El 8N y algunos sinceramientos necesarios
Por Mempo Giardinelli
Faltan pocos días para la marcha del 8N, que se anuncia como protesta multitudinaria, pacífica y respetuosa, lo cual es deseable. Al menos, la mayoría de las más de cuarenta páginas y grupos en red convocantes se cuidan de no ser copados por maximalistas violentos y eso está muy bien. Los organizadores tienen todo el derecho a manifestarse y es bueno que lo hagan con cuidado. No de otro modo se fortalece la democracia.
Lo cuestionable, en todo caso, es la insinceridad de algunos de sus promotores. Porque más allá de blogueros y entusiastas de las redes sociales, es evidente que detrás de ellos se esconden actores políticos silenciosos, por llamarlos de algún modo, que pertenecen a partidos u organizaciones y que no dan la cara. También tienen derecho a manifestarse, desde luego, pero mejor sería que sinceraran su presencia.
Descartada además toda supuesta espontaneidad (tampoco fue espontánea la manifestación del 13S), hay que reconocer que la planificación ahora se hace con más cuidado. No obstante lo cual, el 8N es una movida política montada sobre algunas falacias, como la de que representan al 46 por ciento de la ciudadanía. Eso no es verdad, pues lo que hubo en las elecciones de hace un año fue un 15 por ciento, y un 11, y un 7, y varios 3 y aún menos, y es obvio que todavía hoy no están unidos ni representan una voluntad común.
Además llama la atención que esta convocatoria no ofrece más propuesta que la movilización en sí, y tanto sus reclamos como sus íconos inconfesados también adolecen de insinceridades. Los afiches que convocan no lo admiten explícitamente, pero sólo mencionan en grandes letras los vocablos “reforma, inseguridad, inflación, impunidad, mentiras, corrupción, patoterismo, adoctrinamiento”. Todo lo cual es obvio que está subsumido y supeditado a la frase clave que confiesan apenas en letras muy, muy chiquitas: “Con un gran 8N no hay 7D”.
Esa es la cuestión. Ahí está el sentido último, profundo, de esta marcha. Y es claro que también tienen derecho, pero lo chocante es la insinceridad. ¿Por qué no lo dicen? ¿Por qué no reconocen que están en contra de la ley de medios y convocan a esta marcha como inicio de la desobediencia activa que planea el Grupo Clarín?
Y en materia de íconos también hay insinceridades, como la del señor Macri, que además de echar culpas y vetar leyes intenta mostrarse progre cuando es tan profundamente conservador, y así su partido no apoya la marcha, pero sí la apoya. Como hicieron el 13S. O como la señora Patricia Bullrich y su partidito. O el señor Luis Barrionuevo, al que le “encanta Lanata” y entonces va a ir el 8N. O como los señores Moyano y Micheli y Buzzi, que con todo oportunismo ahora se suben al barco. ¿Por qué no admiten que su ya anunciada marcha del 20N va en el mismo sentido que ésta, y con el mismo afán de servir a los desobedientes de la ley de medios?
Lo que molesta del 8N es que no sólo no hay propuestas, sino que además mienten. Por lo que así como es indiscutible el derecho a manifestar en ambas fechas, uno tiene el derecho a exigir que sinceren intenciones.
Y es tonto, además, porque el gobierno nacional tiene claroscuros. Es indudable que se han cometido yerros y metidas de pata. Pero si se puede cuestionar casos de corrupción, por ejemplo, debe tenerse en cuenta que este mismo gobierno propuso una Corte Suprema insospechada como jamás habíamos tenido. Y fue el que acabó con el negociado de las AFJP. Y el que les cerró el negocio de la deuda a muchos economistas del establishment. Y el que ahora destapó el negociado de las cúpulas de Gendarmería y Prefectura.
Debieran recordar también que es este gobierno el que desmontó la impunidad que instalaron las leyes de obediencia debida y punto final, y el que impulsó los juicios a los genocidas y la búsqueda de hijos y nietos apropiados. Por todo eso se ganaron los tremendos enemigos que tienen. Y es por eso que a la Presidenta le tiran con adjetivos y puteadas. Pero porque no tienen otra cosa. Que yo sepa, no le han probado corrupción alguna. Y más allá de que su fortuna personal a mí tampoco me gusta, no parece mal habida porque si no ya la habrían querellado. Y además la tiene declarada, y año por año.
Y si le tiran con eso es porque sus consignas están vacías. Como cuando reclaman libertad de expresión. Mueve a risa; en toda la historia argentina no hubo tanta. Entonces discuten si la Presidenta es soberbia o da conferencias o habla por cadena nacional. O si Moreno es maleducado y Aníbal provocador. Da risa hasta que uno empieza a imaginarse lo que sería este país gobernado por los señores Macri o Moyano. Madre mía.
Es el 7D lo que los vuelve locos. No sé ustedes, pero yo nunca los había visto tan enojados a los que marcharon el 13S y ahora van por el 8N. Fíjense que con Menem a lo sumo se reían, pero no los vimos putear tanto cuando regaló YPF o cuando nos dejó sin trenes, sin gas, sin teléfonos, sin barcos ni puertos, sin aviones ni carreteras y la lista es infinita. No estaban tan enojados cuando los gobiernos se bajaban los lienzos ante Bush y el FMI. O cuando el señor Cavallo una y otra vez les metía el dedito ahí atrás. Ni los vimos tan enojados cuando la leche podrida y los negocios de Al Kassar, ni cuando la voladura de la ciudad de Río Tercero. Y no digan ahora que ésas son “cosas viejas”, que no por viejas son menos significantes.
En cambio ellos, muchos de ellos, sólo repiten lo que les inoculan periodistas y conductores televisivos que nunca muestran pruebas de sus acusaciones, que no han iniciado una sola causa legal y que no pueden mostrar sentencia alguna en contra de la Presidenta.
Debieran saber, además, que esta urgencia, esta desesperación por acabar con el Gobierno es peligrosa y antidemocrática. La pretensión de “echar” a la Presidenta, de “sacarla” o “expulsarla”, es conjugar todos verbos contrarios a la Constitución Nacional.
Y que no se confundan: esto está muy por debajo de la vieja consigna “que se vayan todos”, que fue válida en un momento de anarquía y de un carnaval de cinco presidentes.
Creo indispensable decirles estas cosas a promotores y manifestantes. Que irán a la marcha del 8N con camisas blancas y sin carteles, como dicen, pero igual se van a encontrar con la señora Pando, el hijo del gordo Porcel o el gendarme Meza. Aunque se disfracen, van a estar ahí. Y seguramente a la noche, tarde, el señor Macri dejará de rascarse y aparecerá en TN diciendo obviedades, mientras los suyos se chorean la ciudad inmobiliariamente.
Mejor sería que se organizaran para vencer al Gobierno en las próximas elecciones. Para lo cual deberán tener mejores propuestas.
Y ahora que vayan a la marcha, muy bien. Pero sabiendo que nosotros sí sabemos por qué van.
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