Los ejércitos secretos y el espionaje norteamericanos
Los correos electrónicos y las redes sociales son escaneadas por la inteligencia norteamericana.
La foto de Edward Snowden, un rubiecito de 29 años y anteojos, de profesión informático y desconocido hasta hace unos días, ganó la tapa de los principales portales de los diarios europeos y norteamericanos. Es que el diario inglés The Guardian (originario de Manchester pero que se edita desde Londres desde hace medio siglo) publicó una historia que sacudirá al gobierno de Barack Obama y todo el complejo militar y del espionaje norteamericano. Desde Hong Kong y sin ocultar su identidad, Snowden dio una entrevista a The Guardian en la que asume haber trabajado cuatro años para la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), y dio al periódico los detalles de un programa de intrusión en las llamadas telefónicas de millones de personas por parte de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos, dirigida por el General Keith Alexander (foto). Snowden tomó la precaución de mudarse a Hong Kong 20 días antes de que la historia fuera publicada. No duda en que las autoridades norteamericanas van a demonizarlo pero pide, a través de la entrevista, que sus conciudadanos reflexionen acerca del mundo en que quieren vivir.
"Mi única motivación era informar a la gente, y lo que hice es por ellos", aseguró. "No puedo permitir que Estados Unidos destruya la privacidad de las personas", dijo este joven que ganaba 200 mil dólares anuales por ser parte de ese entramado de espionaje masivo, según aclaró.
El tema del espionaje telefónico había saltado el miércoles pasado, cuando The Guardian publicó una orden judicial a la operadora telefónica Verizon de Estados Unidos en la que la empresa debía darle a diario la información de la actividad de sus usuarios. La mencionada orden aclaraba que Verizon no puede dar a publicidad esta solicitud por cuestiones estrictas de seguridad nacional. Es decir, no se trataba de una orden judicial de un caso específico de alguien sospechado de alguna actividad puntual sino que el pedido era indiscriminado, para todos los clientes. No hay duda que forma parte de un programa de control político orientado a millones de norteamericanos.
Además del control de las comunicaciones telefónicas, el periódico inglés hablaba del programa PRISM, destinado a intrusión de comunicaciones de Internet. Así, queda claro que Google, Apple, Microsoft, Facebook y otras grandes compañías tecnológicas colaboran con el gobierno estadounidense para entregar información privada, revelaba el diario. Es decir, los correos electrónicos, las redes sociales o cualquier otra actividad es atentamente escaneada por la inteligencia norteamericana sin autorización de los usuarios. PRISM existe desde 2007 y constituye la principal fuente de información de inteligencia.
Las respuestas a las revelaciones del miércoles en The Guardian llegaron de inmediato. En un comunicado de prensa, James Clapper, director de Inteligencia Nacional norteamericano dijo que PRISM servía para "proteger al país de una gran variedad de amenazas" y pretendió suavizar el golpe aclarando que el espionaje se hacía "únicamente sobre personas que viven fuera del país".
Lo que destapaba The Guardian se convertía en el primer golpe al gobierno de Barack Obama por espionaje indiscriminado. El conservador Washington Post se sumaba a las denuncias. Sin dudas porque siempre corre por derecha a Obama. Pero acá las cosas se empastan porque el origen de todas las medidas de control masivo al interior de Estados Unidos fue de George Bush –a través del Acta Patriótica– inmediatamente después del ataque a las torres gemelas. Dicho sea de paso, jamás el espionaje norteamericano pudo dar una versión fehaciente sobre quién es Al Qaeda.
Así como el Post aprovecha para pegarle a Obama por sus claros vínculos con los republicanos, nadie puede pensar que es el caso de The Guardian, de clara orientación liberal y que se opuso a las invasiones de Afganistán e Irak desde el inicio hace ya más de una década.
¿QUO VADIS OBAMA? Así las cosas a mitad de la semana pasada, Obama salía a la luz pública el viernes en una conferencia de prensa. Ya no era el hombre que pretendía contarles a los norteamericanos que tenía un sueño, emulando a Martin Luther King, sino que no tuvo problemas en mostrarse como un personaje de pesadillas y justificó la intrusión, creyendo quizá que era una denuncia leve. Pero Snowden, dos días después de la parada de Obama, dio la cara. Y eso redobló la apuesta: no se trataba de la filtración de un papel reservado enviado desde un juzgado hacia una empresa telefónica. Era un muchachito rubio de carne y hueso que puso las cosas, valga la paradoja, en blanco sobre negro. "Mi familia no sabe qué está pasando. Mi miedo es que van a ir a por mis padres, mis amigos y mi pareja", dijo en la entrevista.
Para algunos, Obama todavía podrá simbolizar el progreso, el acceso de la comunidad afroamericana a las máximas ligas de la administración pública y muchas otras cosas que no dejan de ser parte de los cambios en el país más poderoso de la Tierra. Pero es, en estas horas, la cúspide de la toma de decisiones de un aparato infernal. Y las decisiones no se delegan.
No bien tomó estado público la denuncia, quien dio una entrevista fue el fundador de WikiLeaks, Julian Assange. Se la dio a la agencia francesa AFP desde su reclusión, la embajada de Ecuador en Londres. Habló del "colapso catastrófico del derecho" en Estados Unidos. Todos recuerdan que una de las fuentes de Assange fue el analista de información de la CIA Bradley Manning, quien estuvo en Afganistán e Irak y lleva tres años preso en condiciones infrahumanas. El también joven, rubio y de anteojos Manning es ahora un pequeño héroe para Snowden. No faltan comentarios de prensa por estas horas que califican a Snowden como el nuevo Manning. Como tampoco faltan analistas que ponen a Obama en una línea de continuidad con Bush.
¡DEMOCRACIA AHORA! El control de la CIA y la Casa Blanca tiene sus motivos. El todavía joven pero ya veterano periodista de investigación Jeremy Scahill acaba de ganar un premio por un documental en la edición del prestigioso festival de cine de Sundance. En efecto, junto a Rick Rowley hizo Guerras Sucias (Dirty Wars), un documental que pone la piel de gallina mostrando las actividades de las tropas norteamericanas en operaciones secretas, en el uso de aviones no tripulados para eliminar adversarios y también en la actividad cotidiana de los soldados con uniforme que actúan en Afganistán, Pakistán y en otros destinos, donde las tropas norteamericanas actúan como ejército invasor. Scahill publicó hace unos años Blackwater, el auge del ejército mercenario más poderoso del mundo, donde se evidencia que no hay límites entre las tropas mercenarias de empresas privadas de seguridad y los ejércitos formales de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Scahill forma parte de una nueva camada de periodistas investigativos que toman la posta de grandes plumas como Seymour Hersh, quien no dejó de publicar verdades en los últimos 50 años, pese a que los dueños de los medios dejaron a Hersh en un lugar marginal. Vale la pena recordarlo: Hersh saltó a la primera plana de los diarios cuando entrevistó a un oficial norteamericano preso, que le detalló cómo había sido la masacre de Mi Lay (1968) en plena ocupación norteamericana en Vietnam. Poco tiempo después de las denuncias de Hersh salía a la luz en Estados Unidos un libro que se convertía en un ícono de la oposición a la invasión en Vietnam. Era Los ejércitos de la noche, de Norman Mailer, donde se mostraba el otro lado del gran Imperio, el de los que querían confraternizar con los vietnamitas en vez de intentar destriparlos y someterlos. Mailer murió en 2007, y pese a ser un autor de culto, los grandes medios ya no lo publicaban, porque sencillamente era un opositor feroz a las invasiones en Afganistán y en Irán. Hersh sigue en el camino.
Scahill es parte de Democracy Now, un colectivo que no claudica frente al poder. Es una emisión que sale por distintos canales de televisión, radio e Internet y que presenta Amy Goodman, y que en una de sus últimas emisiones puso a disposición de las audiencias Dirty Wars. Scahill estuvo en Irak, en Pakistán, en Afganistán, en Yemen, en Somalia, en Sudán y en muchos otros lugares donde las tropas norteamericanas realizaron acciones criminales. Las pone en evidencia en el documental y se las cuenta a Amy Goodman.
Es cierto que no puede construirse una visión paranoica de la política, pero peor aún es desconocer que el poderío militar norteamericano tiene un pacto implícito con los grandes medios de comunicación respecto de no incursionar en el sentido imperial de sus fuerzas armadas como punta de lanza de las grandes compañías multinacionales.
El control sobre los correos electrónicos y las llamadas telefónicas no son la persecución directa a Democracy Now y a otras asociaciones o grupos de norteamericanos contrarios a la ideología imperial reinante en ese país. Sin embargo, son parte del fantasma de la Casa Blanca y del Pentágono norteamericanos. Viven con espanto el recuerdo de la derrota de Vietnam, de la influencia interna de aquellos crímenes que nunca llegaron a los tribunales y que fueron destapados por Hersh, Mailer y otros valientes periodistas.
Scahill pone el acento en algunos aspectos ignorados por la gran prensa norteamericana. Los drones –aviones no tripulados– fueron utilizados a fines de mayo, en Pakistán para ejecutar a siete personas. Nadie se hace cargo de su utilización, sin embargo el mismo Obama durante la campaña electoral que le permitió la reelección se comprometió a controlar y disminuir drásticamente las operaciones con robots asesinos. Esto sucedió unos días antes de que tomara estado público la denuncia de Edward Snowden. Los drones actuaron a kilómetros de distancia de Estados Unidos y quizá resulte más fácil de ocultar para el gran público norteamericano. Lo que cuenta Snowden impacta sobre el corazón de la credibilidad del sistema. El mismo domingo por la noche, las portadas de los portales de noticias del Washington Post, el New York Times, el Financial Times y de otros diarios norteamericanos contaban la historia de Snowden. Habían pasado apenas 48 horas de la conferencia de prensa de Obama. Si la sociedad norteamericana llega a percibir que una y otra cosa –los drones y el PRISM– forman parte de un mismo sistema de dominación y control, es posible que el sistema político de la nación más poderosa del planeta tenga que reconocer: Houston, estamos en problemas. -
"Mi única motivación era informar a la gente, y lo que hice es por ellos", aseguró. "No puedo permitir que Estados Unidos destruya la privacidad de las personas", dijo este joven que ganaba 200 mil dólares anuales por ser parte de ese entramado de espionaje masivo, según aclaró.
El tema del espionaje telefónico había saltado el miércoles pasado, cuando The Guardian publicó una orden judicial a la operadora telefónica Verizon de Estados Unidos en la que la empresa debía darle a diario la información de la actividad de sus usuarios. La mencionada orden aclaraba que Verizon no puede dar a publicidad esta solicitud por cuestiones estrictas de seguridad nacional. Es decir, no se trataba de una orden judicial de un caso específico de alguien sospechado de alguna actividad puntual sino que el pedido era indiscriminado, para todos los clientes. No hay duda que forma parte de un programa de control político orientado a millones de norteamericanos.
Además del control de las comunicaciones telefónicas, el periódico inglés hablaba del programa PRISM, destinado a intrusión de comunicaciones de Internet. Así, queda claro que Google, Apple, Microsoft, Facebook y otras grandes compañías tecnológicas colaboran con el gobierno estadounidense para entregar información privada, revelaba el diario. Es decir, los correos electrónicos, las redes sociales o cualquier otra actividad es atentamente escaneada por la inteligencia norteamericana sin autorización de los usuarios. PRISM existe desde 2007 y constituye la principal fuente de información de inteligencia.
Las respuestas a las revelaciones del miércoles en The Guardian llegaron de inmediato. En un comunicado de prensa, James Clapper, director de Inteligencia Nacional norteamericano dijo que PRISM servía para "proteger al país de una gran variedad de amenazas" y pretendió suavizar el golpe aclarando que el espionaje se hacía "únicamente sobre personas que viven fuera del país".
Lo que destapaba The Guardian se convertía en el primer golpe al gobierno de Barack Obama por espionaje indiscriminado. El conservador Washington Post se sumaba a las denuncias. Sin dudas porque siempre corre por derecha a Obama. Pero acá las cosas se empastan porque el origen de todas las medidas de control masivo al interior de Estados Unidos fue de George Bush –a través del Acta Patriótica– inmediatamente después del ataque a las torres gemelas. Dicho sea de paso, jamás el espionaje norteamericano pudo dar una versión fehaciente sobre quién es Al Qaeda.
Así como el Post aprovecha para pegarle a Obama por sus claros vínculos con los republicanos, nadie puede pensar que es el caso de The Guardian, de clara orientación liberal y que se opuso a las invasiones de Afganistán e Irak desde el inicio hace ya más de una década.
¿QUO VADIS OBAMA? Así las cosas a mitad de la semana pasada, Obama salía a la luz pública el viernes en una conferencia de prensa. Ya no era el hombre que pretendía contarles a los norteamericanos que tenía un sueño, emulando a Martin Luther King, sino que no tuvo problemas en mostrarse como un personaje de pesadillas y justificó la intrusión, creyendo quizá que era una denuncia leve. Pero Snowden, dos días después de la parada de Obama, dio la cara. Y eso redobló la apuesta: no se trataba de la filtración de un papel reservado enviado desde un juzgado hacia una empresa telefónica. Era un muchachito rubio de carne y hueso que puso las cosas, valga la paradoja, en blanco sobre negro. "Mi familia no sabe qué está pasando. Mi miedo es que van a ir a por mis padres, mis amigos y mi pareja", dijo en la entrevista.
Para algunos, Obama todavía podrá simbolizar el progreso, el acceso de la comunidad afroamericana a las máximas ligas de la administración pública y muchas otras cosas que no dejan de ser parte de los cambios en el país más poderoso de la Tierra. Pero es, en estas horas, la cúspide de la toma de decisiones de un aparato infernal. Y las decisiones no se delegan.
No bien tomó estado público la denuncia, quien dio una entrevista fue el fundador de WikiLeaks, Julian Assange. Se la dio a la agencia francesa AFP desde su reclusión, la embajada de Ecuador en Londres. Habló del "colapso catastrófico del derecho" en Estados Unidos. Todos recuerdan que una de las fuentes de Assange fue el analista de información de la CIA Bradley Manning, quien estuvo en Afganistán e Irak y lleva tres años preso en condiciones infrahumanas. El también joven, rubio y de anteojos Manning es ahora un pequeño héroe para Snowden. No faltan comentarios de prensa por estas horas que califican a Snowden como el nuevo Manning. Como tampoco faltan analistas que ponen a Obama en una línea de continuidad con Bush.
¡DEMOCRACIA AHORA! El control de la CIA y la Casa Blanca tiene sus motivos. El todavía joven pero ya veterano periodista de investigación Jeremy Scahill acaba de ganar un premio por un documental en la edición del prestigioso festival de cine de Sundance. En efecto, junto a Rick Rowley hizo Guerras Sucias (Dirty Wars), un documental que pone la piel de gallina mostrando las actividades de las tropas norteamericanas en operaciones secretas, en el uso de aviones no tripulados para eliminar adversarios y también en la actividad cotidiana de los soldados con uniforme que actúan en Afganistán, Pakistán y en otros destinos, donde las tropas norteamericanas actúan como ejército invasor. Scahill publicó hace unos años Blackwater, el auge del ejército mercenario más poderoso del mundo, donde se evidencia que no hay límites entre las tropas mercenarias de empresas privadas de seguridad y los ejércitos formales de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Scahill forma parte de una nueva camada de periodistas investigativos que toman la posta de grandes plumas como Seymour Hersh, quien no dejó de publicar verdades en los últimos 50 años, pese a que los dueños de los medios dejaron a Hersh en un lugar marginal. Vale la pena recordarlo: Hersh saltó a la primera plana de los diarios cuando entrevistó a un oficial norteamericano preso, que le detalló cómo había sido la masacre de Mi Lay (1968) en plena ocupación norteamericana en Vietnam. Poco tiempo después de las denuncias de Hersh salía a la luz en Estados Unidos un libro que se convertía en un ícono de la oposición a la invasión en Vietnam. Era Los ejércitos de la noche, de Norman Mailer, donde se mostraba el otro lado del gran Imperio, el de los que querían confraternizar con los vietnamitas en vez de intentar destriparlos y someterlos. Mailer murió en 2007, y pese a ser un autor de culto, los grandes medios ya no lo publicaban, porque sencillamente era un opositor feroz a las invasiones en Afganistán y en Irán. Hersh sigue en el camino.
Scahill es parte de Democracy Now, un colectivo que no claudica frente al poder. Es una emisión que sale por distintos canales de televisión, radio e Internet y que presenta Amy Goodman, y que en una de sus últimas emisiones
Es cierto que no puede construirse una visión paranoica de la política, pero peor aún es desconocer que el poderío militar norteamericano tiene un pacto implícito con los grandes medios de comunicación respecto de no incursionar en el sentido imperial de sus fuerzas armadas como punta de lanza de las grandes compañías multinacionales.
El control sobre los correos electrónicos y las llamadas telefónicas no son la persecución directa a Democracy Now y a otras asociaciones o grupos de norteamericanos contrarios a la ideología imperial reinante en ese país. Sin embargo, son parte del fantasma de la Casa Blanca y del Pentágono norteamericanos. Viven con espanto el recuerdo de la derrota de Vietnam, de la influencia interna de aquellos crímenes que nunca llegaron a los tribunales y que fueron destapados por Hersh, Mailer y otros valientes periodistas.
Scahill pone el acento en algunos aspectos ignorados por la gran prensa norteamericana. Los drones –aviones no tripulados– fueron utilizados a fines de mayo, en Pakistán para ejecutar a siete personas. Nadie se hace cargo de su utilización, sin embargo el mismo Obama durante la campaña electoral que le permitió la reelección se comprometió a controlar y disminuir drásticamente las operaciones con robots asesinos. Esto sucedió unos días antes de que tomara estado público la denuncia de Edward Snowden. Los drones actuaron a kilómetros de distancia de Estados Unidos y quizá resulte más fácil de ocultar para el gran público norteamericano. Lo que cuenta Snowden impacta sobre el corazón de la credibilidad del sistema. El mismo domingo por la noche, las portadas de los portales de noticias del Washington Post, el New York Times, el Financial Times y de otros diarios norteamericanos contaban la historia de Snowden. Habían pasado apenas 48 horas de la conferencia de prensa de Obama. Si la sociedad norteamericana llega a percibir que una y otra cosa –los drones y el PRISM– forman parte de un mismo sistema de dominación y control, es posible que el sistema político de la nación más poderosa del planeta tenga que reconocer: Houston, estamos en problemas. -
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