miércoles, 15 de diciembre de 2010

FALACIAS


Leemos hoy en La Nación una nota en la que se intenta, una vez más, descargar las culpas de la desastrosa gestión del PRO en la ciudad de Buenos Aires, en el gobierno nacional.

Se vuelve allí con los remanidos caballitos de batalla del neoliberalismo vernáculo: que el déficit de Aerolíneas Argentinas, que cuanto cuesta el Fútbol para Todos; sin hacer la más mínima mención al nudo central del problema: si la administración más rica del país, la que cuenta por lejos con la mayor cantidad de dinero por habitante no puede construir viviendas para atender el pronunciado déficit habitacional, es en buena medida porque está gobernada por inútiles, que sólo se acuerdan de los pobres para el lanzamiento de su campaña, como lo muestra la foto que ilustra estas líneas.

Con los mismos argumentos que emplea La Nación, en la década de los 90' se rifó el patrimonio público (incluida Aerolíneas Argentinas) al mejor postor, y no se solucionó el problema de la vivienda; si no éste hoy no sería la bomba de tiempo en que se ha convertido.

No hace falta que recordemos que el desguace del Estado que ejecutó el menemismo (y que medios como el diario de los Mitre aplaudieron entusiastamente), se nos presentó entonces como la panacea de todos los males argentinos, desde la mejora de los haberes de los jubilados y los maestros, hasta la erradicación de la pobreza.

Este fin de semana vamos a conmemorar -con dolor por los caídos- un nuevo aniversario de los tristes hechos del 2001, que demostraron -por las malas- que nos habían vendido con esas ideas, espejitos de colores.

Si se quiere promover una discusión en serio sobre el mejor uso de los recursos del Estado -empezando por plantear de donde deben salir, que no puede ser de otro lado que de los bolsillos de los que más tienen- se podría comenzar por apuntar al propio gobierno municipal porteño (porque habrá que recordar que, pese a sus veleidades, en el fondo Macri no es más que un intendente, y bastante malo por cierto).

La comparación de lo que cuesta construir viviendas para los sectores más necesitados podría hacerse entonces con lo que costó remodelar el Teatro Colón (para las fotos del 25 de mayo y nada más), con hacer veredas o bicisendas o renegociar los millonarios contratos de las empresas que recolectan la basura, propiedad además de los amigos de Mauricio y de su papá.

La cuestión entonces no es que no se construyen viviendas para los sectores populares porque la gente puede ver gratis el fútbol por televisión, sino simplemente porque a la derecha argentina (que además de inútil para gestionar, ha demostrado claramente ser racista y xenófoba) lisa y llanamente, no le interesa.       

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