domingo, 13 de febrero de 2011

EGIPTO: LECCIONES DE HIPOCRESÍA


Los acontecimientos de Egipto que culminaron con la caída de Mubarak dan lugar a una serie de interrogantes sobre el futuro de la nación africana, pero al mismo tiempo permitieron revelar enormes grados de hipocresía en el discurso de los países del "Occidente civilizado " (Estados Unidos, el primero y principal), y de los medios hegemónicos del mundo; incluyendo los argentinos.

Después de gobernar con mano de hierro durante más de 30 años, sólo en las últimas semanas (cuando la reacción popular en su contra iba in crescendo) nos enteramos por los medios masivos de la verdadera naturaleza (dictatorial) del régimen de Mubarak; y no se piense que estamos hablando de alguna ignota nación del centro de Africa, sino nada menos que de Egipto, la antiquísima tierra de los faraones.

Apenas al inicio de éste relato de los acontecimientos que hace La Nación hay un dejo de sinceridad: Mubarak -un gobernante brutal y autoritario que presidió un régimen corrupto- se mantuvo tanto tiempo en el poder, principalmente por ser un férreo aliado de los Estados Unidos, incondicionalmente alineado con sus políticas para el Medio Oriente.

Comandando el país árabe con mejor relación con el Estado de Israel (con el que estuvo en estado de guerra permanente desde 1948 a 1976), dispuesto a acompañar las aventuras bélicas de Washington en la región aun al precio de ser suspendido de la Liga Arabe, Mubarak era un puntal de la política yanqui en la región; al igual que sus vecinos Túnez (cuyo gobierno acaba de caer hace poco, luego del derrumbe de un modelo económico aconsejado y alabado por el FMI) y Argelia, sacudido hoy por las protestas como da cuenta la información de la nota.

Desde esa perspectiva y por 30 años, poco importaron (para el Departamento de Estado y sus aliados, y para muchos medios) las persecuciones de dirigentes políticos, la censura y las restricciones a la actividad de la prensa, la dura represión de cualquier atisbo de oposición política o social al régimen. Del mismo modo eran tolerados su nepotismo y corrupción, y hasta la sospecha de fraude en las elecciones que lo perpetuaban en el poder.

Durante todos esos años, los "dictadores" señalados por Washington y la "prensa libre" estuvieron en otros lugares: Cuba (un abonado permanente a la caracterización), Irán, Corea del Norte o la Venezuela de Chávez; y no se trata de desconocer características autoritarias o dictatoriales en algunos de los gobiernos de esos países.

Señalamos simplemente que el imperialismo tiene el hábito de utilizar categorías simpáticas (como la democracia, la república o los derechos humanos), para justificar en realidad su hostilidad hacia gobiernos que no se les subordinan, o no aceptan mansamente sus dictados. Otros países cuyos gobiernos podrían ser tilados sin dudar de dictaduras (por caso Rusia y China) se defienden con su poder económico y militar del anatema. 

Esa práctica es tan vieja que se remonta a la doctrina Monroe de 1823, la política del "Big stick" de Teodoro Roosevelt en los inicios del siglo XX , las intromisiones militares en América Central o las diplomáticas en otros países de nuestro continente (aquí padecimos a Braden); y en el nombre de esa hipocresía condujeron la Guerra Fría y las guerras de Corea y Vietnam, sin ir más lejos.

Hoy día incluso -ya caído Mubarak- los Estados Unidos sostienen regímenes tanto o más autoritarios que el suyo en la misma región, como Pakistán o Arabia Saudita; ¿y acaso por ventura alguien puede pensar que la caída de Saddam Hussein dio lugar a una verdadera democracia en Irán?

Por eso si el caso Mubarak brinda lecciones de algo, es de hipocresía, y lo mismo sucede con los grandes medios: hasta que no tuvieron la evidencia cierta de que el gobierno de Barak Obama le soltaba la mano al presidente egipcio, no nos enteramos por los titulares de esos medios que su régimen era una dictadura.

Y por otra parte y viniéndonos más cerca, ¿alguien puede creer en la sinceridad del discurso antidictatorial de quienes recibieron nada menos que el regalo de Papel Prensa de los genocidas del 76', como es el caso de Clarín y La Nación?

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