LO INTEGRAN SINDICATOS, MEDIOS Y EMPRESARIOS
El grupo apriete
Moyano salió a la calle a calibrar fuerzas con un paro. Micheli le garantizó los piquetes y el Grupo Clarín la difusión. El apoyo de la patronal campera. Las contradicciones que acechan al camionero.
Confirmado. Hace cinco meses, Veintitrés anticipaba la estrategia del líder de la CGT Azopardo con sus nuevos aliados. Macri, Barrionuevo y Buzzi ya se subieron al camión de Moyano.
No le gustaría no ir mañana a trabajar y no pedirle a nadie excusas, para jugar al juego que mejor juega y que más le gusta? La canción de Serrat le calza como anillo al dedo al Moyano “agresivo y enérgico con ambiciones políticas” que surgió tras las elecciones presidenciales de 2011, cuando no logró colar a sus mejores hombres en las listas del oficialismo y quedó paladeando furia contra esa mujer, Cristina Fernández, que se atrevió a despreciarlo aun cuando le llenó la 9 de Julio de trabajadores en apoyo a la reelección. Con el despecho motorizando sus pasos y con una alta dosis de machismo, que lejos de ser una interpretación es una cuestión de peso según sus laderos, fue tomando distancia de la Casa Rosada a una velocidad inusitada y casi sin medir costos. En ese recorrido no sólo se fracturó la CGT, sino que en los papeles la fracción que lidera perdió la legalidad. Para equilibrar la carga, Moyano fue subiendo al camión a dirigentes cuestionados por amplias franjas de la ciudadanía, como Gerónimo “Momo” Venegas y Luis Barrionuevo. Y en ese devenir contradictorio también fue tejiendo alianzas con gremialistas que siempre estuvieron en las antípodas del modelo sindical que encabeza, como Pablo Micheli, con quien esta semana salió a jugar al juego que mejor juega y que más le gusta: medir fuerzas y calibrar poder a través de un paro.
Más allá de hacer foco en el tenor de los reclamos –la modificación del piso de Ganancias, un aumento a los jubilados y el salario familiar para todos los trabajadores–, después del primer tamiz, lo que quedó en la superficie es que Moyano esta vez no pudo solo. Con la UTA en la vereda de la CGT oficialista, comandada por el líder de la UOM, Antonio Caló, tuvo que pergeñar una estrategia que garantizara que el paro del 20N se sintiera con fuerza, al menos en la Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires, bastión del peronismo, principal distrito electoral y lugar del que es oriundo. Cada vez más militante de las fotos, el camionero imaginaba esa misma 9 de Julio que supo llenar mientras fue aliado estratégico del gobierno nacional, esta vez vacía. El logro fue tapa de Clarín que esta vez, aunque el paro impidió la distribución de diarios por la adhesión de canillitas y distribuidores, no denunció un bloqueo a la libertad de expresión, como lo hizo cada vez que una protesta impidió la normal circulación del periódico. La falta de transporte público es siempre el pilar sobre el que se apoya cualquier paro que pretende lograr impacto. Aunque una parte del personal aeronáutico, de ferrocarriles y de la Línea B de subterráneos adhirió, no era suficiente. La estrategia de cerrar pasos clave en horas pico fue esta vez el pilar en el que se asentó la huelga. Y en ese punto, lo cierto es que la CTA le garantizó a Moyano los piquetes que cerraron el paso a los que querían desplazarse hacia sus lugares de trabajo, así como las patronales, desde el titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, hasta el Grupo Clarín, le aseguraron el rebote necesario para influir en la decisión de no ir a trabajar de un nutrido grupo de personas.
Micheli sintetizó en pocas palabras la arquitectura del paro. “De lo que se trata es de que quien tenga ganas de ir a trabajar no vaya”, dijo en la víspera de la medida de fuerza al publicitar los más de 150 piquetes con los que logró obstruir los principales accesos a la Capital Federal. Una estrategia que dio sus frutos y que le permitió a Moyano conseguir la foto del paro y calificar como “un éxito” la huelga. Los incidentes en bares y comercios de Avenida de Mayo para obligarlos a bajar las persianas, entre ellos el emblemático Café Tortoni, y los colectivos apedreados por no participar en el paro también contribuyeron a vaciar la ciudad después del mediodía.
Pero más allá de ese “éxito” forzado, en el entorno del camionero, Micheli cae pésimo. Las disputas que protagonizaron en el pasado por la personería de la CTA, ahora silenciadas, y la sensación de que la CGT Azopardo estaba yendo por primera vez detrás de una convocatoria de otra central obrera fueron la trastienda del paro. Es más, ese fue uno de los argumentos de peso que inclinó la balanza a favor de los piquetes y en contra de movilizar a Plaza de Mayo. Ahora, después del 20N la pregunta que sobrevuela a ambos lados de la convocatoria es: ¿quién salió ganando el martes, Micheli o Moyano? Las opiniones están divididas, según dónde se formule la pregunta. Mientras en la CTA opositora la apuesta es seguir ganando visibilidad, en la CGT Azopardo el balance está dividido entre los que creen que “Moyano ganó en construcción política y Micheli ganó protagonismo mediático”, y los que reconocen que “es sólo un matrimonio por conveniencia y punto”. Lo cierto es que la sociedad con Moyano le permitió al líder de la CTA opositora pasar a las primeras planas de los diarios y estar en la pantalla durante los noticieros centrales, mientras al camionero –según el análisis de las fuentes consultadas por esta revista– “el paro le permitió moverse de nuevo en el terreno de la confrontación, que es el que mejor maneja”.
En esa lectura, el escenario de confrontación es hacia adentro, entre la derecha y los “ex jesuitas” (Plaini, Piumato, Schmid, y el propio Facundo Moyano), y hacia afuera, con el gobierno nacional, y con los aliados circunstanciales, con quienes las fricciones “naturalmente” son constantes. Hacia adentro los dialoguistas aparecen como los grandes perdedores después del 20N, porque perdieron todas las esperanzas de tender puentes con la Casa Rosada cuando el martes la Presidenta calificó de “apriete” y de “amenaza” la medida de fuerza. “Los dialoguistas ya saben que perdieron la partida, que no va a pasar nada. La ilusión, si es que todavía la tenían, se diluyó apenas habló la Presidenta. Ganó la derecha más recalcitrante adentro de la CGT”, reconocieron las fuentes. Hacia afuera, la confrontación le permitió a Moyano y sus aliados, tal como lo sintetizó al cierre de esta edición el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, posicionarse como opositor. Al ser consultado sobre los reclamos de los huelguistas, el titular de la cartera laboral afirmó: “Si bien la demanda del aumento del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias es común al conjunto de las organizaciones sindicales, está claro que algunas optaron por el diálogo y otros por la pura confrontación, para posicionarse en el espacio opositor”. La confrontación interna forma parte de la lógica sindical, tal como la entiende el líder camionero, ya que es el elemento que le permite conducir el camión. “Moyano juega a neutralizar las diferencias, las mismas que le impiden a cada sector avanzar”.
Para explicar las contradicciones que rodean a Moyano, las fuentes se pusieron metafóricas. “Los marcos éticos se discuten en la colina, no en la guerra. Se discuten en los descansos, cuando vas al llano”, ilustraron. En otras palabras, explicaron que el objetivo es “mostrar unidad de acción”, más allá de las diferencias –incluso de fondo– como las que separaron históricamente a la CTA de la CGT en función de un objetivo en común: armar un centro de poder. Moyano, que no quiere volver a fracasar cuando llegue el momento del reparto de poder, imagina que con el conjunto que lo acompaña estará en condiciones de exigir, en lugar de peticionar, lugares dentro del peronismo. “Somos esto y vamos a negociar desde ese lugar dentro del peronismo”, confiaron las fuentes al negar que en el eventual horizonte de alianzas electorales Moyano esté pensando en Mauricio Macri o en Francisco de Narváez. “Los actores de peso el año que viene juegan en la provincia de Buenos Aires, en Tigre y en La Plata”, precisaron las fuentes, en alusión a Sergio Massa y al gobernador Daniel Scioli. Sin embargo, esa “unidad de acción” está en duda, justamente, porque los que la integran no comparten un horizonte ideológico más allá de la coyuntura. Un conjunto en el que de pronto conviven la derecha sindical con el Partido Obrero, la Corriente Clasista y Combativa y la CTA de Micheli es casi tan arriesgado como el que en su momento intentó el radicalismo con el macrismo antes de los comicios de 2011. Tal vez por eso, los referentes de la izquierda optaron por no participar de la conferencia de prensa que se realizó en la sede de la CGT Azopardo después del paro. Por último, una cosa es que Moyano quiera formar parte del rearmado peronista a partir del año que viene y otra muy distinta que lo dejen bajar del camión para subirlo a ese barco. Basta contrastar los niveles de adhesión de los que gozan, según diversas encuestas, Massa y Scioli con la mala imagen que cosecha el camionero para poner en duda esa chance, al menos sin necesidad de medir fuerzas en otros rubros.
El propio Moyano, puesto contra la pared por los periodistas, no pudo argumentar con solidez sobre su cambio de posición frente al modelo kirchnerista y menos aún sobre sus serias contradicciones. Para salir del paso apeló a la chicana al contestarle al cronista de Radio 10 sobre qué diferencias había para que antes apoyara al Gobierno y ahora no: “La misma diferencia que ustedes. Cuando eran de Hadad, ustedes hablaban de otra forma”. Los sindicalistas y las bases presentes en la CGT festejaron la respuesta, que cayó muy mal entre los trabajadores de prensa que sintieron que el camionero estaba estigmatizando. Después, cuando tuvo que contestar sobre la posición que asumirá la CGT el 7D, eligió hacerse el distraído. Micheli, incluso, le arrebató el micrófono y con ironía contestó: “Estaremos atentos a la apertura de sobres para la licitación de la Isla de Marchi”. Otra respuesta de espaldas a la posición que asumió la CGT durante el debate de la Ley de Medios. Una más.
En la Casa Rosada calificaron de “piquetazo” la huelga. Sin embargo, fue el ex jefe de Gabinete Aníbal Fernández, que como conoce bien al camionero le buscó el flanco débil al compararlo con Augusto Timoteo Vandor, sindicado como traidor dentro del peronismo por haber propuesto un peronismo sin Perón. “En ese terreno el Negro pierde, maneja la confrontación pero no en el terreno de las ideas”, reconoció una fuente que lo conoce bien. “Si los felicita la Sociedad Rural se pasaron de bando. Augusto Timoteo Moyano es un alcahuete de Magnetto”, sentenció el ex jefe de Gabinete. Frente a la devolución que recibió de parte de la Presidenta, que le dijo “a mí no me corre nadie y menos con amenazas”, tal vez Moyano se esté preguntando si ¿no le gustaría, acaso, vencer la tentación sucumbiendo de lleno en sus brazos?
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Opinión
Un debate imponible
Por Adrián Murano / Periodista
El humo de los piquetes, los cruces verbales, las internas gremiales y las operaciones mediáticas invisibilizaron los reclamos que sirvieron como excusa para la convocatoria de los gremios anti K. El uso de la palabra “excusa” no es casual: por su antigüedad y alcance social, ninguno de los planteos formulados por los organizadores explicarían, por sí mismos, el llamado a una huelga general que tuvo, como verdadera motivación, la búsqueda de un posicionamiento político de los dirigentes síndico-patronales de cara a las elecciones de 2013.
Eso no debería evitar, sin embargo, que se corra de la agenda el debate por el impuesto a las ganancias, uno de los reclamos ventilados por la organización. De hecho, fue la propia presidenta Cristina Fernández quien, en la previa, se manifestó a favor de discutir el asunto para el próximo ejercicio fiscal. El dato, prolijamente omitido por la alianza que propició la protesta, revela que hasta el propio oficialismo reconoce que “algo hay que hacer” con ese impuesto tan crucial para el fisco como demonizado por asalariados y cuentapropistas en general. Pero ese debate, claro, no debería partir de prejuicios sino de un diagnóstico honesto que, entre otras cosas, contemple los siguientes datos:
- Los impuestos a los ingresos existen en buena parte del planeta.
- En los países desarrollados, el tributo aporta un promedio del 8,9% del PBI, mientras que en la Argentina representa sólo el 0,9 del producto.
- El país posee el mínimo no imponible –es decir, el piso salarial que gatilla el pago de este tributo– más alto de la región. El piso de 1.789 dólares fijado para un empleado casado en la Argentina supera a los mínimos de Chile (U$S 1.000), Uruguay (U$S 793) y Brasil (U$S 732).
- En la Argentina, el impuesto a la renta del trabajo personal afecta apenas al 10 por ciento de la población económicamente activa.
Los datos corresponden a un trabajo reciente del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano, y arrojan certezas ahí donde hasta ahora se discutía en la penumbra del lugar común. Eso no invalida, por cierto, la pregunta conceptual que desde siempre cuestiona la aplicación de este tributo: ¿el salario es lucro? ¿Acaso es justo que un obrero tribute parte de la retribución que percibe por ofrendar su fuerza de trabajo a un patrón? El sentido común invita a responder que no, que es un error del Estado considerar “ganancia” al salario. Y ahí radica, precisamente, parte del problema: el uso de la palabra “ganancia” potencia la oposición a un tributo antipático que en el mundo se encubre con nombres menos irritantes. Por supuesto: el tema de fondo no son los rótulos sino la necesaria formulación de un nuevo esquema impositivo. Pero ayuda, y mucho, que empecemos a llamar a las cosas por su nombre.
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