Los primos cercanos guaraníes de Magnetto
Año 6. Edición número 265. Domingo 16 de junio de 2013
Paraguay.
El diario asunceño ABC Color debe estar manejado por un staff de videntes o, quizá, sus contactos con la elite local están muy lubricados. Casi tres años antes del putsch parlamentario contra Fernando Lugo, el matutino paraguayo más influyente y con una tirada diaria de casi 60 mil ejemplares advertía en su editorial que “los militares chilenos no eran golpistas; fue la oposición que los actos de Allende provocó en la sociedad lo que impulsó el golpe militar de 1973. Igual cosa podría suceder si el presidente Lugo se empecina en imponer al pueblo un modelo político autoritario, extraño a su identidad republicana, semejante al que quiso imponer en Chile Salvador Allende”. En ese sentido, si bien puede decirse que la principal plataforma del Grupo Zucolillo no cuenta con buenas plumas periodísticas, sí hay que reconocer que sabe anticiparse a la noticia. La referencia del hostigamiento mediático de ABC contra las moderadas políticas reformistas que pretendía aplicar el ex sacerdote tercermundista Lugo evidencia que la agenda de discusión pública en Paraguay está, según el concepto explicado por el escritor Ignacio Ramonet en su libro La explosión del periodismo, hegemonizada por los latifundios informativos. Y, en ese sentido, la sintonía política entre el Grupo Zucolillo, principal corporación mediática de Paraguay, y el Grupo Clarín es tan manifiesta que las organizaciones populares locales decidieron resignificar la ya famosa consigna argentina para retrucar las operaciones de prensa contra Lugo y así advertir en las paredes de Asunción que: “ABC Color miente”.
Para profundizar en el conocimiento de la pirámide comunicacional paraguaya, Miradas al Sur consultó a la docente de la UBA Sonia Winer –a punto de publicar una tesis doctoral sobre influencia norteamericana en las políticas de defensa y seguridad en el vecino país– y a Arístides Ortiz, periodista del interesante diario cooperativo E'a y docente de comunicación en la Universidad Nacional de Asunción. En principio, Sonia Winer hace una precisa presentación en sociedad –por lo menos, para los lectores argentinos– del Grupo Zucolillo: “Es el tercer actor más rico del Paraguay con un activo aproximado de 1.200 millones de dólares. Sus actividades principales son la venta de inmuebles (posee innumerables edificios y shoppings en Asunción e importantes tierras en casi todos los departamentos del Paraguay), la importación, la construcción, las finanzas, el comercio y las telecomunicaciones –en ese sentido, no es un dato menor que el gran enriquecimiento del grupo se da durante el stronismo, cuando con la venia del dictador se inaugura el diario ABC Color en el año 1967, hoy regido por Aldo Zucolillo”.
Por otro lado, la docente de la UBA explica cómo y por qué hay tanta convergencia de intereses entre el matutino ABC y el diario porteño de la calle Piedras: “El grupo Zucolillo se vincula con las oligarquías regionales y de Argentina debido a los lazos entre los terratenientes nucleados en la Asociación Rural del Paraguay con la Sociedad Rural Argentina y, a su vez, por la común vinculación con las empresas de agronegocios y los productores de soja (como Cargill, Monsanto y Río Tinto Alcan). Además, el Grupo y sobre todo ABC Color fue central para generar un clima destituyente hacia el gobierno de Fernando Lugo y para la legitimación del golpe parlamentario. Nucleado en la Sociedad Interamericana de Prensa, sus editoriales han hecho seguidismo de todas las noticias argentinas del diario Clarín (con el cual tienen múltiples vínculos comerciales ligados a los negocios de las commodities) intentando generar un clima contrario a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a quien ubican como la principal aliada de un demonizado Hugo Chávez en el Cono Sur; de hecho, estudios académicos muestran que ABC Color es el diario que más ha mencionado en todo el continente, con malos términos claro, al ex presidente venezolano”.
A su vez, los diarios comerciales que le siguen en importancia (y ventas) a ABC son “Última Hora y La Nación. El primero pertenece al grupo empresario que lidera Antonio Vierici. Este grupo ostenta además el canal de TV Telefuturo, una cadena de supermercados y la licencia de Burger King en Paraguay, entre otras empresas. El Grupo Clarín posee, desde 2007, el 40% de las acciones de Última Hora y actúa en el país con diversos canales de televisión, la empresa de cable Cablevisión, Fibertel y los derechos de transmisión del fútbol. La Nación, por su parte, es propiedad del político Osvaldo Domínguez Dibb, miembro del Partido Colorado. El Grupo Dibb tiene además en su poder el diario Crónica, varias radios y la tabacalera Boquern”, detallan los colegas Alejandra Soifer y Santiago Mayor de la revista digital argentina Marcha en un artículo titulado “El golpe mediático en Paraguay”.
Pero, además del furioso discurso anti- regional que caracteriza a los medios hegemónicos paraguayos, el tablero comunicacional de Asunción es particularmente ríspido para que crezca la prensa cooperativa, alternativa o alterativa, como señalan los especialistas en teoría de la comunicación. Básicamente, Paraguay posee una Ley de Telecomunicaciones con pocos artículos que defiendan o promuevan la instalación de medios comunitarios. “La realidad de los medios alternativos –digitales, radiales e impresos– en Paraguay es de resistencia. Resisten a una apabullante realidad en la que una minoría del país concentra la tenencia y uso de los medios de comunicación: las corporaciones como los grupos Zucolillo, Domínguez Dibb y Wamosy ocupan el 98% del espacio radioeléctrico y controlan todo el espacio de frecuencia de los canales. Por otro lado, unas cien radios comunitarias, distribuidas en todo el país, se resisten a desaparecer; además, hay muy pocos medios impresos alternativos y un solo canal comunitario. Lo que sí van creciendo en cantidad y calidad son los medios digitales alternativos, que por su bajo costo y por el progresivo aumento del acceso a internet, ya van influyendo en la agenda informativa país. En ese sentido, plataformas como Viento Fuerte o Apysarapo van ganando espacios en las noticias país”, advierte Arístides Ortiz vía telefónica desde la redacción del diario cooperativoE'a.
Hasta aquí el vaso casi vacio de la democratización de la palabra en Paraguay; aunque, eso sí, existen ejemplos contrarios que hablan del avance de los medios que construyen otro tipo de agenda. En esa línea, Arístides Ortiz subraya el valor de las radios campesinas en un país donde los labriegos pobres o los Sin Tierra necesitan todos los días amplificar sus reclamos: “Las emisoras comunitarias inciden en la agenda informativa de las localidades o comunidades campesinas donde están instaladas. Pero el alcance que tienen sus antenas, sólo 50 vatios, no les permite una mayor influencia territorial. Igualmente, durante el gobierno de Lugo hubo un avance en la construcción de medios públicos en el Estado. Fruto de ese proceso interrumpido por el golpe parlamentario es el Canal Público, que sigue funcionando, y un relativo fortalecimiento de Radio Nacional del Paraguay. En cuanto a radios y medios alternativos construidos desde la sociedad, hubo intentos, no avances; o en todo caso muy poco avance”.
Mucho se habla sobre la tensión entre medios y gobiernos en Latinoamérica. Quizás, en algunos casos, las corporaciones mediáticas locales no ocupen de forma taxativa el vértice del poder ni el monopolio de la palabra. Pero, Paraguay es un ejemplo paradigmático de cómo las elites económicas y los diarios conservadores golpean con un mismo puño. “El grupo Zucolillo siempre ha recibido la bendición de la embajada estadounidense en Paraguay. Además, no sólo defendieron a Stroessner, sino que llegaron a financiar encuentros de la Liga Mundial Anticomunista que nucleaba grupos de extrema derecha que operaban en el marco del Plan Cóndor”, refuerza Winer la última hipótesis. Un año atrás, cuando caía Lugo, la primera medida del presidente de facto Federico Franco no fue intervenir las fábricas ni barrer a la cúpula del Ejército. Antes que nada, Franco cerró la TV Pública, expulsó a su director y sacó de la programación al programa con más rating de la pantalla chica, Micrófono Abierto, por solidarizarse con Lugo. En ningún momento la SIP emitió un comunicado de repudio.
Para profundizar en el conocimiento de la pirámide comunicacional paraguaya, Miradas al Sur consultó a la docente de la UBA Sonia Winer –a punto de publicar una tesis doctoral sobre influencia norteamericana en las políticas de defensa y seguridad en el vecino país– y a Arístides Ortiz, periodista del interesante diario cooperativo E'a y docente de comunicación en la Universidad Nacional de Asunción. En principio, Sonia Winer hace una precisa presentación en sociedad –por lo menos, para los lectores argentinos– del Grupo Zucolillo: “Es el tercer actor más rico del Paraguay con un activo aproximado de 1.200 millones de dólares. Sus actividades principales son la venta de inmuebles (posee innumerables edificios y shoppings en Asunción e importantes tierras en casi todos los departamentos del Paraguay), la importación, la construcción, las finanzas, el comercio y las telecomunicaciones –en ese sentido, no es un dato menor que el gran enriquecimiento del grupo se da durante el stronismo, cuando con la venia del dictador se inaugura el diario ABC Color en el año 1967, hoy regido por Aldo Zucolillo”.
Por otro lado, la docente de la UBA explica cómo y por qué hay tanta convergencia de intereses entre el matutino ABC y el diario porteño de la calle Piedras: “El grupo Zucolillo se vincula con las oligarquías regionales y de Argentina debido a los lazos entre los terratenientes nucleados en la Asociación Rural del Paraguay con la Sociedad Rural Argentina y, a su vez, por la común vinculación con las empresas de agronegocios y los productores de soja (como Cargill, Monsanto y Río Tinto Alcan). Además, el Grupo y sobre todo ABC Color fue central para generar un clima destituyente hacia el gobierno de Fernando Lugo y para la legitimación del golpe parlamentario. Nucleado en la Sociedad Interamericana de Prensa, sus editoriales han hecho seguidismo de todas las noticias argentinas del diario Clarín (con el cual tienen múltiples vínculos comerciales ligados a los negocios de las commodities) intentando generar un clima contrario a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a quien ubican como la principal aliada de un demonizado Hugo Chávez en el Cono Sur; de hecho, estudios académicos muestran que ABC Color es el diario que más ha mencionado en todo el continente, con malos términos claro, al ex presidente venezolano”.
A su vez, los diarios comerciales que le siguen en importancia (y ventas) a ABC son “Última Hora y La Nación. El primero pertenece al grupo empresario que lidera Antonio Vierici. Este grupo ostenta además el canal de TV Telefuturo, una cadena de supermercados y la licencia de Burger King en Paraguay, entre otras empresas. El Grupo Clarín posee, desde 2007, el 40% de las acciones de Última Hora y actúa en el país con diversos canales de televisión, la empresa de cable Cablevisión, Fibertel y los derechos de transmisión del fútbol. La Nación, por su parte, es propiedad del político Osvaldo Domínguez Dibb, miembro del Partido Colorado. El Grupo Dibb tiene además en su poder el diario Crónica, varias radios y la tabacalera Boquern”, detallan los colegas Alejandra Soifer y Santiago Mayor de la revista digital argentina Marcha en un artículo titulado “El golpe mediático en Paraguay”.
Pero, además del furioso discurso anti- regional que caracteriza a los medios hegemónicos paraguayos, el tablero comunicacional de Asunción es particularmente ríspido para que crezca la prensa cooperativa, alternativa o alterativa, como señalan los especialistas en teoría de la comunicación. Básicamente, Paraguay posee una Ley de Telecomunicaciones con pocos artículos que defiendan o promuevan la instalación de medios comunitarios. “La realidad de los medios alternativos –digitales, radiales e impresos– en Paraguay es de resistencia. Resisten a una apabullante realidad en la que una minoría del país concentra la tenencia y uso de los medios de comunicación: las corporaciones como los grupos Zucolillo, Domínguez Dibb y Wamosy ocupan el 98% del espacio radioeléctrico y controlan todo el espacio de frecuencia de los canales. Por otro lado, unas cien radios comunitarias, distribuidas en todo el país, se resisten a desaparecer; además, hay muy pocos medios impresos alternativos y un solo canal comunitario. Lo que sí van creciendo en cantidad y calidad son los medios digitales alternativos, que por su bajo costo y por el progresivo aumento del acceso a internet, ya van influyendo en la agenda informativa país. En ese sentido, plataformas como Viento Fuerte o Apysarapo van ganando espacios en las noticias país”, advierte Arístides Ortiz vía telefónica desde la redacción del diario cooperativoE'a.
Hasta aquí el vaso casi vacio de la democratización de la palabra en Paraguay; aunque, eso sí, existen ejemplos contrarios que hablan del avance de los medios que construyen otro tipo de agenda. En esa línea, Arístides Ortiz subraya el valor de las radios campesinas en un país donde los labriegos pobres o los Sin Tierra necesitan todos los días amplificar sus reclamos: “Las emisoras comunitarias inciden en la agenda informativa de las localidades o comunidades campesinas donde están instaladas. Pero el alcance que tienen sus antenas, sólo 50 vatios, no les permite una mayor influencia territorial. Igualmente, durante el gobierno de Lugo hubo un avance en la construcción de medios públicos en el Estado. Fruto de ese proceso interrumpido por el golpe parlamentario es el Canal Público, que sigue funcionando, y un relativo fortalecimiento de Radio Nacional del Paraguay. En cuanto a radios y medios alternativos construidos desde la sociedad, hubo intentos, no avances; o en todo caso muy poco avance”.
Mucho se habla sobre la tensión entre medios y gobiernos en Latinoamérica. Quizás, en algunos casos, las corporaciones mediáticas locales no ocupen de forma taxativa el vértice del poder ni el monopolio de la palabra. Pero, Paraguay es un ejemplo paradigmático de cómo las elites económicas y los diarios conservadores golpean con un mismo puño. “El grupo Zucolillo siempre ha recibido la bendición de la embajada estadounidense en Paraguay. Además, no sólo defendieron a Stroessner, sino que llegaron a financiar encuentros de la Liga Mundial Anticomunista que nucleaba grupos de extrema derecha que operaban en el marco del Plan Cóndor”, refuerza Winer la última hipótesis. Un año atrás, cuando caía Lugo, la primera medida del presidente de facto Federico Franco no fue intervenir las fábricas ni barrer a la cúpula del Ejército. Antes que nada, Franco cerró la TV Pública, expulsó a su director y sacó de la programación al programa con más rating de la pantalla chica, Micrófono Abierto, por solidarizarse con Lugo. En ningún momento la SIP emitió un comunicado de repudio.
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