HUGO MOYANO AFRONTA UNA CRISIS INTERNA
Guiño a la derecha
El acercamiento a Macri lo dejó mal parado puertas adentro de la CGT Azopardo. La dupla con Pablo Micheli también le desagrada a la mayoría. Lo acusan de anteponer sus ambiciones políticas
a los intereses del movimiento obrero.
Fallas en la mecánica y poca potencia en el arranque. Con ese diagnóstico general, el camión que conduce Hugo Moyano se prepara para participar de otra medida de fuerza contra el gobierno nacional, del que hace apenas un año era aliado estratégico. Mientras calienta los motores, puertas adentro de la CGT Azopardo el camionero afronta una crisis sin precedentes, que tiene como protagonistas a sus antiguos laderos, un puñado de hombres que aún le son fieles pero que cuestionan –y no comprenden del todo– la derechización del líder sindical. La foto con Mauricio Macri y ese gesto compartido de la rosa blanca, que como dice el poema se le entrega “al amigo sincero que me da su mano franca”, sólo dejó espinas clavadas en la epidermis de varios dirigentes sindicales que todavía le hacen el aguante al Negro, como lo llaman en confianza. Al descontento por la foto, que el camionero minimizó en una reunión de cúpula como un encuentro imprevisto, se le sumó esta semana el malestar que genera el acercamiento con la fracción de la CTA que lidera Pablo Micheli y que convocó a un paro con movilización para el 20 de noviembre. No es el fantasma de la alta concurrencia al cacerolazo del 8N, como se explicó ante los medios de comunicación, la razón de semejante decisión, sino el malestar con Micheli y la certeza de que la CGT no debe ser la que se sume a una convocatoria de otra central. “Una actitud semejante iría a contrapelo de la lógica histórica del movimiento obrero (la CGT siempre es la que convoca y el resto se suma)”, explicaron a Veintitrés fuentes cercanas a Moyano. Además, dijeron, “hay que esperar el 7D y ver qué hace el Gobierno el día después” para tomar decisiones de fondo.
Para ir desgranando la crisis, la primera parada es la estación Micheli. “Si bien se especula con que los medios harán comparaciones de concurrencia después del cacerolazo, la realidad es que la alianza con Micheli trae cortocircuitos”, confió una fuente con acceso a reuniones clave. La primera cuestión es quién acompaña a quién. Micheli a Moyano o al revés. Aunque parece una guerra de vedettes, se trata de un planteo serio entre los capitostes de la CGT Azopardo, que acusan a Moyano de anteponer su proyecto político a los del conglomerado sindical. “¿Dónde se vio que la CGT adhiera a una agrupación?”, afirman. En ese marco, varios referentes gremiales se están empezando a plantar. Uno de ellos es el bancario Sergio Palazzo, quien pone límites a los intentos del ala derecha de radicalizar posiciones. Otro con poder en alza es el petrolero Guillermo Pereyra, a quien señalan como uno de los que logra bajarle los decibeles a Moyano. “Pereyra en el sur es como Moyano”, arriesgan. Mientras, los ex jesuitas, bautizados así –en su momento– porque “tienen más ideología que billetera”, continúan creyendo en el diálogo. Las fuentes aseguraron que las diferencias se están expresando públicamente y que en este momento se están rearmando nuevos equilibrios. “En ningún momento dudamos o pensamos en abandonar la CGT ante el avance de la derecha; al contrario, creemos que la CGT no debería estar dividida y sí que es necesario darle otro perfil”, confiaron a esta revista. Es más, están convencidos de que un alto porcentaje de afiliados agremiados a sindicatos que hoy están en la vereda de enfrente son moyanistas. Sin embargo, “una serie de errores estratégicos” abrió paso a la fractura de la central sindical.
Pero las diferencias no son sólo ideológicas, sino también de forma. Micheli plantea una agenda “reactiva” frente a las iniciativas del gobierno nacional, pero el sector dialoguista del moyanismo prefiere una agenda “proactiva”, es decir, la formulación de propuestas superadoras de las políticas del oficialismo. Lo cierto es que hoy conviven dentro de la CGT Azopardo dos perfiles de dirigentes. Los más proclives al diálogo con la Casa Rosada, los ex jesuitas, Juan Carlos Schmid, Omar Plaini, Julio Piumato y el propio Facundo Moyano, con una derecha pujante encabezada por Gerónimo “Momo” Venegas y Juan Carlos Murgo, el sindicalista del caucho que viene ganando influencia en el entorno. La convivencia entre los bandos es compleja, y Moyano lo sabe. Incluso cree que esas fricciones son saludables para su liderazgo porque es él, en definitiva, quien tiene la última palabra. Aun a riesgo de equivocarse, como ocurrió al sacarse la foto con Macri, que para varios fue como morder la banquina. “Lo de la rosa blanca no lo entendí, eso habría que preguntárselo a mi padre”, afirmó Facundo Moyano después de esa foto y se encargó de descartar una alianza política con el Pro.
Las diferencias van más allá de los gestos y rozan cuestiones de fondo, como –por ejemplo– hasta dónde hay que tensar la cuerda con el modelo kirchnerista y con la presidenta Cristina Fernández. A tal punto preocupan los puentes con la Casa Rosada que un sector encargó una encuesta. El sondeo, al que accedió un pequeño círculo, arrojó algunos resultados previsibles y otros más bien sorprendentes. Pero, desde ya, las preguntas de la consulta hablan por sí solas de la agenda de debate de la CGT Azopardo. “¿Quién tiene la culpa del distanciamiento de Moyano con el gobierno nacional?”, es una de las preguntas que respondieron 600 personas que viven en Capital, conurbano y provincia de Buenos Aires. El 16 por ciento respondió que el responsable de la ruptura es el Gobierno, el 14,5 se lo atribuye a la CGT de Moyano y un 62 por ciento a ambos por igual. El resto no sabe. En el mismo sondeo, que Veintitrés pudo conocer, se consultó sobre un eventual escenario de acercamiento. “¿Moyano debe ceder o debe seguir tomando distancia de la Casa Rosada?”, fue la pregunta. Un 31 por ciento recomendó ceder, un 38 tomar distancia, un 19 por ciento no respondió y un 12 por ciento arriesgó otras alternativas. De los que opinaron que ambas partes deberían ceder y acercarse, un 57,6 por ciento dijo haber votado a Cristina Fernández de Kirchner.
La relación con la Presidenta y la adhesión al modelo K es, entonces, otro de los puntos de fricción puertas adentro de Azopardo 802. “Es muy incómoda la pelea porque cuesta articular un discurso con los compañeros”, reconocieron las fuentes e insistieron en que “el movimiento obrero no tendría que estar enfrentado”, como ocurre desde que Moyano tomó distancia del Gobierno. En ese punto, mientras dicen –medio en broma, medio en serio– que “el Negro se derechizó”, también lo justifican al afirmar que “él sigue en el mismo lugar, en el peronismo” y que “la decisión la tomó el Gobierno cuando decidió romper los puentes con la CGT”. Es más, entienden que mientras fue aliado estratégico del kirchnerismo, “Moyano avanzaba por izquierda y ahora retrocede por derecha”. Desde ese lugar, en el que se arroga ser el peronismo, el camionero sueña con consolidar un proyecto político propio, con fundar un partido de los trabajadores y con la llegada de un obrero a la Casa Rosada. Esa expresión de deseos y la mala relación personal con la Presidenta tras la muerte de Néstor Kirchner son, para muchos, las verdaderas razones del volantazo de Moyano. Este escenario, condimentado con una importante dosis de machismo, es clave para comprender el presente del camionero que ya adhirió en octubre a una protesta contra el Gobierno y que en las últimas horas confirmó su adhesión al paro del 20 de noviembre, al que se plegarán piquetes de ruralistas en rutas y rotondas en la provincia de Buenos Aires. “La medida es por la falta de respuesta del Gobierno a lo que hace más de dos años venimos reclamando”, explicó Moyano el martes al confirmar su participación en la medida de fuerza y al término de una reunión en la sede de Azopardo con la mesa de conducción. Las frecuentes reuniones de la cúpula son otro dato insoslayable de la crisis de liderazgo del camionero. Hasta hace muy poco, Moyano decidía solo, ahora necesita consenso para dar un paso. “No movilizamos porque hay que poner las fichas en la organización. Movilizar conlleva sus riesgos, puede haber infiltrados, puede haber alguien que rompa una vidriera o un coche y vamos a tener que pagar nosotros la responsabilidad”, dijo Pereyra, en un claro intento por diferenciarse de la CTA que conduce Micheli.
Moyano, según la encuesta a la que tuvo acceso Veintitrés, viene creciendo pero no supera el 17,3 por ciento de imagen positiva. Aunque a principios de septiembre inscribió su propio partido –el Movimiento por la Unidad, el Trabajo y la Producción–, sabe que no alcanza con lo que tiene, ni con la adhesión de los amigos, como el cuestionado Momo Venegas, con quien comparte hace años un lazo de amistad, sino que necesita de otros condimentos. Por eso, es el dirigente que más fotos se sacó este año. Con la cúpula radical, con el gobernador bonaerense Daniel Scioli y con Mauricio Macri, quien para muchos representa el límite que se debe cruzar. “No sé si fue una provocación”, comentó una de las fuentes consultadas, “pero la foto con Macri cayó pésimo”. También cae muy mal que el camionero se haya convertido en un asiduo asistente a los programas que se emiten por TN y que aparezca en las páginas de Clarín (que hasta hace poco lo demonizaba) como el gran opositor al gobierno nacional. “No se puede hacer una política de la foto”, le facturan y, al mismo tiempo, sostienen que “el 7D hay que ir a la Plaza” para apoyar la aplicación plena de la Ley de Medios. Por ahora, Moyano ha dado libertad de acción para marchar ese día, pero aún está por verse qué actitud asumirá la CGT Azopardo en conjunto cuando se acerque ese día.
Qué hará Moyano el 7D no es la única duda. También desvela a su entorno que el camionero decida profundizar sus lazos con la derecha local. “Si el Negro va más a la derecha sería una decepción”, admitieron las fuentes. Por ahora, el camión avanza con el giro puesto a la derecha.
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