Un teorema es la demostración de una verdad que se deduce de ciertas hipótesis que se dan por ciertas. Es una explicación lógica que parte de postulados que no se discuten o de otros teoremas ya demostrados.
El teorema de Baglini. En política, rara vez se habla de teoremas. Sin embargo hay uno muy popular, que fue enunciado en 1985 por el diputado nacional radical Raúl Baglini. En síntesis, sostiene que “cuanto más lejos se está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos; cuanto más cerca, más sensatos y razonables se vuelven”. En otras palabras, el mantenimiento de las convicciones de un político, es inversamente proporcional a su cercanía al poder.
Quienes ven como una quimera su pronta llegada al gobierno, suelen exigir lo imposible. Dentro de los múltiples motivos que pueden inspirar esa posición sobresalen dos. El primero es el deseo de plantear propuestas óptimas pero irrealizables, con lo cual cumplen con la propia conciencia y -lo cual es menos probable- pueden sacar patente de precursores; en ambos casos, son actitudes políticas irrelevantes. El segundo motivo ya no es inocente pues por este medio se procura desestabilizar gobiernos por izquierda o por derecha, y aplican la teoría de cuanto peor, mejor. No esperan gobernar, pero su hábitat natural es el río revuelto. No les importa que el gran pescador sea el establishment. Con eso esperan causar daños a quienes detestan (que son casi todos) y mejorar su posición futura. Estas son, para el teorema de Baglini, posiciones políticas irresponsables.
Por el contrario, cuando personajes o grupos políticos creen que pronto van a llegar al gobierno, se vuelven más conciliadores y dúctiles, aun si deben abandonar antiguas lealtades e ideales. Desde su punto de vista, se trata de convertirse en “más sensatos y razonables”. Aquí se filtra la ideología que muestra el teorema de Baglini: lo sensato y razonable es ser conservador o, mejor aún, ser reaccionario. En el mejor de los casos es el país del “sería bueno pero no se puede”; en el peor, del “no se puede y está bien que sea así”.
Ahora se agrega otro ingrediente: si se alientan los cambios profundos, se impide el consenso, que para ellos “es el bien supremo de toda sociedad”; y se estimula el conflicto, que es “el mayor azote de las sociedades”. La trampa es evidente: para que haya consenso perfecto -con lo que concretaría el mayor ideal de una sociedad- debe haber un acuerdo con el orden establecido. Cualquier impugnación generaría conflicto. En otras palabras, la política sensata y razonable consiste en no tocar el poder del establishment.
El teorema de Néstor Kirchner. Frente al significado reaccionario del teorema que describe Baglini, surge el teorema realista e igualitario de Néstor Kirchner: cuanto más cerca se está del poder -por ejemplo cuando se ejerce el gobierno- más deben afianzarse los principios por los que se luchó y profundizarse las reformas deseadas (debe recordarse que cuando el establishment domina la economía, el acceso al gobierno no significa la toma del poder, sino que sólo es un importante instrumento para lograrlo).
Cuando asumió la Presidencia de la Nación, el 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner enunció su teorema con claridad: “Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolores y ausencias. Me sumé a la lucha política creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”. “Vengo a proponerles un sueño, que es el de volver a tener una Argentina con todos y para todos. Les vengo a proponer que recordemos los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros, y de nuestra generación que puso todo y dejó todo pensando en un país de iguales.” En síntesis, llegamos para construir un país mejor.
Kirchner practicó un realismo político que no limita o traiciona las convicciones y aspiraciones para acceder al gobierno; por el contrario, comienza por calibrar las restricciones, para ejecutar la táctica que permita cumplir con los actos políticos deseados. No se adecua a las limitaciones, sino que procura vencerlas. Veamos un ejemplo típico. Una herencia nefasta del gobierno militar, con la que convivieron los gobiernos civiles que le siguieron, fue la dependencia del Fondo Monetario Internacional (FMI), que determinaba la política económica nacional.
El objetivo que persiguió el presidente Kirchner fue nada menos que la recuperación de la soberanía económica nacional. Para obtenerla había que desligarse del FMI. Para ello se decidió pagar la deuda al FMI e impedir así que intervenga en la política económica nacional (lo cual puede hacer con los países que son sus deudores).
El resultado fue que el FMI quedó absolutamente marginado de las decisiones económicas argentinas; y nuestra economía no se resintió por el pago en divisas, que se recuperaron con rapidez. Así pudo ejecutarse una política que permitió el extraordinario resurgimiento registrado a partir de 2003, que era la opuesta a la preconizada por el FMI.
El teorema de Néstor Kirchner ha sido aplicado múltiples veces, a tal punto que marca ya una constante política. Frente a las muchas e importantes dificultades que afectan a la acción de gobierno, lejos de transar sobre los principios y convicciones, se multiplica la apuesta. No se buscó el consenso del establishment, sino que se profundizó el modelo de desarrollo con justicia social. Para comprobar que los cambios realizados fueron sustanciales, basta con una enumeración de algunos actos de gobierno. Veamos.
Derechos humanos y sociales: cambio de la Corte Suprema de Justicia; derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final; no represión a los reclamos sociales; matrimonio igualitario; Asignación Universal por Hijo; total libertad de expresión; ley de medios audiovisuales; fútbol para todos.
Economía: desligamiento del FMI; tipo de cambio competitivo; superávit fiscal y de comercio exterior; quita sustancial de la deuda externa; expansión del gasto público; 5 millones de nuevos empleos; sistema de jubilaciones estatal; 2,4 millones de nuevos jubilados sin aportes; recuperación de los salarios reales; suba semestral de las jubilaciones; alto nivel de reservas; reindustrialización; política antiinflacionaria no recesiva; cobro de retenciones a las exportaciones; programa de obras públicas; aumento sustancial de los gastos en educación, cultura, ciencia y tecnología. Los resultados fueron espectaculares: crecimiento anual del PIB entre el 8% y 9% entre 2003 y 2010 (excepto en 2009 por la crisis internacional); aumento de la participación de los asalariados en el ingreso del 34% en 2002 al 44% en 2010.
Política internacional: veto al Alca; creación de Unasur; fortalecimiento del Mercosur; defensa de regímenes democráticos latinoamericanos, repudio del golpismo.
Conclusiones. En síntesis, se trata de dos concepciones políticas antagónicas. La que describe Baglini, pinta la inconsistencia de grupos políticos guiados por el afán de poder, que ignoran el fondo de los problemas y se refugian en cuestiones formales; de tal modo traban los cambios y fortalecen el statu-quo; es decir, son funcionales al establishment del cual quisieran formar parte. Paradójicamente, en vez de afianzar su poder, lo erosionan. En las antípodas está el teorema que no sólo explicó sino que practicó Néstor Kirchner, por el cual en toda circunstancia debe lucharse por la afirmación de los principios; en el actual caso significa la profundización del modelo de desarrollo con justicia social. Lejos de constituir un romanticismo sin consecuencias, las políticas populares refuerzan a quienes las practican, o en otras palabras, construyen un nuevo poder.
2 comentarios:
Calcagnos: Estoy de acuerdo con uds. El inconveniente para los radicales es que andan mal en matemática y ni qué hablar en lógica (Pío Abramov)
En realidad el gordo Baglini tiene un teorema más relevante:
Cuanto más lejos se sienta uno del asador, más fría le llega la carne.
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