Azotado por las tormentas nacionales
Por Alejandro Horowicz. Si hubo un nombre que en política fuera equivalente a la acusación de corrupción manifiesta es el suyo.
"El
hombre que surge joven cree ejercer su voluntad porque está con la
buena estrella. El hombre que sólo se afirma a los 30 tiene una idea
equilibrada de lo que ha contribuido, por su parte, el destino y la
fuerza de voluntad; el que ya tiene 40 es posible que ponga el énfasis
tan sólo en la voluntad. Esto se manifiesta cuando el oficio de uno es
azotado por las tormentas."
http://tiempo.infonews.com/2013/06/17/editorial-103901-azotado-por-las-tormentas-nacionales.php
Francis Scott Fitzgerald
La condena del senador Carlos Saúl Menem, siete años de prisión
efectiva, desnuda una gravísima falencia del orden político. A casi
tres lustros de haber abandonado la presidencia de la República, que
esta sea la primera sentencia inculpatoria contiene una evaluación
indirecta del sistema judicial argentino, pero no sólo; si hubo un
nombre que en política fuera equivalente a la acusación de corrupción
manifiesta es precisamente el suyo; aun así atravesó imperturbable las
más severas acusaciones judiciales (enriquecimiento ilícito, por
ejemplo), ya que integró el escogido pelotón de hombres a los que la ley
no roza, por disponer de suficiente poder para garantizar la impunidad
de sus actos.
Claro que ese comportamiento del poder no es tan sólo una
característica sudamericana. La posibilidad del contrabando de armas, de
su materialización, requirió algo más que la corrupta voluntad del
grupo menemizado; sin por lo menos una mirada distraída y amable de la
OTAN y la buena voluntad norteamericana, la llegada de las armas a
destino hubiera terminado siendo imposible. Como Menem no es Henry
Kissinger la red que lo protegió cuando no hizo más falta terminó por
dejarlo de lado.
¿Entonces no se trata de una buena noticia? ¿Cuál noticia, que
Menem haya abandonado el pelotón de los intocables o que la impunidad
sistémica haya quedado definitivamente atrás?
Conviene entender que no se trata de la misma cosa. Menem recibe la
sentencia escudado en sus fueros de senador, de representante de su
provincia electo en una boleta aliada al gobierno nacional. Con un
agravante no menor. Antes de la sentencia ninguno de los integrantes del
cuerpo colegiado cuestionó la idoneidad moral del ex presidente para
integrarlo. Para sus pares de todas las bancadas ese no era un asunto
relevante.
Y que esa situación, la condena, no haya tenido y no tenga la
potencia político mediática del asesinato de Ángeles Rawson retumba como
alarma adicional. No se trata de desconocer el legítimo impacto de su
joven muerte, permite elaborar otro mapa moral de una sociedad anómica y
de la calidad de sus medios de prensa, sino que la caída del máximo
responsable del gobierno más cipayo de la historia nacional no haya
conmovido a casi nadie. La sociedad argentina está anestesiada,
moralmente anestesiada, por eso no se hace una pregunta clave: la
impunidad quedo atrás o sólo abandonó a su suerte a un integrante de su
geriátrico domiciliario.
No cabe duda para los lectores de esta columna que el
restablecimiento de la relación entre los delitos y las penas (es decir,
la anulación de las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, por parte
de la Suprema Corte), constituyó un hecho histórico: modificó la moral
pública y las posibilidades del sistema. Pero una cosa es cambiar las
condiciones de posibilidad y otra que esa potencialidad se efectivice.
La condena a Menem reabrió esa dirección, pero de ningún modo supone el
fin de la impunidad. Este es apenas su primer acto, si se considera la
especificidad del ciclo parlamentario 1983-2001. La lista de los que
debieran explicar en sede judicial su responsabilidad, no es
precisamente ajena al contrabando de armas, y por cierto es de dominio
público.
Repasemos algunos de sus nombres, al menos los incluidos en la
minuciosa investigación del periodista Daniel Santoro. En su libro Venta
de armas, hombres del gobierno, Santoro confeccionó una lista de la que
extraemos unos pocos nombres muy significativos: Erman González,
Esteban Caselli, Emir Yoma, Munsser Al Kassar, Alberto Kohan, Domingo
Cavallo, Oscar Camilión. Salvo Camilión, los demás no han sido
molestados. Es más, nunca faltarán los que nos expliquen el tipo de
persecución política, acoso oficial y demás yerbas a los que estos
impolutos mortales serían sometidos si se los investigara. Toda
averiguación seria no debiera dejarlos de lado, ya que la voladura de la
Fábrica de Armas de Río Tercero –pieza clave en el encubrimiento del
contrabando– tiene víctimas no menos inocentes que Ángeles Rawson.
Dicho con extrema sencillez: Menem es una suerte de espejo moral
apenas distorsionado de los valores hegemónicos de la sociedad
argentina, y la práctica política realmente existente no hace más que
recordárnoslo una y otra vez.
Las elecciones parlamentarias se
aproximan y los encuestadores profesionales, devenidos analistas
políticos en última instancia, señalan lo obvio: la crisis de los
partidos es terminal, y los partidos no intentan otra cosa que alinearse
tras una figura con suficiente pregnancia pública, en un país donde
Miguel del Sel califica para el podio sin mayores sobresaltos.
No sólo estuvo Del Sel a un tris de ganarle las elecciones a
gobernador al socialismo santafesino, sino que terminó partiendo sus
propias huestes. Vale la pena preguntarse cómo un ex Midachi cuyo
coeficiente intelectual, numéricamente hablando, no emociona a nadie,
cuyas virtudes políticas no gozan siquiera de predicamento entre los
propios integrantes del PRO, por eso la división provincial organizó un
goteo permanente hacia el Peronismo Federal, logra semejante éxito. Sólo
en un contexto de extrema despolitización, de reducción binaria de la
política a "alucino que me conviene" o "alucino que no me conviene", un
hombre tan zafio puede hacerse de tanto espacio local. Los candidatos
menemistas, hombres sin tradición política alguna pero de buena
presencia mediática, siguen imperando. Es que tener un apellido
resonante es mucho más importante que tres décadas de militancia
política.
Menem mientras fue presidente era absolutamente consciente de la
crisis agónica de esa política. En la época en que charlaba seguido con
Raúl Alfonsín y el dirigente radical defendía la propuesta italiana de
mani pulite, le hizo saber que de ahí no salía la renovación sistémica,
sino el fin de una época.
La debilidad estructural de la política, tanto de la llamada
oposición como del oficialismo, está directamente vinculada con la
enorme dificultad para transformar lo que existe. Más aun, de construir
un proyecto que resuelva los baches más salvajes del orden real. La baja
calidad de los partidos está directamente vinculada a la bajísima
calidad de los proyectos en juego.
Si fuera imprescindible señalar la ausencia de estrategia de
Estado, dos items permiten a modo de síntesis entenderlo. No es posible
construir una sociedad de razonable grado de convivencia civilizada sin
programa energético y sin un proyecto compartido de transporte. La
sociedad argentina carece de ambos.
A pocos se les escapa que la estatización de YPF vino de la mano
del déficit petrolero y del costo de las importaciones, y que la
retahíla de crímenes ferroviarios forma parte de la falta de inversión
en el sector como también de los instrumentos con que intentó paliarse.
La combinación de subsidios y gestión privada sobredemostró la peor de
todas las combinaciones: ni siquiera el aporte del Estado para
inversiones llega a destino. Una mirada a la estructura de los ingresos
del sector ferroviario permite verificar que el grueso de sus ganancias
surge de desviar dineros públicos, esa es la comprobada "práctica
habitual".
El ministro del ramo recordó que no se puede hacer en un año lo que
no se hizo en 50. Tiene una extraña razón. Olvidó un detalle: la
política oficial no se inició con él y la lista de víctimas no muestra
signos de remisión. Las elecciones siguientes no parecieran aportar
mucho en la necesidad de poner fin a este orden de cosas. No acusar
recibo de tan significativas ausencias es el escándalo que no
escandaliza de la política nacional.-
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