jueves, 23 de diciembre de 2010

Apuntes para la militancia



La toma del Parque Indoamericano mostró la peor cara de nuestra sociedad: xenofobia, racismo, impericia, desgobierno. Fue una fuerte derrota cultural para aquellos que militan en el campo del respeto a la diversidad, el humanismo y la defensa de los sectores populares.

  1) Hace unos meses escribí en una columna dominical en Tiempo que uno de los principales problemas no visibles de la Argentina era, fundamentalmente, el racismo oculto que denigra al 50% de nuestra población que es mestiza, que es negra, hija de esas cruzas entre blancos, indios y gauchos. La toma del Parque Indoamericano mostró la peor cara de nuestra sociedad: xenofobia, racismo, impericia y desgobierno. Fue una fuerte derrota cultural para aquellos que militan en el campo del respeto a la diversidad, el humanismo y la defensa de los sectores populares. Sin embargo, Mauricio Macri, quien fue leal a su clientela y le dijo lo que ella quería escuchar –un discurso basado en el orden, la represión y la discriminación–, también salió perjudicado. La Ciudad de Buenos Aires es mucho más sofisticada de lo que la mayoría de los políticos cree –incluso dentro del peronismo–, y los discursos burdos y lineales suelen espantar a una mayoría de opinión que está más ligada a un progresismo blanquito que a una centroderecha brutal y poco elegante. Pronto, Mauricio Macri también va a encontrar su techo en las encuestas. Pero lo importante es que allí hay una misión para cumplir: la principal batalla cultural en la Argentina –y sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires– es disminuir los niveles de racismo y de desprecio social. La toma de conciencia –incluso dentro del movimiento nacional y popular y de centroizquierda– del problema de la discriminación cultural y racial. La cuestión de la denigración hacia el mestizo está tan arraigada en el lenguaje que sorprende. La palabra “denigrar” –perdón por el acto de barato “grondonismo”– proviene del latín denigrationis, que significa oscurecer. Denigrar a una persona no es otra cosa que “ennegrecerla”. La misión de la militancia cultural en los próximos años no es otra, entonces, que resignificar los términos y, sobre todo, tender a la igualación de oportunidades. Lo cultural no es una máscara de las relaciones económicas, lo cultural es –y debe ser– justamente su representación simbólica; trastocar valores significa –y también en un juego dialéctico empuja porque libera– distribuir riqueza y solucionar los problemas infraestructurales de la pobreza.

2) Otro de los males que despertaron tras la apertura de la caja de Pandora del Indoamericano es el fanatismo argentino por las conspiraciones y las versiones conspirativas de la política. Las conspiraciones existen, claro, pero suelen ser mucho menos numerosas y exitosas de lo que todos suponemos. El problema de este tipo de visiones es que alimentan y agigantan la figura del conspirador y perjudican a la víctima de esas maniobras. Es decir, crean fantasmas invisibles, todopoderosos, invencibles, y relega a la víctima de esas maniobras como un ser indefenso, incapaz de manejar esas conspiraciones. Imaginar complots, maniobras oscuras, internas irrefutables es, en algún sentido, despreciar la capacidad de resolver problemas por parte de la conducción del proceso político actual, en este caso la presidenta de la Nación. Nadie, niega, claro la existencia de maniobras políticas desestabilizadoras, de generadores de caos ni de aprovechadores que se presentan como “únicos salvadores de la patria”. Pero tampoco es cierto que hay una gran conspiración en marcha cuyo camino es inexpugnable y cuya conclusión es inevitable.
Es más, el principal problema de la presidenta en este momento no proviene de fuerzas exógenas. No deberían ser hoy, ni el radicalismo ni el macrismo, sus principales problemas. Ni siquiera un disminuido Eduardo Duhalde. Las encuestas de imagen positiva y de intención de voto le ofrecen un colchón suficientemente mullido como para esperar a octubre llevando adelante un par de medidas más y haciendo la plancha. Pero la presidenta tiene y tendrá, si no tensa las riendas de ese caballo arisco y mañoso que es el peronismo, más problemas dentro de sus filas que fuera de ellas. Las supuestas internas entre Nilda Garré y Aníbal Fernández, las peleas por las candidaturas, las peleas cruzadas entre las distintas fuerzas de seguridad, los intereses cruzados por la gestión –como por ejemplo el reciente conflicto por el Hospital Gandulfo de Lomas de Zamora– y la disputa de los recursos presupuestarios, perjudican más a la presidenta que la acción de sus adversarios directos.
La muerte de Néstor Kirchner, el 27 de octubre pasado, debilitó, sin dudas, esa conducción política compartida que llevaban los dos líderes kirchneristas. Iniciar movimientos subterráneos dentro de las propias filas, sin ofrecer ni tregua ni descanso, es sin dudas el peor acto de deslealtad que puede ejercer hoy un dirigente, un cuadro o hasta el último militante del espacio. Los actuales son momentos de debate, de discusión, de revisión, pero no deben ser momentos de deslealtades.

3) En los próximos meses se producirán miles y miles de discusiones y debates a lo largo y ancho de la Argentina. Algunos pocos de ellos serán sobre cuestiones de cierta profundidad. La mayoría será sobre las candidaturas. Bastantes kirchneristas de última hora se sentirán sorprendidos por algunas designaciones y otros serán reticentes a apoyar a ciertos candidatos. Mucho se hablará, seguramente, de un “corrimiento” al centro por parte del kirchnerismo, a juzgar por algunas candidaturas menos progresistas de lo que los entusiastas “profundizadores del modelo” esperan.
El simpatizante kirchnerista no debería perder de vista varias cosas: 1) Las tácticas electorales a veces difieren de la estrategia general. 2) La voluntad y la decisión transformadora del rumbo del actual proceso ya ha sido probada en casi ocho años de gobierno, por lo tanto, debería haber una confianza entre votantes, militantes y cuadros respecto de la conducción. 3)Hay que comprender que la base de sustentación del peronismo kirchnerista ya incluye a vastos sectores de la centroizquierda. Por lo tanto, debe seducir no sólo al electorado cautivo y convencido, si no a aquellos sectores que no están convencidos o miran con desconfianza al actual proceso político. En función de las pruebas de gestión, el electorado progresista K debería dar un salto de confianza respecto de las tácticas electoralistas para 2011. 4) No hay que olvidar que una verdadera estrategia transformadora de la sociedad no puede prescindir de la vocación de poder. Por lo tanto, el único objetivo para el movimiento popular y nacional no es otro que ganar la mayor cantidad de elecciones posibles en 2011.
¿Por qué? Sencillo. La maquinaria peronista se maneja desde la conducción, y conduce el que acierta la estrategia. Conduce el que gana. ¿Y por qué debería ganar las elecciones el kirchnerismo? Porque sería la primera vez desde 1983 que un presidente es elegido en contra de la voluntad de las corporaciones mediáticas y económicas y porque por primera vez en más de 150 años un gobierno que tracciona hacia la democratización, la desmonopolización y la distribución de la riqueza tiene la posibilidad de gobernar más de diez años en la Argentina.

4) ¿Los kirchenristas tendrán que tragarse algún sapo? Es posible. Juan Domingo Perón dijo alguna vez: “Cada uno dentro del movimiento tiene una misión. La mía es la más ingrata de todas: me tengo que tragar el sapo todos los días. Otros se lo tragan de cuando en cuando. En política, todos tienen que tragar un poco el sapo.” Para los votantes, militantes, cuadros, dirigentes y conducción estos no son tiempos de posturas “estetizantes” y “yoicas”. El año 2011 es clave para el futuro del país. Ese es el único objetivo. Después vendrán los tiempos de debate sobre cómo continúa la “profundización del modelo”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uops, se viene el lole?
negrito.

La Néstor Kirchner -Santa Fe- dijo...

¿Por qué che, te excita la posibilidad?, lógico, si Spinozzi y Mercier sigue con taaaaanta intención de voto, la única forma de que levanten sería que se cuelguen de la boleta de Cristina.