El
imperio no pudo impedir la Unasur
Por Atilio A. Boron
El golpe en esa nación
centroamericana (Honduras) puso fin a las ilusiones, acunadas por muchos, que
sostenían que el imperialismo había cambiado y que la rapiña desenfrenada de
los recursos naturales y los métodos brutales de dominación eran cosa del pasado.
Quienes así piensan se olvidan del activo papel que Washington jugó en el golpe
militar venezolano de abril de 2002, y del no menos protagónico papel
desempeñado en el lockout petrolero de finales de ese mismo año; o subestiman
(o ignoran) lo que hicieron -¡y siguen haciendo!- diversas agencias del
gobierno norteamericano cono la Usaid y la NED, junto con ONG de ese país,
supuestamente independientes, para desestabilizar la Revolución Bolivariana, o
el gobierno de Evo Morales y provocar la secesión de la Media Luna Oriental; o
desconocen el modo en que se está fomentando el renacimiento del separatismo
del Guayas, en Ecuador, y el apoyo a la intentona golpista del 2010, para ni
hablar de la incesante campaña mundial de mentiras y calumnias lanzada en contra
de los líderes populares de la región. Se olvidan también de la desorbitada
expansión de las bases militares que rodean con un cinturón de hierro toda la
región; de la imposición -ante gobiernos que resignan soberanía- de una
legislación "antiterrorista" diseñada para reprimir y desactivar la
protesta social; de la tremenda ofensiva mediática internacional, concertada
hasta en sus mínimos detalles y que convirtió a los grandes medios de la región
en los "estados mayores" de una derecha política cada vez menos
gravitante sin la ayuda de aquéllos.
Los señalamientos precedentes
hablan con elocuencia de la virulencia de la contraofensiva norteamericana
pero, al mismo tiempo y dialécticamente, de la fortaleza de las resistencias
sociales que se oponen a sus designios. Nada sería más pernicioso en la
coyuntura actual que la aceptación de una cierta opinión que concibe a los
Estados Unidos como una potencia inexpugnable e invencible. Si bien su poderío
sigue siendo formidable no es menos cierto que, como se señalara más arriba,
varias de sus iniciativas fueron frustradas por la tenaz resistencia que
opusieron los pueblos de la región. Sus aventuras golpistas en Venezuela fueron
desbaratadas, al igual que sus planes sediciosos en Bolivia y Ecuador. Tampoco
pudo impedir la realización de ejercicios navales conjuntos entre las armadas
de Rusia y Venezuela en el Mar Caribe, que muchos estrategas de Estados Unidos
conciben como un lago o un mar "interior". Esto era impensable hace
apenas diez años, pero hoy es una realidad. El rechazo al ALCA, impulsado por
una multitudinaria movilización continental, se inscribe en esta misma línea,
así como la creciente inoperancia de las "cumbres" de las Américas
lanzadas en 1994 cuando otro era el clima que imperaba y Bill Clinton ponía en
marcha el dispositivo que supuestamente culminaría con la aprobación del ALCA,
culminando así el proceso de anexión económica y política de América latina y
el Caribe al imperio.
Una tras otra las cumbres
terminaron en un revés para Washington: la de Trinidad-Tobago, en 2009,
reincorporando a Cuba al sistema interamericano pese al veto estadounidense. Y
la más reciente, en Cartagena, con 32 jefes de Estado declarando que era la
última reunión que se haría sin Cuba y exigiendo el fin del criminal bloqueo
que el imperio impuso a la isla rebelde.
Adicionalmente habría que agregar otra derrota, que
no por haberse producido en el seno de una institución moribunda como la OEA
deja de tener importancia. En el 2005 y en contra de la militante preferencia
de Estados Unidos los países de la región eligieron como nuevo secretario
general a José Miguel Insulza, quien había sido prominente funcionario del
gobierno de Salvador
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Allende, y que se convirtió en el primero en ser
elegido contrariando la voluntad de Washington. En otro orden de cosas, Estados
Unidos no pudo impedir el cierre de la Base de Manta, en Ecuador; frustrar la
política de liberación de rehenes de las FARC en Colombia y escarmentar a Evo
Morales por haber expulsado de Bolivia al embajador norteamericano (y
consuetudinario golpista y secesionista, "inventor" de Kosovo en los
Balcanes) Philip Goldberg. Tampoco pudo impedir la creación de la Unasur y su
Consejo Sudamericano de Defensa y la formación, en febrero del 2010 de la Celac,
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, cuya primera cumbre se
celebraría en Caracas en diciembre del 2011. En suma: la resistencia de los
pueblos ha sido formidable, y cosechado no pocos éxitos. Algunos logros, ya
referidos en este libro, se dieron en la esfera económica frustrando la
aplicación de políticas neoliberales como las privatizaciones. Otros, como los
que acabamos de mencionar, erigiendo obstáculos insalvables a la política de
dominación del imperio.
Palabras finales
Llegó la hora de poner punto final a este escrito.
De su lectura se infiere que la época por la que atravesamos hará que la lucha
de nuestros pueblos por la autodeterminación nacional y la construcción de una
genuina democracia sea ardua y prolongada. Pero, tal como lo recordara el
comandante Fidel Castro en su reunión con los intelectuales el 10 de febrero
del 2012, "aunque nos dijeran que al mundo le quedan pocas semanas de vida
nuestro deber sería luchar, seguir luchando hasta el fin". Sabemos que los
imperialistas no se darán por vencidos muy fácilmente pues su derrota no sólo
será política sino que afectará decisivamente un modo de vida basado en el
derroche y el despilfarro, y en la agresión a la naturaleza, que es
insostenible en el mediano plazo. Se defenderán con uñas y dientes, y nada los
detendrá; cualquier crimen, atrocidad o acto de barbarie será justificado
apelando a los pretextos y racionalizaciones tradicionales: la defensa de la
libertad, la democracia, la justicia. Y América latina, región absolutamente
prioritaria, será el área donde librarán sus primeros combates y también el
último, final y decisivo. Los primeros, porque los imperialistas pueden
resignarse a perder Africa, Asia, inclusive a Europa, pero jamás América
latina, y en estas tierras descargarán todo su infernal aparato militar sobre
quienes sean percibidos como planteando los más elementales cuestionamientos a
su opresión. El último combate porque, destruidas sus bases de sustentación en
otras regiones del mundo, buscarán refugio en nuestros países, haciéndose
fuertes en la insularidad americana que, supuestamente, pondría al imperio a
salvo de cualquier incursión terrestre de fuerzas enemigas extracontinentales.
Por eso, la lucha debe continuar sin pausa alguna. La "batalla de ideas"
es uno de los escenarios de esa lucha. No es el único, pero es terriblemente
importante. Este libro pretendió ser una modesta contribución a esta empresa.
* Extracto del libro América
Latina en la Geopolítica del Imperialismo, que será presentado hoy a las
15.30, en la sala Adolfo Bioy Casares de la Feria
del Libro, con comentarios del autor, de Jorge Taiana y Telma Luzzani.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-219749-2013-05-11.html
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