenda que debe ponerle un coto a su avaricia, que sus márgenes son ya altísimos y escandalosamente lejanos a los ingresos del 99% restante de la población. Y el reclamo por el claramente falso índice del INDEC, hace lobby por los tenedores de bonos y no acarrea beneficios reales al común de la sociedad. Sin embargo, accedo en que la situación no es seria y debería regularizarse.

La inseguridad. Este reclamo fue por un largo tiempo desoído por el Gobierno pero atendido hace ya más de un año. Atendido, no solucionado. Pecará de ingenuo aquel que crea que se solucionará en el corto plazo. Coincido con este reclamo pero no en los objetivos que creo que el cacerolero proclama. No coincido con que la venganza es la mejor justicia, que mayor castigo provocará escarmiento en el criminal y disciplina en el resto. Provocará más odio y más violencia. El camino para abordar la inseguridad es educar para proveer de mayores posibilidades a los marginados. Cárceles que no sean reductos de sufrimiento para impartir venganza. Y policías que no sean cómplices e instigadores del delito.

Corrupción. Concuerdo con todos los reclamos sobre corrupción. Deben ser investigados y castigados.

Cepo al dólar, control a las importaciones, ajuste del impuesto inmobiliario rural, control a la evasión de parte de la AFIP. Estos son los que considero los verdaderos disparadores de las marchas y que después llevan a que muchos otros con sus propios reclamos acompañen. Algunos con reclamos válidos como los antes abordados y otros como los de Cecilia Pando o los embanderados nazis. Alguien me dice que Jaureche escribió: "La multitud no odia, odian las minorías, porque conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios provoca rencor".

Cadena nacional, voto a los 16, etc. Para otra entrada.

Una cosa más. El piquete se ha transformado en una herramienta de reclamo que considero válida aunque accedo que son traumáticas las molestias que ocasionan al tráfico. Los medios en general reflejan estas molestias obviando las motivaciones del reclamo. Sin estereotipar, en la marcha participaron muchos que repudian al piquete y en esta ocasión lo practicaron. Y los medios obviaron la toma de la calle, tampoco focalizaron muy consistentemente en los razonamientos, más bien en el número de participantes. De igual forma me animo a sugerir que el reclamo se hace más fuerte cuando el que lo expresa está exento de similares pecados. Purguemos entonces nuestras faltas por pequeñas que las consideremos. Paguemos nuestros impuestos, conduzcamos a velocidades permitidas. Reclamemos que el Gobierno haga su parte, nosotros hagamos la nuestra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena nota, compañeros.